miércoles, 12 de septiembre de 2012

La legión perdida de Craso

Los límites de la historia que vamos a contar hoy se difuminan, como tantas otras veces, en la bruma de la leyenda. En un tiempo en el que casi todos los registros estaban a caballo entre la historia y el mito, una legión romana emprendió un viaje que la llevaría hasta nuestros días... pero no adelantemos acontecimientos.

Marco Licinio Craso
Dejemos volar nuestra imaginación hasta la esplendorosa Roma del sigo I a.C. Por aquel entonces, el imperio aún no había sido proclamado y la república estaba gobernada por un triunvirato formado por César, Pompeyo y Craso. Los bárbaros presionaban las fronteras exteriores y los líderes de Roma empezaban a estar bastante hartos de la insolencia de aquellos salvajes, especialmente de unos que pretendían erigirse en un imperio igual en importancia a la propia Roma y que se empeñaban en tocar las narices en las cercanías del límite oriental: los partos.
En estas estábamos cuando el triunvirato decide acabar de una vez por todas con el problema: Roma llama a sus águilas y pone bajo las órdenes directas de Craso un ejército formado por siete legiones complementadas por unos 4.000 arqueros y otros 4.000 jinetes galos, lo que hacía un número total aproximado de 50.000 hombres. Con esta hueste a sus espaldas, Craso se pone en camino hacia tierras extranjeras con la idea de ventilar el asunto por la vía rápida... pero la cosa no le sale exactamente como esperaba. A la altura de Carras (en la actual  Turquía), las legiones avistan al ejército enemigo y se disponen para la batalla confiando en la victoria, pero los partos oscurecen el cielo con sus flechas y su caballería hace una auténtica escabechina entre las filas romanas.
El episodio de Carras termina pues en una catástrofe absoluta para Roma, que ve como 20.000 legionarios yacen muertos sobre el campo de batalla mientras los partos ejecutan a Craso y hacen prisioneros a todos los romanos supervivientes.
Una vez finalizada la confrontación, la inmensa mayoría de los cautivos son vendidos como esclavos o condenados a trabajos forzados, pero un pequeño grupo de legionarios cambia sus lealtades y consienten en luchar por los intereses partos con la condición de evitar la esclavitud. Así, estos hombres son enviados a Bactrania (actual Turkmenistán), en el límite oriental del imperio parto, para luchar contra los hunos.
Las hostilidades entre romanos y partos se prolongan durante 33 años más hasta que, en el 20 a.C., ambas naciones firman un tratado de paz en el que se establece el retorno a casa de los prisioneros capturados en la batalla de Carras. En ese momento, romanos y partos aúnan fuerzas para buscar a aquel contingente que había servido en el ejército parto contra los hunos... pero nadie sabe dónde están ni que ha sido de ellos. Simplemente parece que se han desvanecido: ellos son la legión perdida.

Imperio Parto (siglo Ia.C.)
La legión renegada de Craso permaneció desaparecida hasta nuestros días cuando, gracias a las comparaciones llevadas a cabo entre las crónicas de Plutarco, Plinio el Viejo y los registros históricos de la dinastía Han (reinante en China entre los años 206 a.C. y el 220 de nuestra era), se ha empezado a levantar el halo de misterio que envolvía a aquellos hombres.
Según las crónicas chinas, en el año 36 a.C., el general Gan Yanshou se lanzó a una campaña que le obligaba a pasar por Bactria, donde conquistó la ciudad de Zhizhi. Esto no deberia ser un hecho reseñable de no ser por la descripción que el biógrafo del general chino hace de los defensores: según él, la ciudad estaba rodeada por una empalizada de estacas afiladas y estaba defendida por un contingente de soldados veteranos extremadamente disciplinados que entraban en combate alineados y situando sus escudos en una formación que recordaba a las escamas de un pescado.
Finalmente la ciudad cayó, pero los chinos quedaron tan impresionados con el desempeño de los defensores que, en lugar de ejecutarlos allí mismo, los deportaron a un lugar al que, por decreto imperial, se le puso el nombre de Li-Jien. A partir de este momento, su misión consistiría en proteger las fronteras chinas de las cada vez más numerosas incursoiones tibetanas. Del mismo modo que lo anterior, esto debería haber quedado en anécdota... pero el nombre de Li-Jien que el emperador ordenó poner al asentamiento de los occidentales no es sino la transcripción china de la palabra "legión", que los chinos de la época utilizaban para designar tanto a los soldados romanos como a la propia Roma, de quien ya habían tenido noticias por referencias de sus legados comerciales en oriente medio.
A estas alturas, la teoría de la casualidad ya cojea bastante; pero aún hay más. Ya en el año 2.001 y a la luz de estas revelaciones, la Universidad de Lanzhou empezó e curiosear entre los genes de los habitantes de la zona obteniendo unas conclusiones bastante curiosas: El 46 por ciento de los habitantes de Zhelaizhai (región en la que se encuadraba la antigua Li-Jien) tienen una peculiar afinidad genética con distintas poblaciones europeas y, además, en esta región se presentan rasgos físicos desconocidos en el resto de china, tales como ojos azules o cabellos rizados y pelirrojos.

Pero no es oro todo lo que reluce. A pesar de estas evidencias y de que se hayan encontrado restos romanos en excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la zona, la historia ha sido incapaz de determinar como cierta la historia de la legión perdida, pues Li-Jien era también un puesto avanzado en la ruta de la seda y bien pudiera ser que toda esta curiosa leyenda estuviera edificada sobre un cúmulo de casualidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario