miércoles, 19 de diciembre de 2012

La reina del átomo

El día 7 de noviembre de 1.867 nacía en Varsovia una de las mentes más brillantes que ha dado la historia de la humanidad. Su nombre era Marie Salomea Sklodowska y entre sus logros se cuenta, entre otras cosas, el de ser la primera persona que ha recibido dos premios Nobel en dos disciplinas distintas: física y química. Hoy vamos a tratar de conocer a esta extraordinaria mujer recorriendo su biografía, hoy vamos a hablar de Marie Curie.

Marie con 16 años
Como ya hemos dicho, Marie nacía en la Varsovia ocupada por el Imperio Ruso. Fue la menor de 5 hermanos (todos ellos fruto del matrimonio entre Wladislaw Skoldowki y Bronislawa Boguska) y mamó desde niña la importancia de las ciencias en la formación humana, pues su madre era maestra además de pianista y su padre impartía clases de física y matemáticas. Sabiendo esto, no es de extrañar que Marie pronto destacara en el colegio imponiéndose a unos compañeros a los que dejaba atrás incansablemente... lo que sí es un poco más raro es el hecho de que a los 4 años de edad ya supiera leer perfectamente y a los 15 se graduase dominando 4 idiomas.
Al igual que todos los jóvenes polacos de esa época, nuestra protagonista fue educada en la fe cristiana, pero la trágica muerte de su hermana Zofia (con la que se llevaba 5 años) a causa del tifus, le hizo replantearse sus ideas y la llevó a abandonar el seno de la Iglesia convirtiéndose en agnóstica.

En el año 1.891, cuando contaba con 24 años de edad, Marie abandona su tierra natal y se traslada a Francia con el objetivo de matricularse en la prestigiosa Facultad de Ciencias Matemáticas y Naturales de la universidad parisina de La Sorbona. Allí, nuestra protagonista se encuentra por fin en un entorno en el que se mueve como pez en el agua: ya no destaca entre sus compañeros; es más, ahora debe esforzarse por ponerse al nivel del resto de la clase. Aún con esto, en dos años Marie sobrepasa una vez más al resto de sus compañeros consiguiendo la licenciatura de física con la mejor nota de su promoción. Un año después, en 1.894, se gradúa también en matemáticas siendo la segunda de su promoción y, aún más importante, conoce al que sería su futuro marido, Pierre Curie, también físico y con el que se casa apenas un año después tomando el nombre de Marie Curie.
Tras un idílico verano de luna de miel, Pierre y Marie vuelven a París con un único objetivo en mente: Marie debe conseguir el doctorado, lo que sólo había sido alcanzado antes por una mujer. El descubrimiento de los rayos X en 1.895 y de la radiactividad natural el año siguiente da a nuestra protagonista el tema perfecto para su tesis.

Encerrados en un cobertizo, Pierre y  Marie empiezan a ahondar en el aún cenagoso terreno de la radioactividad natural, obteniendo pronto resultados al descubrir que el Torio era capaz de producir radioactividad y que la uraninita (mineral que constituye la mayor fuente de uranio) era más radioactiva que el uranio propiamente dicho.
Pierre Curie
A partir de este descubrimiento, Pierre y Marie empiezan a trabajar aún con más ahínco tratando de aislar los elementos que forman la uraninita, lo que consiguen un par de años después con el descubrimiento de un nuevo elemento al que Marie decide llamar Polonio en homenaje a su tierra natal y de otro al que otorgan el nombre de Radio debido a su alto índice de radioactividad. Durante todo ese tiempo, los síntomas de la exposición a la radiación empiezan a mostrarse en los cuerpos del matrimonio: Pierre empieza a padecer una fatiga crónica que le obliga, en ocasiones, a guardar cama y, además, las llagas y quemaduras producidas por la manipulación de elementos radiactivos hacen acto de presencia dolorosamente… pero los científicos aún no eran conscientes de los peligros derivados de la interacción con elementos como el uranio y no le dan importancia a los signos físicos.
Finalmente, en 1.902 y tras manipular 8 toneladas de uraninita, Marie consigue extraer un gramo de cloruro de radio que presentará como tesis doctoral ante los científicos de La Sorbona y que le valdrá el doctorado cum laude.

La investigación llevada a cabo por el matrimonio Curie es recibida con gran entusiasmo en el círculo científico de todo el mundo. Pierre y Marie son invitados a un sinfín de actos y deciden poner sus descubrimientos a disposición de quien quiera consultarlos renunciando a cualquier patente. Un año después, los Curie son recompensados junto a Becquerel con el premio Nobel de física de 1.903, lo que reporta al matrimonio una sustanciosa cantidad de dinero para que puedan seguir con sus investigaciones. Pierre se afianza en su cátedra de física de la Sorbona y Marie sigue adelante con sus pesquisas en el inexplorado campo de la radioactividad… pero la calma no duraría demasiado tiempo: en 1.906 un carruaje atropella a Pierre Curie causándole la muerte.
Marie queda severamente afectada por la muerte de su marido, pero no solo no se deja morir sino que toma la cátedra que dejó vacante Pierre convirtiéndose en la primera mujer de la historia en dar clases en la universidad parisina. Aún con las horas que le ocupaba su nuevo cargo, Marie Curie sacaba tiempo para dedicárselo a sus investigaciones, que continuaron por buen camino durante cuatro años más hasta que nuestra protagonista consiguió aislar un gramo de radio puro mediante un sistema que puso en conocimiento de la comunidad científica renunciando, una vez más, a cualquier tipo de patente y gracias al que consiguió el premio Nobel de química de aquel año convirtiéndose así en la primera persona en obtener dos premios en dos categorías distintas.

Marie al recibir su primer Nobel
No pasaría mucho tiempo hasta que estallara la I Guerra Mundial, que asoló Europa desde 1.914 hasta 1.918 y en la que Marie participó activamente distribuyendo, operando y entrenando a otras personas para que usaran varios centros portátiles de rayos x que ayudaron enormemente a los cirujanos de campo en su trabajo cerca de las fronteras. En los albores de la radiografía, se estima que algo más de un millón de soldados se beneficiaron de las modernas técnicas llevadas hasta el campo de batalla por madame Curie.
Marie el 4 de julio de 1.934 en la clínica Sancellemoz de la Alta Saboya. Los años de exposición a la radiación la dejaron ciega y la aquejaron de una anemia aplásica (una enfermedad de la médula ósea) que se llevó su vida a los 66 años de edad. Aún así, Marie no dejó de ser pionera ni después de muerta: 61 años después de su muerte, los restos de nuestra protagonista fueron trasladados junto con los de su marido al Panteón de París, donde reposan desde entonces y donde se convirtió en la primera (y única) mujer en ser enterrada allí por méritos propios.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Bicoca y la importancia del arcabuz

Vamos a situarnos hoy en el corazón de la convulsa Europa  del siglo XVI, cuando los tercios españoles campaban a sus anchas por los campos de batalla del viejo continente. Ya por aquellos tiempos, franceses y españoles se las traían tiesas, así que Carlos V decidió unir sus fuerzas a las del Papa León X para expulsar a los galos de la Lombardía y repartirse la influencia de la zona a medias con la sede pontificia. De esta manera, los de Francia se encuentran en 1.521 con un montón de españoles, italianos y alemanes cabreados que llaman a las puertas de sus territorios con lanzas y arcabuces.

Próspero Colonna
El ducado de Milán (bajo mandato francés) se llevó la peor parte en las batallas que tuvieron lugar durante aquel conflicto.Próspero Colonna, líder de la fuerza italo-española, entra a sangre y fuego en el Milanesado poniendo bajo sitio una ciudad tras otra y provocando auténticas desbandadas en el ejército francés comandado por Odet de Foix, quien se ve obligado a retirarse a Milán en busca del refugio que pudieran proporcionarle sus recios muros de cara a pasar el invierno... el problema se presentó cuando los franceses descubrieron que a Colonna no le gustaba demasiado descansar en invierno: el 21 de noviembre, el italiano se planta frente a las murallas de Milán y lanza un ataque nocturno que desborda las defensas y acaba con de Foix huyendo hacia Cremona con el rabo entre las piernas.
Desde su refugio de Cremona, el francés lanza constantes ataques contra las líneas de suministros de Colonna, pero rehusa atacar frontalmente las posiciones ganadas por la fuerza italo-española. Ante esta muestra de "pánico escénico", los piqueros suizos que habían llegado en manada como refuerzo para las tropas francesas se suben a las barbas de Foix obligándole a lanzar una ataque que debe concluir con la recuperación de los territorios perdidos en el Milanesado... lo que habría sido un plan fantástico de no ser porque Colonna había previsto el movimiento francés.

Abandonando Milán, la hueste de Colonna se refugió en la mansión de Bicoca, cuyos aledaños fueron fortificados a conciencia dejando únicamente dos posibles accesos: una franja de 500 metros de tierra en el frente norte y un puente en el sur.
En la tarde del 26 de abril de 1.522, de Foix llega a Bicoca y envía a un destacamento de exploradores a investigar. Los jinetes ponen sobre aviso al francés de que aquello iba a ser muy complicado, pero los suizos están desatados por la inminencia de la batalla y obligan a Foix a ordenar el ataque para la mañana del día siguiente. En la mañana del 27 de abril, de Foix ordenó avanzar a los piqueros suizos hacia el frente norte de Bicoca. 

La fuerza helvética estaba compuesta por dos columnas (una de 4.000 hombres y otra de 7.000) que debían avanzar en formación compacta flaqueadas por cañones franceses cuya misión sería la de castigar los muros antes de que la infantería entrase en la fortificación. Desoyendo dichas órdenes, los suizos se mofan una vez más de Foix y avanzan a marchas foradas hacia las posiciones de Colonna dejando atrás a los soldados de artillería franceses.
Mercenario suizo
Los suizos avanzan sin oposición hasta que topan con el primero de los terraplenes preparados por los hombres de Colonna. En ese momento, 4.000 arcabuceros españoles dirigidos por Fernando de Ávalos, se alzan tras el parapeto de la muralla y empiezan a descargar un auténtico diluvio de muerte sobre los suizos. Estos, espoleados por sus capitanes, cargan a la desesperada sobre las posiciones italo-españolas, pero Colonna había apostado ante los piqueros a una línea de mercenarios alemanes que rechazaron sin demasiado esfuerzo las embestidas suizas.
Media hora después, los despojos del contigente piquero se retiraban en desbandada dejando tras de sí los cadáveres de 3.000 compañeros caídos. ¿El balance para el bando de Colonna? 1 muerto... y no por combate sino por la coz de una mula.
En el sur las cosas no fueron muy distintas: un contingente de caballería francesa consiguió llegar al puente y superar sus defensas, pero Colonna respondió con una maniobra envolvente de su propia caballería que habría acabado con la muerte de los jinetes franceses de nos ser por que su comandante avistó el movimiento italo-español y ordenó tocar a retirada.

La batalla de Bicoca supuso un duro golpe para los intereses franceses en la Lombardía, pero el golpe fue más duro aún para la infantería suiza, que descubrió en aquel campo que su táctica de picas en formación cerrada había quedado obsoleta frente a la abrumadora potencia de fuego de los arcabuces.

martes, 4 de diciembre de 2012

La Batalla de San Jacinto

Dejemos volar nuestra imaginación hacia la Texas de mediados del siglo XIX. En esta época, los aún jovencísimos Estados Unidos están sumidos en una miríada de luchas políticas en reivindicación de su indiosincrasia. Texas era por aquel entonces una provincia mexicana, pero los colonos que la habitaban eran de origen anglosajón y se sentían más identificados con los vecinos emergentes del norte que con sus propios gobernantes, lo que desembocó irremisiblemente en la Guerra de Independencia de Texas.

Santa Anna
El conflicto estalló oficialmente el 2 de octubre de 1.835 cuando, en protesta por una nueva constitución promulgada por los mexicanos, el "ejército" de Texas ocupó la ciudad de San Antonio. Esto no le hizo demasiada gracia al presidente de Mexico, Antonio López de Santa Anna, que cargó con todas sus fuerzas contra los rebeldes consiguiendo sonadas victorias en las batallas de El Álamo, Refugio y Coleto... pero no era suficiente con hacer huir a los despojos del ejército tejano: había que exterminar cualquier conato de rebeldía y eso pasaba por aplastar hasta al último soldado rebelde.
Con esta idea en mente, Santa Anna se pone al mando de sus tropas e inicia una incursión en territorio tejano en persecución de los soldados rebeldes comandados por Samuel Houston, al que dió alcance en las cercanías de la actual ciudad de Morgan's Point. Desde las márgenes del río San Jacinto, ambas fuerzas se miraban mientras los refuerzos llegaban poco a poco a uno y otro bando. El día 21 de abril de 1.936, Santa Anna contaba con unos 1.500 hombres mientras que la fuerza comandada por Houston rebasaba por muy poco los 900. El mexicano, confiado en que los de Texas no atacarían, ordena descanso y ni siquiera deja centinelas. Advirtiendo la total inactividad del campamento de Santa Anna, Houston convoca un consejo de guerra en el que deja claro que no se fía de la situación. En dicha reunión, los tejanos acuerdan dividir sus fuerzas: una parte de la tropa rodeará el bosquecillo en el que se refugian los mexicanos y destruirá un puente que hay en su retaguardia para cortar la retirada mientras Houston, con otro contingente, avanza a través del bosque y ataca por sorpresa.

A las 16:30, los hombres de Houston salen de la espesura descargando su fusilería contra el campamento de Santa Anna... pero no hay respuesta hasta que, algunas andanadas después, tímidas ráfagas empiezan a salir de las filas mexicanas cuando ya es demasiado tarde y los de Texas hacen una auténtica carnicería entre los mexicanos. ¿Qué ha pasado? Houston no se puede creer... hasta que le explican que la casi totalidad de la fuerza de Santa Anna (incluído él mismo) estaba durmiendo la siesta cuando se produjo la ofensiva y que los soldados mexicanos no se habían despertado hasta encajar las primeras ráfagas de fusilería.

La Batalla de San Jacinto se zanjó con un saldo de 9 muertos en el bando tejano. En el bando mexicano, las cifras fueron "algo" más altas: en torno a 800 muertos y heridos y casi 700 prisioneros, incluyendose entre ellos al propio Santa Anna lo que, al ser este presidente de México, le valió a Samuel Houston el fin de la guerra y la independencia de Texas.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Operación Valkiria

La entrada de esta semana va a versar sobre un hecho que, de haberse consumado, habría cambiado el curso de la historia. Hoy vamos a hablar de la Wehrmacht contra Hitler, del poder militar contra el poder ejecutivo y del intento de asesinato del Führer y de toda su plana mayor.

Claus von Stauffenberg
A partir de 1.938, algunos altos oficiales de la Wehrmacht empezaron a ver con recelo la política expansionista de Hitler y, con el objetivo de evitar una  guerra a gran escala, planearon en secreto quitarse de en medio a la cabeza visible del partido nacionalsocialista. El caso es que, con las ideas ya bullendo en la cabeza de dichos oficiales, dos de ellos se dieron cuenta de que Gran Bretaña y Francia negaban la mayor al no estar dispuestos a entrar en guerra con el Reich emergente y, si no iba a haber guerra en Europa, no tenía sentido arriesgarse a atentar contra la vida de un monstruo político como Hitler. El plan se pospuso indefinidamente dado el enorme éxito conseguido por Alemania durante las primeras invasiones relámpago de 1.940 y se pensó en retomarlo en 1.941, cuando el Reich se embarcó en la Operación Barbarroja; pero los magníficos resultados obtenidos por el ejército en las fases más tempranas de dicha operación hicieron que la popularidad del Führer sufriera un repunte que desaconsejaba, una vez más, efectuar movimiento alguno.
No fue hasta el año 1.942 cuando los oficiales de la Wehrmacht retomaron el plan e incluso cometieron dos conatos de atentado (uno en Smolensk y otro en Berlín) que fallaron por culpa de los artefactos explosivos defectuosos. Llegados a este punto, el poder de Hitler era ya incontestable y los oficiales se habían planteado no sólo asesinarle sino también derrocar el régimen que había creado. Durante los dos años siguientes, el plan fue recabando apoyos cada vez más importantes a medida que el expansionidmo del Reich se veía frenado por las potencias aliadas, ya metidas de pleno en la II Guerra Mundial. No obstante, estas derrotas supusieron también una dificultad añadida a los planes del grupo de oficiales de la Wehrmacht, pues Himmler (por intermediación de la Gestapo) ya se olía la tostada y había aconsejado la comparecencia de Hitler únicamente ante sus hombres más allegados y en dos enclaves bien protegidos: la Wolfsschanze (guarida del lobo) y el Kehlsteinhaus (nido del águila).

Stauffenberg en Wolfsschanze
Así llegamos al 15 de julio de 1.944. Claus von Stauffenberg, uno de los oficiales golpistas, había sido ascendido el día 1 de aquel mismo mes a la categoría de jefe del Estado Mayor del general Friedrich Fromm (también golpista), lo que le permitía asistir a las reuniones privadas convocadas por Hitler en Wolfsschanze y dejaba a los de la Wehrmacht las puertas abiertas de par en par. Stauffenberg había acudido ya en dos ocasiones a las conferencias del Führer con una bomba oculta en su maletín, pero no la había activado por considerar que matar a Hitler no tendría sentido si con él no morían sus dos sucesores más probables: Himmler y Goering.
Aquel 15 de julio, como decíamos, las consecuencias eran propicias... o deberían haberlo sido si Himmler hubiera acudido a la reunión. Tras conocer esta ausencia, Stauffenberg se echó atrás y no detonó la bomba que llevaba en su maletín, pero un problema en las comunicaciones provocó que Fromm creyera que sí lo había hecho y ordenara la movilización de las tropas de la Wehrmacht en apoyo del nuevo gobierno militar que debía ocupar el cargo tras el derrocamiento del régimen nazi. Aquel intento de atentado quedó en una descomunal chapuza que Fromm camufló como pudo bajo un simulacro de alerta máxima pero, si la Gestapo ya venía viendo desde antiguo que allí pasaba algo raro, ahora el cerco estaba cada vez más cerrado en torno a la figura del brazo ejecutor: Stauffenberg.

Viéndose sin salida y sabiendo que las posibilidades de éxito de su plan peligraban con cada minuto que pasaba, Stauffenberg se puso en camino hacia Wolfsschanze aún sabiendo que la cúpula del partido no estaría allí para asistir a la que esperaba que fuera la última conferencia de Adolf Hitler.

Unos minutos después del mediodía Hitler dio inicio a la reunión, que debía celebrarse sobre una gran mesa forrada de mapas y en torno a la que se apiñaban varios oficiales de alta graduación además del propio Führer. Stauffenberg entró en la sala, dejó su maletín en el suelo junto a los pies de Hitler y abandonó la reunión excusandose en una llamada que debía recibir... pero la mala suerte quiso que uno de los asistentes a la reunión tropezase con la valija y la alejase del Führer colocándola tras uno de los pilares que sustentaban la enorme mesa.
A la una menos veinte de la tarde, el artefacto hacía explosión causando la destrucción casi total de la sala. Stauffenberg, convencido de que Hitler había muerto, se puso en contacto con Fromm para informarle de la noticia y abandonó Wolfsschanze para tomar un avión rumbo a Berlín, donde aterrizaría en torno a las 15:00. Entre tanto, las tropas de reservistas fueron movilizadas en Berlín mientras en Wolfsschanze reinaba la confusión y se iba desechando una teoría tras otra hasta llegar a aceptar la realidad del intento de golpe de estado. No obstante y pese a que Stauffenberg seguía manteniendo que Hitler había muerto, Fromm confirmó vía telefónica que la noticia no era cierta y cambió de bando, intentando arrestar al propio Stauffenberg en cuanto este puso los pies en la sede de los golpistas en Berlín. Dicho arresto fracasó debido a que el resto de participantes en la conjura se negaron a permitirlo.
A estas alturas de la película, Himmler ya había dado órdenes para detener la movilización de tropas, pero estas no habían llegado aún a la guarnición de Berlín, que rodeaba a sede ministerial de Joseph Goebbels, negandose a levantar el cerco pese a las órdenes de este. No es hasta las 7 de la tarde cuando Hitler se encuentra los suficientemente recuperado para llamar por teléfono al ministerio y ponerse en contacto con el mayor Otto Remer, comandante de las tropas que cercaban a Goebbels, ordenándole que levante el sitio y que ponga a sus soldados a trabajar para sofocar los últimos rescoldos de rebelión.

Sala de Wolfsschanze tras el atentado
Mientras todo esto ocurría en el ministerio, la sede golpista era un hervidero de peleas y traiciones de las que finalmente salió victorioso el general Fromm, quien ordenó ejecutar inmediatamente a los conjurados y se enfrascó en la ardua tarea de eliminar todo rastro de su propia participación en la intentona golpista... el problema es que no todo le salió tan bien como esperaba. Cuando llevaba ejecutados ya a varios excompañeros, un batallón de las SS se personó en el edificio con orden de parar las ejecuciones.
Conocedor de que Hitler no se iba a tomar la noticia nada bien, Fromm se presenta a la mañana siguiente en el Ministerio de Propaganda y le cuenta a Goebbels en presencia de Himmler que él ha sido el paladín que ha luchado contra los conjurados desde el interior de la sede golpista... como era de esperar, los jerifaltes no se creen una palabra y ordenan su arresto inmediato.

Si bien el atentado no tuvo todo el éxito que se esperaba, sí que tuvo consecuencias en la salud del Führer, que se vió afectado de una leve sordera crónica en su oído derecho y de una paranoia que le llevaba a tomar decisiones de modo errático e inconsistente. En cuanto a los participantes en el golpe, fueron fusilados o ahorcados durante los meses siguientes y, ya que estaban, los jerarcas nazis aprovecharon la ocasión para hacer una purga que acabó con la detención de unos 5.000 opositores al régimen y la ejecución de al menos 200 de ellos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La autocanasta de Alocén

Hoy nos vamos a salir de la dinámica de batallas y personajes habitual del log para dedicarle unas líneas a una historia deportiva ocurrida, además, hace relativamente poco y que obligó a la federación internacional de baloncesto a cambiar la reglamentación vigente hasta ese momento: la autocanasta de Alocén.

Nuestro relato nos lleva hasta el día 18 de enero de 1.962. El Real Madrid de baloncesto jugaba su partido de ida correspondiente a los octavos de final de la Copa de Europa de aquel año en la cancha del más que correoso Varese italiano. El pabellón era una olla a presión y el equipo de Pedro Ferrándiz (por aquel entonces entrenador del Real Madrid) se las veía y se las deseaba para mantener la igualdad en el marcador a costa de cargar de faltas a sus jugadores más destacados.
Así pues, en los instantes finales del partido el tanteo era de 80 a 80 con posesión para los de Ferrándiz, quien se veía ya en una prórroga en la que, con los jugadores importantes del Real Madrid eliminados ya por acumulación de faltas, se preveía como una auténtica carnicería de puntos favorable al Varese. Ante esta tesitura, el entrenador español sacó a la pista al pívot Lorenzo Alocén con instrucciones concretas y con un único objetivo en mente: perder aquel partido, pues era preferible perder de tan sólo dos puntos (teniendo en cuenta que debían ugar la vuelta en Madrid) que arriesgarse a un tiempo extra que podía ser devastador para los intereses europeos de los madrileños.
El pívot aragonés sale al parquet y, ante el estupor general del pabellón, anota en su propia canasta. Al principio, los jugadores del Varese alzan los brazos celebrando la victoria pero, tras unos primeros instantes, se dan cuenta de la treta ideada por Ferrándiz y empiezan a protestar airadamente causando una auténtico pandemónium entre el público, por lo que la expedición madridista se ve obligada a abandonar la pista a todo correr.

Es cierto que esta maniobra no fue ni mucho menos ética... pero también es cierto que en ese momento no había ninguna regla que prohibiera las autocanastas y que a Ferrándiz no le pudo salir mejor la treta: en el partido de vuelta celebrado en el pabellón madrileño, el equipo español ganó al Varese remontando la diferencia de dos puntos y alcanzando la siguiente fase del campeonato. 
Aquel año, el Real Madrid llegarían a la final de la Copa de Europa (que perderían contra el Dinamo Tblisi), pero no sería recordado por el buen juego desplegado durante todo el torneo sino por la maniobra, para unos magistral y para otros deplorable, ideada por Ferrándiz: la autocanasta de Alocén.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Camino a la libertad

La entrada de hoy trata sobre una de esas historias de superación personal que tanto nos gustan: la historia de Witold Glinski, un disidente polaco que, junto con un grupo de compañeros fugados de un gulag, desafió los límites de la resistencia humana en busca de la libertad.

Witold Glinski
Nuestro viaje comienza en la Polonia de los albores de la II Guerra Mundial. Por aquel entonces, el país de Witold estaba atrapado entre el innegable poderío de la Unión Soviética y la furia emergente del Tercer Reich... y a ninguno de estos dos poderes enfrentados les importaba un pimiento lo que pudieran pensar los polacos al respecto de su guerra encubierta, así que pactaron repartirse el país por zonas de influencia cayendo nuestro protagonista y su familia en la zona soviética.
La historia de Witold no habría sido muy distinta de haber sucedido en la Polonia "alemana": él, joven idealista que abominaba de la política imperialista, no estaba muy de acuerdo con el régimen de Stalin, así que la policía política soviética hizo su trabajo y le deportó a un campo de prisioneros en Siberia. Lo malo es que Witold era un chico listo y no le gustaba demasiado el ambiente frío que se vivía en el gulag, de modo que los 25 años de trabajos forzados a los que había sido condenado por disidencia no le parecían una perspectiva nada atractiva. Desde el mismo momento en el que puso los pies en el nevado terreno de Siberia, el joven polaco aprovechó su inteligencia para memorizar mapas y entablar relaciones de cierta confianza con los guardianes del campo. Del mismo modo, Witold Glinski supo esperar pacientemente a que se dieran las condiciones ideales para su fuga, que se produjo el 9 de abril de 1.941 en medio de una intensa tormenta de nieve.
Perfectamente consciente de que los guardias soviéticos no iban a abandonar sus barracones en medio de una ventisca como aquella, Witold corrió hacia la alambrada que marcaba los límites del campo aprovechando que la copiosa nevada cubría sus huellas. Una vez allí cavó rápidamente un pequeño túnel y se introdujo por debajo del alambre de espino para después correr hacia el bosque. Lo que nuestro protagonista no había tenido en cuenta era que, pese a que los guardias no habían advertido sus movimientos, otros presos sí que lo habían hecho y le habían seguido colándose por su túnel. Lo que un principio se había planeado como la fuga de un sólo hombre se transformó en cuestión de minutos en la carrera contra la muerte de siete prisioneros casi sin comida y nefastamente pertrechados.

Ruta seguida por el grupo
El destino del viaje era Mongolia, el país más cercano fuera de la órbita soviética. Con este punto final en mente, los reclusos se pusieron en camino desafiando al frío de la tundra hasta llegar al clima algo más benigno de la taiga. La primera etapa del viaje se prolongó durante meses hasta que los fugitivos llegaron a las orillas del lago Baikal dejando atrás los cadáveres de varios compañeros consumidos por el hambre y el frío. Allí encontraron a una joven polaca llamada Kristina Polansk, que había huído a los bosques cuando unos rusos habían matado a sus padres e intentado violarla. Witold la acogió inmediatamente bajo su protección: era una boca más que alimentar, sí, pero la frontera mongola estaba relativamente cerca y, casi con total seguridad, la chica moriría sin su ayuda.
Pese a las protestas del resto del grupo, Kristina se unió a la expedición y empezó a marchar con los fugitivos bordeando el lago Baikal hacia la línea del Transiberiano. La chica era de natural afable y pronto empezó a granjearse la amistad del grupo... pero las cosas nunca ocurren como uno desea: los pies de Kristina estaban plagados de numerosas heridas, pues había huído de los rusos descalza, y la gangrena empezaba a correr por sus piernas. Los componentes del grupo se turnaron para llevarla en una camilla hacia la libertad, pero el esfuerzo no fue suficiente y Kristina murió antes de alcanzar la tan asiada frontera. La muerte de la chica supuso un gran golpe para el ánimo de los fugitivos, pero no podían rendirse; no ahora que la línea del Transiberiano estaba casi al alcance de la mano.
Atravesando los bosques para no dejarse ver en las aldeas, el grupo alcanzó por fin la frontera con Mongolia y entró en el país que les garantizaría su libertad... o que debería habersela garantizado de no haberse convertido en un estado comunista satélite de la todopoderosa Unión Soviética. Rusia no era segura; Mongolia  tampoco... ¿ahora qué?

Después de que la soñada libertad se les escapase entre los dedos, el grupo de Witold estaba extenuado y con el ánimo por los suelos, pero habían iniciado un viaje sin retorno y la rendición suponía una muerte segura. Debían cruzar al siguiente país no comunista, India, y para ello debían atravesar China, que les planteaba dos obstáculos insuperables: el desierto de Gobi y la cordillera del Himalaya.

Witold Glinski en la actualidad
Con la abnegación de los que saben que no tienen otra opción, lo fugitivos que habían sobrevivido a las planicies heladas de Siberia empezaron a caminar por las dunas hirvientes del desierto. Al igual que allí les azotaban constantes ventiscas, aquí las tormentas de arena eran muy frecuentes y convertían su ya de por sí difícil huída en un tormento. Pornto, las provisiones que habían esquilmado en las orillas del lago Baikal empezaron a escasear y el agua empezó a convertirse en un bien más preciado que el oro.
En el corazón del desierto, las temperaturas cambian drásticamente en cuestión de horas pasando de los cerca de 40 grados bajo un sol de justicia a los -40 que contemplan las noches más frías de Gobi. Finalmente y con un par de bajas más a sus espaldas, el grupo consiguió alcanzar las estribaciones montañosas del Himalaya y, tras ellas, la frontera de La India, donde se entregaron en un puesto de guardia británico.

De los 7 miembros originales de la expedición (8 si contamos a Kristina), sólo Witold y 3 más habían conseguido alcanzar la libertad tras un viaje de 11 meses que había llevado a los aventureros a recorrer casi 7.000 kilómetros a pie.

jueves, 25 de octubre de 2012

Aktion T4: la respuesta nazi a los discapacitados

El día 1 de septiembre de 1.939, coincidiendo con la invasión de Polonia, el régimen nazi se quitó por fin la careta y se sacudió la pátina democrática con la que venía cubriéndose desde 1.933. En esa fecha, las altas esferas del partido iniciaron en secreto uno de los proyectos más demenciales del régimen: el plan de eutanasia Aktion T4, llamado así por el lugar donde se encontraba el mando central de la organización, el número 4 de la Tiergantenstrasse berlinesa.

Promoción de la "eutanasia"
El Aktion T4 fue publicitado como una medida de gracia del régimen nazi, que consideraba la situación de epilépticos, deficientes, discapacitados físicos y enfermos en general como "vidas indignas de ser vividas", por lo que abogaba por acabar con su existencia por pura misericordia y, por qué no decirlo, para ahorrarse el dinero que le costaba al estado mantener a estas personas. Así, la propaganda nazi emitía constantemente anuncios como el que se publicó en el Neues Volk, la revista de la oficina de políticas raciales del NSDAP, en cuya portada aparecía un discapacitado encuadrado por el texto: "60 000 marcos es lo que esta persona que sufre de defectos hereditarios cuesta a la comunidad alemana durante toda su vida. Conciudadano, ese también es su dinero."
Mediante estas agresivas campañas de propaganda se intentaba concienciar al ciudadano de a pie de que la eliminación de los "elementos antisociales" era intrínsecamente necesaria para el avance de la Gran Alemania que estaba resurgiendo de sus cenizas tras el varapalo sufrido en el tratado de Versailles.
Con Viktor Brack (Jefe de la Cancillería del Führer) como cabeza visible y August Becker a los mandos, el Aktion T4 pronto empezó a desarrollar sus actividades en seis centros repartidos por Alemania y la Austria anexionada: Grafeneck, Brandenburg, Bembur, Hartheim, Sonnestein y Hadamar. Los primeros pacientes en "beneficiarse" de este nuevo tratamiento fueron los niños, a los que se trasladó desde sus hospitales de origen hasta alguno de los centros para después ejecutarlos por asfixia, sobredosis de fármacos o, simplemente, por inanición. Una vez se completaron los primeros compases de esta fase "experimental", el resto de enfermos físicos y mentales empezaron a compartir la suerte de los menores.

Viktor Brack
Los médicos de la Alemania nazi mostraron un apoyo casi unánime hacia el programa a pesar de que este era secreto y de que el pueblo sólo sabía lo que se contaba en los afiches publicitarios, es decir, que cada discapacitado costaba al estado 60.000 marcos, no que se se les estuviera exterminando sistemáticamente. No obstante y dado que el programa era una frontal contra el propio pueblo alemán (eran discapacitados, sí, pero alemanes al fin y al cabo), no tardaron en salir a la luz numerosos casos de familias afectadas.
Estas familias a las que el Aktion T4 había cercenado uno de sus miembros recurieron a la iglesia en busca de ayuda, lo que produjo un aluvión de curas enardeciendo al pueblo desde sus púlpitos contra el Aktion T4, que fue cancelado inmediatamente por un gobierno temeroso, por primera vez, de la fuerza del populacho... el problema es que el programa fue oficialmente cancelado pero extraoficialmente ampliado: A partir del año 1.941, la sede de Tiergantenstrassese vuelve aún más hermética y se descentraliza el sistema dando potestad a los médicos para decidir quiér era digno de vivir y quién no lo era sin recurrir a trámites burocráticos. Los médicos (que, recordemos, apoyaban amplamente el programa) aumentan el ritmo de las ejecuciones cuidándose de mantenerlo todo en el más absoluto secreto. Tanto es así que, incluso durante la ocupación aliada, muchos médicos afines al régimen nazi siguieron administrando en sus centros la "eutanasia no consentida".

Al final de la guerra, los crímenes cometidos por la medicina nazi durante el periodo de vigor del Aktion T4 fueron juzgados por la comunidad internacional en los famosos Juicios de Nuremberg, concretamente en un proceso conocido como el juicio de los doctores en el que Viktor Brack fue condenado a muerte bajo cargos de genocidio y crímenes contra la humanidad.

miércoles, 17 de octubre de 2012

La batalla de Ramree

A finales de enero de 1.945 se daba el pistoletazo de salida a la batalla de la Isla Ramree, un terruño frente a las costas de Birmania que no le importaba ni siquiera a los soldados que la defendían pero que, por su situación, tenía un alto valor estratégico para el alto mando. Por esta razón los ingleses no escatimaron medios para la toma de la isla y enviaron a Birmania un fortísimo contingente de infantería respaldado por barcos y aviones de la RAF que bombardearon la costa de Ramree para que los soldados pudieran asegurar una cabeza de playa y efectuar el desembarco masivo de tropas. Los japoneses que formaban la guarnición asignada a Ramree opusieron una feroz resistencia, pero la expedición británica era tan poderosa que pronto consiguió separar en dos las fuerzas niponas dejando aislado en el norte de la isla a un grupo de unos 1.000 soldados. Entonces, los británicos atacaron la posición norte obligando a los pocos japoneses que allí quedaban a huír en un intento de establecer contacto con el resto del contingente nipón, situado 16 kilómetros hacia el sur.

Manglar
A partir de este punto de nuestra historia conviene que hagamos un pequeño ejercicio de imaginación y nos pongamos en la piel de uno de aquellos soldados japoneses: estamos en pleno febrero en una zona del planeta que se caracteriza por su clima tropical. Un calor asfixiante se une a la humedad que sale de los manglares contribuyendo al agotamiento que arrastramos por el más de medio mes que llevamos combatiendo contra los británicos y ahora, por si esto fuera poco, el alto mando nos pide que atravesemos a pie 16 kilómetros de pantano para reunirnos con nuestros compañeros.
Con cara de resignación y un reguero de sudor cayendo desde las sienes nos metemos en el manglar guardando la formación... pero el fondo es cenagoso, nuestros pies se enganchan constantemente en raíces y árboles hundidos y el agua nos llega por la cintura obligándonos a mantener el fusil en alto, por lo que el orden de marcha pronto se rompe y todo el contingente se disgrega en pequeños grupos que avanzan a duras penas. De pronto, se escucha un chapoteo y uno de los compañeros que marchan a unos 20 metros por la izquierda se hunde en el agua. Nadie sabe que ha pasado pero, unos segundos más tarde, el compañero emerge de nuevo con una raíz en la mano. Sólo ha tropezado y las risas de alivio se extienden entre los 900 soldados que formamos el contingente: estamos en el corazón del manglar y no tenemos intención de perder a ningún hombre. Un par de minutos después, otro chapoteo hace desaparecer a un artillero a nuestra derecha. Las risas hacen de nuevo acto de presencia, pero se van acallando a medida que pasa el tiempo y nuestro compañero no sale a la superficie. Empiezan entonces unos segundos de angustia en los que algunos se plantean bucear en su busca por si ha quedado atrapado entre las ramas del fondo... pero todo cambia cuando, en el sitio en el que ha caído nuestro compañero, sale a la superficie un borbotón de sangre que tiñe de rojo el agua parduzca del manglar.
El silencio que envolvía la marcha hasta ese punto se convierte entonces en una carrera alocada en la que cada uno hace la guerra por su cuenta. Los hombres que marchan en los flancos empiezan a correr hacia los bordes del manglar pero, en cuanto ponen los pies fuera de la zona pantanosa, los soldados ingleses los ametrallan. Nadie sabe que está pasando y la oscuridad es total, pero sea lo que sea que se esconde en el manglar, no puede ser peor que morir fusilado por la soldadesca británica... ¿o tal vez sí?

Cocodrilo marino
La cortina de fuego establecida por los ingleses nos obliga a regresar al cenagal. El agua nos llega ya por el pecho y avanzamos despacio, con los pies enganchándose en el fondo y sosteniendo el fusil por encima de la cabeza. El silencio es casi tan denso como la oscuridad, sólo rota de vez en cuando por el resplandor de una ráfaga disparaza al azar y seguida en la mayoría de las ocasiones por un chapoteo y una serie de chasquidos aterradores. Los hombres van cayendo uno tras otro y el olor de la sangre llena pronto el manglar de gritos. Los disparos se suceden en intervalos más cortos cada vez, pero no hay defensa posible y sólo podemos avanzar lo más rápido que podemos con la absurda esperanza de llegar de una pieza al final de aquellos malditos 16 kilómetros.
A nuestra espalda se oye un alarido y, al volver la mirada, vemos como "algo" emerge del agua llevándose al fondo al soldado que marcha dos puestos por detrás de nosotros. El pobre desgraciado sale a la superficie braceando y gritando como un loco solo para que (por fin podemos verlo con claridad) un cocodrilo enorme lo parta literalmente en dos de un mordisco. Descargamos un montón de balas sobre aquella bestia y, finalmente, conseguimos que suelte a nuestro compañero... pero el cuerpo está destrozado.
Empezamos a correr todo lo que podemos mientras a nuestro alrededor se desata el infierno. Las posiciones aliadas no deben estar ya demasiado lejos, pero los chasquidos, los gritos, los chapoteos y los disparos inundan el aire con una cacofonía enloquecedora.

Cuando por fin conseguimos salir del manglar, el recuento arroja una cifra de 880 desaparecidos a lo largo de 16 kilómetros de pantano.

La jornada del 19 de febrero en Ramree se convirtió en la mayor matanza de seres humanos llevada a cabo por animales hasta la fecha. La escena fue tan impactante que hasta el naturalista británico Bruce Wright escribió al respecto: "Esa noche fue la más horrible que cualquiera de la dotación de la ML [lanchón de desembarco de la infantería de marina] haya visto nunca. Entre el esporádico sonido de los disparos podían oirse los gritos de los hombres heridos, aplastados en las fauces de los enormes reptiles, y el vago, inquietante y alarmante sonido de de los cocodrilos girando creaba una cacofonía infernal que rara vez se ha igualado en la Tierra. Al amanecer llegaron los buitres para limpiar lo que los cocodrilos habían dejado... Del alrededor de 1000 soldados japoneses que entraron en los pantanos de Ramree, sólo unos 20 fueron encontrados con vida."
No obstante, debemos alegar "en defensa de los cocodrilos"  que los testimonios que han llegado a nuestros días respecto a lo que pasó frente a las costas birmanas provienen únicamente del bando inglés y que otras causas como los escorpiones, las serpientes o la simple falta de agua potable contribuyeron también a la enorme mortandad sufrida por el bando nipón.

miércoles, 10 de octubre de 2012

El parpadeo de Jeremiah Denton

Jeremiah Denton Jr., nacido en Alabama en el año 1.924, ocupó el cargo de senador en Estados Unidos entre 1.981 y 1.987, pero hoy no vamos a hablar de eso, ni siquiera vamos a hablar de las 21 condecoraciones que atesora, sino que vamos a dedicar unas líneas a saber cómo se ganó dichas medallas.

Jeremiah Denton Jr.
Nuestra historia comienza una calurosa tarde de julio de 1.965 en el marco de la Guerra de Vietnam. Denton, que por aquel entonces servía como comandante, viajaba a bordo de un avión junto con su copiloto, el teniente Bill Tschudy. La misión que les había sido encomendada debía dirigirles junto con varias aeronaves más, hasta la ciudad norvietnamita de Thanh Hoa, donde debían efectuar un bombardeo a gran escala para después volver a la base americana. El problema es que el avión en el que viajaban Denton y Tschudy fue derribado y ambos tripulantes fueron hechos prisioneros por el enemigo.
A partir de este momento,estos dos soldados empezaron una penosa peregrinación por varios campos de reclusión norvietnamitas que les llevó a aguantar ocho años de cautiverio forzoso en los que pasaron por campos tan emblemáticos como los de "Zoo", "Hanoi Hilton" o "Alcatraz", donde Denton se unió a una banda de prisioneros americanos que fomentaba la rebelión contre los captores. Esto, como era de esperar, no cayó demasiado bien entre los norvietnamitas, lo que le valió a Jeremiah pasar la mayor parte de su cautiverio encadenado en una celda sin ventanas de tres metros por uno.

Hasta aquí todo normal, la historia de Denton no difiere en demasía de la de cualquier otro prisionero de guerra americano en Vietnam... pero Jeremiah era un tipo listo y cuando, en 1.966, la televisión norvietnamita se decidió a hacer una farsa documental para mostrar al mundo lo bien que trataban a sus prisioneros, Denton no dudó en ofrecerse voluntario.
Ante la cámara y mientras hablaba con un entrevistador norvietnamita sin perder en ningún momento el hilo de la conversación, nuestro protagonista se las arregó para parpadear en morse varias veces la palabra "tortura" al tiempo que contaba al mundo lo bien que le había tratado sus captores, lo que supuso para los servicios de inteligencia estadounidenses la primera confirmación oficial de que las condiciones humanitarias en los campor de prisioneros de Vietnam del Norte eran de todo punto inaceptables.
Pese a que sus captores nunca fueron conscientes de lo que había pasado y exhibieron orgullosos el vídeo ante el mundo, esta temeridad le valió a Denton la promoción al rango de capitán mientras aún permanecía cautivo y el inicio de una larga serie de condecoraciones por su heroísmo como prisionero de guerra.

El vídeo de la entrevista realizada a Denton aún puede verse (por si alguien está interesado) en los archivos del gobierno norteamericano, concretamente en el apartado "Denton" de la sección "scenes from hell".

miércoles, 3 de octubre de 2012

La armada... ¿invencible?

Si bien la denominación de "invencible" fue posteriormente acuñada por los ingleses en una maniobra propagandística excepcional (no en vano la armada de Felipe II es conocida así en todo el mundo), el episodio que nos ocupa hoy habla de una aventura en el que las prisas se mezclaron con la incompetencia y la mala suerte en un cóctel que resultó mortalmente humillante para los españoles del siglo XVI.

Felipe II
La Grande y Felicísima Armada, pues este era el nombre que le dio Felipe II fue armada (valga la redundancia) a toda prisa con la intención de que fuera la llave para una operación anfibia que debía facilitar el desembarco en Inglaterra de los temidos tercios de Flandes. La misión de los 30.000 soldados de infantería comandados por Alejandro Farnesio consistiría a partir de ese momento en avanzar por tierra hasta el corazón del reino inglés y destronar por las malas a Isabel I, que ya se las traía tiesas con el monarca español desde hacía tiempo. Las crónicas hablas de una fabulosa flota formada por unos 127 barcos que sumaban un total de 2.431 cañones y que, además, estaban comandados por el mismísmo almirante de Castilla en persona; ¿qué podía salir mal? La respuesta es sencilla: todo.
Para empezar, Don Álvaro de Bazán, Duque de Santa Cruz y Almirante de Castilla, muere en Lisboa a los 61 años de edad dejando huérfano de padre el gran proyecto de la Armada. Ante este revés, Felipe II decide que el sustituto debe ser un Grande de España y escoge para la tarea a Alonso Pérez de Guzmán, Duque de Medina-Sidonia. El noble es perfectamente consciente de su incapacidad en  asuntos marineros y así se lo hace saber al rey mediante sendas cartas, pero Felipe ignora las misivas y ordena a de Guzmán que se persone en Lisboa para hacerse cargo del proyecto.
Con esta nula preparación y con la pericia marinera más que discutible del de Medina-Sidonia a cargo de todo, no es de extrañar que poco después de zarpar del puerto, las galernas dispersaran a la armada frente a las costas de La Coruña, lo que supuso un retraso de un mes hasta que se pudo reunir de nuevo a todas las naves. Por si esto fuera poco, el mal estado de la mar hizo que 40 barcos se separasen una vez más del grueso de la flota al alcanzar el Golfo de Vizcaya, lo que supuso un retraso de otros dos días y el anuncio a bombo y platillo de que una gran armada española se dirigía a las costas inglesas. 
A todo esto, los ingleses también estaban afectados por las tormentas y su flota permanecía amarrada en Plymouth, por lo que el segundo del de Guzmán propuso tomar al asalto las posiciones británicas y acabar con su flota mientras esta estuviera fondeada... pero el Duque de Medina-Sidonia antepuso la obediencia ciega al éxito de la misión y ordenó que se continuara la travesía hasta encontrarse con las tropas de Flandes.

Ruta de La Armada
A partir del 31 de julio de 1.588, viendo que la armada "invencible" avanza a ciegas, los buques de la flota inglesa empiezan a hostigar los flancos y  la retaguardia de la formación española. Las escaramuzas se suceden una tras otra sin causar pérdidas de consideración para ninguno de los dos bandos... hasta el 2 de agosto, día en el que la armada se encuentra en el Canal de la Mancha con una flota comandada por el celebérrimo Francis Drake. Ese día, los españoles se topan de frente con lo más granado del poder naval inglés, que les cierra el paso y descarga sobre ellos toda la fuerza de su artillería. La batalla es cruenta y salvaje hasta el punto de que Drake se ve obligado a enviar barcos en llamas para que colisionen con las naves españolas y las incendien, pero los marineros de la armada, lejos de arredrarse, contraatacan con furia llegando a poner en peligro la nave del mismísimo Drake, por lo que la flota inglesa se ve obligada a recular volviendo a puerto.
La sonrió a los españoles aque día otorgándoles la victoria, pero las bajas en el bando del de Medina-Sidonia fueron superiores a las británicas (300 muertos en la flota española por unos 200 en la inglesa), por lo que aquello fue más bien una victoria pírrica, una parada en el camino hacia Flandes para hacer saber a los ingleses que la armada española había llegado a sus islas.

En este punto de la historia, la Grande y Felicísima Armada había cruzado ya el Canal de la Mancha y el panorama se presentaba inmejorable, pero los elementos jugaron su baza una vez más haciendo que fuera imposible para la enorme flota española cualquier amago de amarre en los puertos flamencos, por lo que se optó por abortar la misión y volver a España "salvando los muebles". El problema es que el mal tiempo y los fuertes vientos se aliaron con Inglaterra obligando a los españoles a volver a casa rodeando las islas británicas en un rosario de naufragios a los que la flota inglesa asistía soltando carcajadas desde la seguridad de sus puertos.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La masacre de Srebrenica

La historia de hoy transcurre en un pasado cercano, concretamente en la Guerra de los Balcanes. El contexto creado por el desmembramiento de la antigua Yugoslavia supuso un campo abonado para que los combatientes de ambos bandos cometieran un sinfín de venganzas personales que, con el tiempo, degeneró en una escalada de atrocidades culminada con la masacre de Srebrenica, el mayor genocidio europeo desde la II Guerra Mundial.

Srebrenica en la República Srpska
Nuestra historia comienza el 28 de febrero de 1.992 con la fundación de la República Srpska, una entidad independiente de mayoría serbobosnia cuyo territorio se extiende a lo largo de una franja que rodea Bosnia-Herzegovina separándola de Serbia, Montenegro y Croacia. El alto mando serbio acogió con regocijo la idea y recibió con los brazos abiertos a la nueva república con la idea de integrarla en la Gran Serbia, un "ente abstracto"  que debía agrupar a todos los serbios bajo un  mismo territorio... el problema era que Srpska se había escindido de Bosnia y, por lo tanto, existían en su territorio algunas zonas aisladas de mayoría bosníaca, es decir, musulmana. Si tenemos en cuenta que los serbios eran mayoritariamente ortodoxos y que las relaciones interconfesionales en la zona estaban "algo deterioradas" entre otras cosas por estar en guerra, ya la tenemos liada.
Con el sueño de la Gran Serbia en mente, el ejército de la recién creada República Srpska empieza a efectuar una minuciosa limpieza étnica. 
Las aldeas de mayoría bosníaca son arrasadas. En los pueblos en los que conviven representantes de ambas etnias, los propios habitantes son los que queman hasta los cimientos las casas de sus vecinos musulmanes no sin antes pegarle un tiro en la cara a toda la familia... si tenían suerte; si no, primero se producían violaciones en masa y luego se quemaba a la familia dentro de su propia casa. Los bosnios afincados en territorio serbio tuvieron que abandonar sus tierras en una huída desesperada que llevó a muchos de ellos hasta el último bastión bosníaco que quedaba en la República Srpska: Srebrenica.
El ejército serbobosnio entró en la ciudad a principios de 1.992 y, en contra de lo que se pudiera esperar, no cometieron "demasiadas" atrocidades, sino sólo algunas ejecuciones sumarias aisladas y unas pocas órdenes de deportación para civiles bosníacos. Aún así, el ejército de Bosnia-Herzagovina se rebotó y avanzó contra la ciudad tomándola en mayo de ese mismo año. Desde allí, las fuerzas bosnias se lanzaron a una ofensiva que culminó con la unión de Srebrenica a Zepa (territorio bosníaco) ampliando su dominio a un terreno de unos 900 kilómetros cuadrados.
Con todo y con eso, el ejército de la República Srpska se reorganizó bajo el mando del comandante Ratko Mladic y, meses después, inició una contraofensiva que redujo el área de influencia bosnia a unos 150 kilómetros cuadrados. Finalmente y cuando parecía que todo estaba a punto de estallar (otra vez) la ONU decidió tomar cartas en el asunto y se plantó en Srebrenica en marzo de 1.993.

Ratko Mladic
Por aquel entonces la población bosníaca de todo el área había huído hacia la ciudad sobrepoblándola peligrosamente hasta un número que oscilaba entre los 50.000 y los 60.000 habitantes. Viendo el percal, la ONU decidió evacuar a un par de cientos de civiles... pero el gobierno bosnio se opuso frontalmente a este plan porque lo consideraba una colaboración al plan serbio de limpieza étnica, así que la ONU tuvo que echar el freno y permitir la superpoblación declarando la ciudad de Srebrenica, eso sí, zona segura bajo el control de Naciones Unidas. El secretario general de la ONU avisó entonces de que serían necesarios unos 34.000 soldados para que aquello fuera una zona segura "como Dios manda", pero la comunidad internacional se negó en redondo y desplegó un contingente de 7.500 cascos azules autorizada para utilizar la fuerza en defensa propia pero no en defensa de los civiles a los que debían proteger, por lo que la declaración de zona segura se convirtió en un fiasco de dimensiones considerables dejando a la autoridad de Naciones Unidas en entredicho.

Durante los dos años siguientes la sitiuación en Srebrenica se fue deteriorando cada vez más. Los militares bosnios afincados en la ciudad no tuvieron más remedio que acatar las directrices de la ONU e iniciar el desarme mientras que los soldados de Srpska aprovechaban para rearmarse y estrechar cada vez más el cerco sobre la ciudad. A todo esto, el contingente destinado a proteger Srebrenica se fue reduciendo cada vez más hasta que, a principios de 1.995, sólo quedó en la ciudad el Dutchbat, un destacamento holandés formado por 600 cascos azules.
Viendo que la declaración de zona segura en Srebrenica era un cachondeo, el presidente de la República de Srpska ordenó a sus soldados que estrecharan aún más el cerco y que cortaran las vías de suministros que mantenían con vida a la ciudad. A partir de esta orden, Srebrenica se mantuvo en todo momento al borde de la catástrofe humanitaria: la comida escaseaba, las medicinas eran un bien de lujo e incluso el combustible estaba destinado para uso exclusivo de las patrullas de la Dutchbat... hasta que este también se agotó obligando a los soldados de Naciones Unidas a patrullar a pie y provocando que 200 de ellos fueran secuestrados por las fuerzas de Srpska en cuanto ponían un pie fuera del perímetro de seguridad.
El día 11 de julio de 1.995, la ciudad de Srebrenica caía tras un corto combate en manos de la República de Srpska. La población civil huyó tomando dos vías: los combatientes y hombres en edad militar huyeron a través del bosque en dirección a la población de Tuzla mientras que las mujeres, los niños y los ancianos se encaminaron hacia la fábrica de baterías de Potocari, donde los cascos azules tenían su sede.
La ONU se planteó iniciar un contraataque para liberar la ciudad, pero los de Srpska le hizo dar marcha atrás amenazando con bombardear la fábrica en la que tenía su base el Dutchbat y alrededor de la que se agolpaba ya una multitud de 25.000 refugiados.
Al día siguiente, el 12 de julio, Ratko Mladic, comandante en jefe de las tropas de Srpska se reunió con Thomas Karremans, máximo responsable del Dutchbat, en un hotel de la cercana localidad de Bratunac. Allí, Mladic le transmitió a Karremans y, por extensión, a la ONU un mensaje muy claro: en presencia degolló un cerdo mientras le decía al general holandés que cumpliera a rajatabla las órdenes del ejército de Srpska.

Base de Potocari
A partir de este momento empieza a desarrollarse en Srebrenica un teatro del absurdo que tiene por fin retransmitir en la televisión serbia la "intensa labor humanitaria" desarrollada por las tropas de Srpska. Mientras las cámaras filman como Mladic reparte caramelos y sonrisas entre los niños famélicos de la ciudad, los pocos hombres que habían conseguido refugiarse en Potocari eran separados de sus familias a la fuerza por soldados armados y ejecutados detrás de cualquier edificio. Mientras parte de la soldadesca de Srpska subía a las mujeres en autobuses que debían evacuarlas hacia zonas más seguras, otra parte se dedicaba a separar a otras mujeres de sus hijos y violarlas repetidas veces hasta que se convertían en guiñapos que ya sólo servían para recibir una bala en la nuca. Y mientras todo esto sucedía a su alrededor, el contingente holandés seguía la consigna de los tres monos: no ver, no oír, no hablar.

Mientras tanto, la columna que había partido en dirección a Tuzla no corría mucha mejor suerte. El viaje comprendía una distancia de 55 kilómetros en línea recta, pero estos debían recorrerse por un terreno montañoso extremadamente escarpado. Además, los 15.000 hombres que formaban la columna llevaban consigo tan sólo un poco de pan y azucar lo que, unido a la hambruna que ya habían pasado en la ciudad, hacía que sus piernas estuvieran débiles.
Entre los hombres que formaban la columna se encontraban los supervivientes del ejército bosnio que había tratado de defender la ciudad. Estos soldados se posicionaron en cabeza de la columna equipados con las mejores armas con las que pudieron hacerse y haciendo tareas de avanzadilla y protección de civiles... pero el hambre y la deshidratación no perdonan ni a los hombres mejor armados y cuando, al segundo día de marcha, se agotaron las provisiones, muchos enloquecieron lanzándose contra sus propios compañeros. A partir de este momento, la columna se convirtió en una especie de rebaño que paraba de vez en cuando para que sus componentes comieran hierba, la única forma que tenían de mantenerse con vida unas horas más.
En la mañana del 12 de julio, la columna sufrió un ataque con artillería pesada cuando cruzaba un camino de asfalto a la altura de la localidad de Kamenica y se separó quedando dos tercios de la misma en manos del ejército de Srpska que aprovechó la situación sin reparos y utilizó a los bosníacos en su beneficio obligándoles a gritar hacia los bosques falsas promesas de libertad para que sus familiares y amigos salieran al descubierto, donde eran inmediatamente fusilados.
Uno de estos episodios se produjo en la aldea de Sandici, donde los hombres de Mladic ordenaron a un bosnio cautivo que gritara en la dirección en la que se creía que estaban los restos de la columna. Un número de entre 200 y 300 hombres salieron de los bosques bajando al llano para responder a la llamada de su compatriota, pero los de Srpska los dispusieron en filas y los ametrallaron no sin antes separar a uno de ellos al que cortaron las orejas y sacaron un ojo para después enviarlo a los bosques a modo de advertencia.
Sólo un pequeño grupo de hombres consiguió llegar con vida a Tuzla (territorio bosnio), donde fueron recibidos por un contingente médico que se encargó de ellos administrándoles grandes cantidades de nutrientes y tranquilizantes.

Como siempre pasa en estos casos, los números son confusos: se estima que en torno a 8.000 personas murieron en la masacre de Srebrenica. La cifra de desaparecidos es, simplemente, incalculable.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El azote de Dios

Hoy vamos a dedicar una líneas al que fue el terror de Europa durante casi 20 años. El pueblo al que gobernaba era poco dado a la escritura, de modo que las fuentes que hablan de su historia son escasas, confusas y redactadas por sus mayores enemigos: los romanos. Hoy hablaremos de Atila, el azote de Dios.

Atila
Nuestro protagonista nació en un punto indeterminado de las llanuras danubianas en algún momento situado entre el año 395 y el 406. El mundo de la época era convulso y los hunos llevaban ya bastante tiempo armando gresca en la cuenca del Danubio, pero estaban fragmentados en una miríada de tribus independientes y cada uno guerreaba por su cuenta, por lo que sus acciones se limintaban al margen oriental del gran río. Todo esto cabió a partir del año 378. En esta fecha y aprovechando la división del Imperio Romano, los visigodos se sacuden el yugo impuesto por Roma y empiezan a campar a sus anchas por los Balcanes. Los saqueos, incendios y violaciones están a la orden del día y las mermadas legiones no pueden hacer nada ante la marea de pueblos germánicos que, siguiendo el ejemplo visigodo, se lanza sobre Europa del este. A todo esto, los hunos son aún demasiado débiles y lo observan todo desde la distancia... hasta que en el año 432 el rey Rugila consigue por fin unificar todas las tribus y cruza el Danubio en busca de una buena pelea.
Viendo venir a aquel nuevo pueblo del este, Teodosio II (emperador romano de Oriente) se asusta de tal manera que acuerda pagar un tributo de 115 kg de oro anuales a cambio de que Rugila y los suyos le dejen en paz.

En este contexto se crió Atila, hijo del hermano de Rugila y que tenía un hermano llamado Bleda. Pronto, su padre murió dejando a Atila y al mentado Bleda a cargo de su tío Rugila, quien enseñó a ambos a gobernar y les instruyó ampliamente en el arte de la guerra. 
 
Dos años después de que los hunos cruzaran por primera vez el Danubio, Rugila murió dejando el reinado en manos de Atila y Bleda y los chicos, dignos aprendices de su tío, entraron en conversaciones con Teodosio para mantener la paz a cambio de que se duplicase el tributo pactado dos años antes además de ciertas prebendas para los comerciantes hunos y del compromiso un rescate exorbitado por cada prisionero romano. El emperador romano de Oriente, como ya hizo con Rugila, aceptó las condiciones sin rechistar y los hunos respetaron las condiciones del tratado desapareciendo de las fronteras romanas por un período de cinco años.
Durante todo ese tiempo, lejos de aprovechar el período de paz, los hunos guerrearon contra los eslavos y contra los germanos, a los que vencieron provocando que una oleada de tribus germánicas se abalanzara sobre el Imperio romano de Occidente en una alocada huída hacia adelante. Tras estas victorias, Atila y Bleda trazaron un ambicioso plan para invadir Persia e iniciaron una ofensiva a gran escala, pero fueron derrotados por los persas en el territorio de la actual Armenia, lo que los llevó de nuevo al punto de partida: las fronteras del Imperio romano de Oriente.
Estamos ya en el año 440 y los hunos vuelven a tener ganas de gresca. Los romanos no quieren ni oír hablar de guerra, pero a Atila y Bleda la opinión de los romanos les resbala bastante, así que empiezan a saquear los Balcanes en una ofensiva que les planta tres años después a las puertas de la mismísima Constantinopla. Los hunos llevan años saqueando y violando a placer e incluso han aprendido a utilizar tácticas y maquinaria de asedio, pero las murallas de la ciudad son tan sólidas que ni siquiera sus recién adquiridas habilidades son capaces de derribarlas, de modo que los hermanos deciden plantar un campamento a las afueras de Constantinopla y esperar a ver qué pasa. Teodosio, como era de esperar, "se caga de miedo" y, bajándose una vez más los pantalones ante los hunos, compra la paz a cambio de casi 2.000 kg de oro a pagar en un único plazo y casi 700 kg más como cuota anual. Con este bagaje en los bolsillos, los reyes hunos ordenan levantar el campamento y se retiran encantados hacia el interior de su propio imperio, donde permanecieron durante cuatro años, tiempo suficiente para que Bleda muriese (o fuera asesinado por su propio hermano, esto ya no está tan claro) y Atila se autoproclamase como rey único de los hunos.

Los años que pasaron entre la marcha de Atila y su regreso no fueron ni mucho menos placenteros para Constantinopla: disturbios, hambrunas, epidemias y hasta terremotos que destruyeron gran parte de sus poderosas murallas fueron culminados por la entrada desde el este  de un inmenso ejército huno comandado por un Atila pletórico que no ansiaba ya riquezas sino, simple y llanamente, poder.
 
Imperio Huno (máxima expansión)
Atila empieza a conquistar ciudades. Los habitantes de los Balcanes ya conocen el sonido que hacen los cascos de los pequeños caballos de guerra hunos y huyen de ellos como de la peste, pues cuenta la leyenda que el olor que desprendía la horda bárbara llegaba hasta las poblaciones antes incluso que los atacantes... pero no hay lugar alguno al que huír. Atila ha derrotado a la tropa romana en el río Vid y el Imperio romano de Oriente se encuentra totalmente a merced de los hunos, que llegan incluso hasta las estribaciones de las Termópilas para después volver sus miras, una vez más, hacia la resplandeciente Constantinopla. Las murallas, principal elemento defensivo de la ciudad habían sido destruídas por una serie de terremotos, por lo que los hunos pensaban que tendrían el paso franco hacia el corazón del Imperio... pero la cosa no fue exactamente así. Una vez llegaron a las puertas de Constantinopla, Atila y los suyos se dieron de bruces contra unas murallas completamente restauradas e inexpugnables, por lo que se quedaron otra vez con dos palmos de narices sin poder saquear la joya de la corona, lo que enfadó bastante a Atila, que fijó de nuevo unos tributos espectaculares para que el Imperio romano de Oriente pudiera vivir en paz durante algunos años más. Huelga decir que, por supuesto, Teodosio aceptó las condiciones sin rechistar.
Viendo que lo de Constantinopla lleva constantemente a una vía muerta, Atila decide buscarse un nuevo enemigo encontrando en el reino visigodo de Touluse, al sur de Francia, al candidato perfecto. El reino es rico y está esperando con los brazos abiertos a los saqueadores hunos, pero para llegar hasta él, Atila debe cruzae el Imperio romano de Occidente, con el que se encuentra en buenas relaciones y con el que no quiere romper lazos por la fuerza. La excusa le llega en el año 450 en forma de una carta firmada por Honoria, hija de Valentiniano III, el emperador romano de Occidente.
En esta misiva, Honoria pide a Atila que acuda en su ayuda, pues ha sido prometida contra su voluntad a un senador al que no corresponde. El rey de los hunos, que no era tonto ni mucho menos, toma esta petición de auxilio como una propuesta de matrimonio y pidió como dote la mitad del Imperio romano de Occidente. Al enterarse de todo esto, Valentiniano escribió a Atila explicándole que la misiva de su hija era falsa y que, por lo tanto, no habria boda... pero el rey de los hunos da el compromiso por sellado y, en respuesta, envía una delegación a Rávena para anunciar que él mismo va a desplazarse hasta el Imperio para reclamar lo que considera suyo por derecho.
Una vez reunidos todos sus aliados y ya en el año 451, Atila se planta en Bélgica con un ejército de medio millón de hombres que, el 7 de abril de ese mismo año, toman Metz y empiezan a avanzar hacia el sur. Roma no está demasiado de acuerdo con los movimientos hunos, de modo que se alían con los visigodos y envían una tropa conjunta al encuentro de Atila. Esta tropa conjunta está comandada por el magister militum Aecio y por el rey visigodo Teodorico, quienes interceptan el avance huno en cerca de Châlons-en-Champagne y derrotan a Atila en la batalla de los Campos Cataláunicos.
 
Hunos en los Campos Cataláunicos
Lejos de rendirse, Atila volvió sobre sus pasos para arrasar la península itálica reclamando la mano de Honoria, lo que obligó a Valentiniano a mudarse de Rávena (capital del Imperio de Occidente) a Roma. Los hunos vuelven a saquear tierras romanas hasta que, sin previo aviso, se detienen a orillas del río Po y, tras una conversación mantenida allí mismo entre Atila y una embajada romana, se retiran a sus tierras más allá del Danubio.
A día de hoy, el por qué de su precipitada marcha aún no ha sido desvelado. Lo que si se sabe es que nada más llegar a sus tierras empezó a planear una nueva guerra contra Constantinopla con la excusa de reclamar los tributos que el sucesor de Teodosio había dejado de pagar... pero no pudo emprender su nueva aventura al ser sorprendido por la muerte a principios del año 453.
Los detalles que rodean su fallecimiento son controvertidos: la versión "oficial" habla de que durante la celebración de su última boda Atila sufrió una gravísima hemorragia nasal que le llevó a la muerte por ahogamiento con su propia sangre, pero hay otras versiones que cuentan que fue otra de sus esposas la que apuñaló al rey de los hunos dándole muerte.

La muerte de Atila supuso la muerte del Imperio huno como tal, pues la regencia quedó en manos de su hijo Elac, pero este tuvo que luchar por la supremacía con sus hermanos, lo que supuso una nueva fragmentación y la disolución de los pueblos hunos.
Roma, por su parte, sobrevivió a Atila, pero la intrepidez del huno dejó el terreno abonado para que los vándalos arrasaran los restos marchitos del Imperio pocos años después.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La legión perdida de Craso

Los límites de la historia que vamos a contar hoy se difuminan, como tantas otras veces, en la bruma de la leyenda. En un tiempo en el que casi todos los registros estaban a caballo entre la historia y el mito, una legión romana emprendió un viaje que la llevaría hasta nuestros días... pero no adelantemos acontecimientos.

Marco Licinio Craso
Dejemos volar nuestra imaginación hasta la esplendorosa Roma del sigo I a.C. Por aquel entonces, el imperio aún no había sido proclamado y la república estaba gobernada por un triunvirato formado por César, Pompeyo y Craso. Los bárbaros presionaban las fronteras exteriores y los líderes de Roma empezaban a estar bastante hartos de la insolencia de aquellos salvajes, especialmente de unos que pretendían erigirse en un imperio igual en importancia a la propia Roma y que se empeñaban en tocar las narices en las cercanías del límite oriental: los partos.
En estas estábamos cuando el triunvirato decide acabar de una vez por todas con el problema: Roma llama a sus águilas y pone bajo las órdenes directas de Craso un ejército formado por siete legiones complementadas por unos 4.000 arqueros y otros 4.000 jinetes galos, lo que hacía un número total aproximado de 50.000 hombres. Con esta hueste a sus espaldas, Craso se pone en camino hacia tierras extranjeras con la idea de ventilar el asunto por la vía rápida... pero la cosa no le sale exactamente como esperaba. A la altura de Carras (en la actual  Turquía), las legiones avistan al ejército enemigo y se disponen para la batalla confiando en la victoria, pero los partos oscurecen el cielo con sus flechas y su caballería hace una auténtica escabechina entre las filas romanas.
El episodio de Carras termina pues en una catástrofe absoluta para Roma, que ve como 20.000 legionarios yacen muertos sobre el campo de batalla mientras los partos ejecutan a Craso y hacen prisioneros a todos los romanos supervivientes.
Una vez finalizada la confrontación, la inmensa mayoría de los cautivos son vendidos como esclavos o condenados a trabajos forzados, pero un pequeño grupo de legionarios cambia sus lealtades y consienten en luchar por los intereses partos con la condición de evitar la esclavitud. Así, estos hombres son enviados a Bactrania (actual Turkmenistán), en el límite oriental del imperio parto, para luchar contra los hunos.
Las hostilidades entre romanos y partos se prolongan durante 33 años más hasta que, en el 20 a.C., ambas naciones firman un tratado de paz en el que se establece el retorno a casa de los prisioneros capturados en la batalla de Carras. En ese momento, romanos y partos aúnan fuerzas para buscar a aquel contingente que había servido en el ejército parto contra los hunos... pero nadie sabe dónde están ni que ha sido de ellos. Simplemente parece que se han desvanecido: ellos son la legión perdida.

Imperio Parto (siglo Ia.C.)
La legión renegada de Craso permaneció desaparecida hasta nuestros días cuando, gracias a las comparaciones llevadas a cabo entre las crónicas de Plutarco, Plinio el Viejo y los registros históricos de la dinastía Han (reinante en China entre los años 206 a.C. y el 220 de nuestra era), se ha empezado a levantar el halo de misterio que envolvía a aquellos hombres.
Según las crónicas chinas, en el año 36 a.C., el general Gan Yanshou se lanzó a una campaña que le obligaba a pasar por Bactria, donde conquistó la ciudad de Zhizhi. Esto no deberia ser un hecho reseñable de no ser por la descripción que el biógrafo del general chino hace de los defensores: según él, la ciudad estaba rodeada por una empalizada de estacas afiladas y estaba defendida por un contingente de soldados veteranos extremadamente disciplinados que entraban en combate alineados y situando sus escudos en una formación que recordaba a las escamas de un pescado.
Finalmente la ciudad cayó, pero los chinos quedaron tan impresionados con el desempeño de los defensores que, en lugar de ejecutarlos allí mismo, los deportaron a un lugar al que, por decreto imperial, se le puso el nombre de Li-Jien. A partir de este momento, su misión consistiría en proteger las fronteras chinas de las cada vez más numerosas incursoiones tibetanas. Del mismo modo que lo anterior, esto debería haber quedado en anécdota... pero el nombre de Li-Jien que el emperador ordenó poner al asentamiento de los occidentales no es sino la transcripción china de la palabra "legión", que los chinos de la época utilizaban para designar tanto a los soldados romanos como a la propia Roma, de quien ya habían tenido noticias por referencias de sus legados comerciales en oriente medio.
A estas alturas, la teoría de la casualidad ya cojea bastante; pero aún hay más. Ya en el año 2.001 y a la luz de estas revelaciones, la Universidad de Lanzhou empezó e curiosear entre los genes de los habitantes de la zona obteniendo unas conclusiones bastante curiosas: El 46 por ciento de los habitantes de Zhelaizhai (región en la que se encuadraba la antigua Li-Jien) tienen una peculiar afinidad genética con distintas poblaciones europeas y, además, en esta región se presentan rasgos físicos desconocidos en el resto de china, tales como ojos azules o cabellos rizados y pelirrojos.

Pero no es oro todo lo que reluce. A pesar de estas evidencias y de que se hayan encontrado restos romanos en excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la zona, la historia ha sido incapaz de determinar como cierta la historia de la legión perdida, pues Li-Jien era también un puesto avanzado en la ruta de la seda y bien pudiera ser que toda esta curiosa leyenda estuviera edificada sobre un cúmulo de casualidades.