miércoles, 19 de septiembre de 2012

El azote de Dios

Hoy vamos a dedicar una líneas al que fue el terror de Europa durante casi 20 años. El pueblo al que gobernaba era poco dado a la escritura, de modo que las fuentes que hablan de su historia son escasas, confusas y redactadas por sus mayores enemigos: los romanos. Hoy hablaremos de Atila, el azote de Dios.

Atila
Nuestro protagonista nació en un punto indeterminado de las llanuras danubianas en algún momento situado entre el año 395 y el 406. El mundo de la época era convulso y los hunos llevaban ya bastante tiempo armando gresca en la cuenca del Danubio, pero estaban fragmentados en una miríada de tribus independientes y cada uno guerreaba por su cuenta, por lo que sus acciones se limintaban al margen oriental del gran río. Todo esto cabió a partir del año 378. En esta fecha y aprovechando la división del Imperio Romano, los visigodos se sacuden el yugo impuesto por Roma y empiezan a campar a sus anchas por los Balcanes. Los saqueos, incendios y violaciones están a la orden del día y las mermadas legiones no pueden hacer nada ante la marea de pueblos germánicos que, siguiendo el ejemplo visigodo, se lanza sobre Europa del este. A todo esto, los hunos son aún demasiado débiles y lo observan todo desde la distancia... hasta que en el año 432 el rey Rugila consigue por fin unificar todas las tribus y cruza el Danubio en busca de una buena pelea.
Viendo venir a aquel nuevo pueblo del este, Teodosio II (emperador romano de Oriente) se asusta de tal manera que acuerda pagar un tributo de 115 kg de oro anuales a cambio de que Rugila y los suyos le dejen en paz.

En este contexto se crió Atila, hijo del hermano de Rugila y que tenía un hermano llamado Bleda. Pronto, su padre murió dejando a Atila y al mentado Bleda a cargo de su tío Rugila, quien enseñó a ambos a gobernar y les instruyó ampliamente en el arte de la guerra. 
 
Dos años después de que los hunos cruzaran por primera vez el Danubio, Rugila murió dejando el reinado en manos de Atila y Bleda y los chicos, dignos aprendices de su tío, entraron en conversaciones con Teodosio para mantener la paz a cambio de que se duplicase el tributo pactado dos años antes además de ciertas prebendas para los comerciantes hunos y del compromiso un rescate exorbitado por cada prisionero romano. El emperador romano de Oriente, como ya hizo con Rugila, aceptó las condiciones sin rechistar y los hunos respetaron las condiciones del tratado desapareciendo de las fronteras romanas por un período de cinco años.
Durante todo ese tiempo, lejos de aprovechar el período de paz, los hunos guerrearon contra los eslavos y contra los germanos, a los que vencieron provocando que una oleada de tribus germánicas se abalanzara sobre el Imperio romano de Occidente en una alocada huída hacia adelante. Tras estas victorias, Atila y Bleda trazaron un ambicioso plan para invadir Persia e iniciaron una ofensiva a gran escala, pero fueron derrotados por los persas en el territorio de la actual Armenia, lo que los llevó de nuevo al punto de partida: las fronteras del Imperio romano de Oriente.
Estamos ya en el año 440 y los hunos vuelven a tener ganas de gresca. Los romanos no quieren ni oír hablar de guerra, pero a Atila y Bleda la opinión de los romanos les resbala bastante, así que empiezan a saquear los Balcanes en una ofensiva que les planta tres años después a las puertas de la mismísima Constantinopla. Los hunos llevan años saqueando y violando a placer e incluso han aprendido a utilizar tácticas y maquinaria de asedio, pero las murallas de la ciudad son tan sólidas que ni siquiera sus recién adquiridas habilidades son capaces de derribarlas, de modo que los hermanos deciden plantar un campamento a las afueras de Constantinopla y esperar a ver qué pasa. Teodosio, como era de esperar, "se caga de miedo" y, bajándose una vez más los pantalones ante los hunos, compra la paz a cambio de casi 2.000 kg de oro a pagar en un único plazo y casi 700 kg más como cuota anual. Con este bagaje en los bolsillos, los reyes hunos ordenan levantar el campamento y se retiran encantados hacia el interior de su propio imperio, donde permanecieron durante cuatro años, tiempo suficiente para que Bleda muriese (o fuera asesinado por su propio hermano, esto ya no está tan claro) y Atila se autoproclamase como rey único de los hunos.

Los años que pasaron entre la marcha de Atila y su regreso no fueron ni mucho menos placenteros para Constantinopla: disturbios, hambrunas, epidemias y hasta terremotos que destruyeron gran parte de sus poderosas murallas fueron culminados por la entrada desde el este  de un inmenso ejército huno comandado por un Atila pletórico que no ansiaba ya riquezas sino, simple y llanamente, poder.
 
Imperio Huno (máxima expansión)
Atila empieza a conquistar ciudades. Los habitantes de los Balcanes ya conocen el sonido que hacen los cascos de los pequeños caballos de guerra hunos y huyen de ellos como de la peste, pues cuenta la leyenda que el olor que desprendía la horda bárbara llegaba hasta las poblaciones antes incluso que los atacantes... pero no hay lugar alguno al que huír. Atila ha derrotado a la tropa romana en el río Vid y el Imperio romano de Oriente se encuentra totalmente a merced de los hunos, que llegan incluso hasta las estribaciones de las Termópilas para después volver sus miras, una vez más, hacia la resplandeciente Constantinopla. Las murallas, principal elemento defensivo de la ciudad habían sido destruídas por una serie de terremotos, por lo que los hunos pensaban que tendrían el paso franco hacia el corazón del Imperio... pero la cosa no fue exactamente así. Una vez llegaron a las puertas de Constantinopla, Atila y los suyos se dieron de bruces contra unas murallas completamente restauradas e inexpugnables, por lo que se quedaron otra vez con dos palmos de narices sin poder saquear la joya de la corona, lo que enfadó bastante a Atila, que fijó de nuevo unos tributos espectaculares para que el Imperio romano de Oriente pudiera vivir en paz durante algunos años más. Huelga decir que, por supuesto, Teodosio aceptó las condiciones sin rechistar.
Viendo que lo de Constantinopla lleva constantemente a una vía muerta, Atila decide buscarse un nuevo enemigo encontrando en el reino visigodo de Touluse, al sur de Francia, al candidato perfecto. El reino es rico y está esperando con los brazos abiertos a los saqueadores hunos, pero para llegar hasta él, Atila debe cruzae el Imperio romano de Occidente, con el que se encuentra en buenas relaciones y con el que no quiere romper lazos por la fuerza. La excusa le llega en el año 450 en forma de una carta firmada por Honoria, hija de Valentiniano III, el emperador romano de Occidente.
En esta misiva, Honoria pide a Atila que acuda en su ayuda, pues ha sido prometida contra su voluntad a un senador al que no corresponde. El rey de los hunos, que no era tonto ni mucho menos, toma esta petición de auxilio como una propuesta de matrimonio y pidió como dote la mitad del Imperio romano de Occidente. Al enterarse de todo esto, Valentiniano escribió a Atila explicándole que la misiva de su hija era falsa y que, por lo tanto, no habria boda... pero el rey de los hunos da el compromiso por sellado y, en respuesta, envía una delegación a Rávena para anunciar que él mismo va a desplazarse hasta el Imperio para reclamar lo que considera suyo por derecho.
Una vez reunidos todos sus aliados y ya en el año 451, Atila se planta en Bélgica con un ejército de medio millón de hombres que, el 7 de abril de ese mismo año, toman Metz y empiezan a avanzar hacia el sur. Roma no está demasiado de acuerdo con los movimientos hunos, de modo que se alían con los visigodos y envían una tropa conjunta al encuentro de Atila. Esta tropa conjunta está comandada por el magister militum Aecio y por el rey visigodo Teodorico, quienes interceptan el avance huno en cerca de Châlons-en-Champagne y derrotan a Atila en la batalla de los Campos Cataláunicos.
 
Hunos en los Campos Cataláunicos
Lejos de rendirse, Atila volvió sobre sus pasos para arrasar la península itálica reclamando la mano de Honoria, lo que obligó a Valentiniano a mudarse de Rávena (capital del Imperio de Occidente) a Roma. Los hunos vuelven a saquear tierras romanas hasta que, sin previo aviso, se detienen a orillas del río Po y, tras una conversación mantenida allí mismo entre Atila y una embajada romana, se retiran a sus tierras más allá del Danubio.
A día de hoy, el por qué de su precipitada marcha aún no ha sido desvelado. Lo que si se sabe es que nada más llegar a sus tierras empezó a planear una nueva guerra contra Constantinopla con la excusa de reclamar los tributos que el sucesor de Teodosio había dejado de pagar... pero no pudo emprender su nueva aventura al ser sorprendido por la muerte a principios del año 453.
Los detalles que rodean su fallecimiento son controvertidos: la versión "oficial" habla de que durante la celebración de su última boda Atila sufrió una gravísima hemorragia nasal que le llevó a la muerte por ahogamiento con su propia sangre, pero hay otras versiones que cuentan que fue otra de sus esposas la que apuñaló al rey de los hunos dándole muerte.

La muerte de Atila supuso la muerte del Imperio huno como tal, pues la regencia quedó en manos de su hijo Elac, pero este tuvo que luchar por la supremacía con sus hermanos, lo que supuso una nueva fragmentación y la disolución de los pueblos hunos.
Roma, por su parte, sobrevivió a Atila, pero la intrepidez del huno dejó el terreno abonado para que los vándalos arrasaran los restos marchitos del Imperio pocos años después.

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