Vamos a situarnos hoy en el corazón de la convulsa Europa del siglo XVI, cuando los tercios españoles campaban a sus anchas por los campos de batalla del viejo continente. Ya por aquellos tiempos, franceses y españoles se las traían tiesas, así que Carlos V decidió unir sus fuerzas a las del Papa León X para expulsar a los galos de la Lombardía y repartirse la influencia de la zona a medias con la sede pontificia. De esta manera, los de Francia se encuentran en 1.521 con un montón de españoles, italianos y alemanes cabreados que llaman a las puertas de sus territorios con lanzas y arcabuces.
Próspero Colonna |
El ducado de Milán (bajo mandato francés) se llevó la peor parte en las batallas que tuvieron lugar durante aquel conflicto.Próspero Colonna, líder de la fuerza italo-española, entra a sangre y fuego en el Milanesado poniendo bajo sitio una ciudad tras otra y provocando auténticas desbandadas en el ejército francés comandado por Odet de Foix, quien se ve obligado a retirarse a Milán en busca del refugio que pudieran proporcionarle sus recios muros de cara a pasar el invierno... el problema se presentó cuando los franceses descubrieron que a Colonna no le gustaba demasiado descansar en invierno: el 21 de noviembre, el italiano se planta frente a las murallas de Milán y lanza un ataque nocturno que desborda las defensas y acaba con de Foix huyendo hacia Cremona con el rabo entre las piernas.
Desde su refugio de Cremona, el francés lanza constantes ataques contra las líneas de suministros de Colonna, pero rehusa atacar frontalmente las posiciones ganadas por la fuerza italo-española. Ante esta muestra de "pánico escénico", los piqueros suizos que habían llegado en manada como refuerzo para las tropas francesas se suben a las barbas de Foix obligándole a lanzar una ataque que debe concluir con la recuperación de los territorios perdidos en el Milanesado... lo que habría sido un plan fantástico de no ser porque Colonna había previsto el movimiento francés.
Abandonando Milán, la hueste de Colonna se refugió en la mansión de Bicoca, cuyos aledaños fueron fortificados a conciencia dejando únicamente dos posibles accesos: una franja de 500 metros de tierra en el frente norte y un puente en el sur.
En la tarde del 26 de abril de 1.522, de Foix llega a Bicoca y envía a un destacamento de exploradores a investigar. Los jinetes ponen sobre aviso al francés de que aquello iba a ser muy complicado, pero los suizos están desatados por la inminencia de la batalla y obligan a Foix a ordenar el ataque para la mañana del día siguiente. En la mañana del 27 de abril, de Foix ordenó avanzar a los piqueros suizos hacia el frente norte de Bicoca.
La fuerza helvética estaba compuesta por dos columnas (una de 4.000 hombres y otra de 7.000) que debían avanzar en formación compacta flaqueadas por cañones franceses cuya misión sería la de castigar los muros antes de que la infantería entrase en la fortificación. Desoyendo dichas órdenes, los suizos se mofan una vez más de Foix y avanzan a marchas foradas hacia las posiciones de Colonna dejando atrás a los soldados de artillería franceses.
Mercenario suizo |
Los suizos avanzan sin oposición hasta que topan con el primero de los terraplenes preparados por los hombres de Colonna. En ese momento, 4.000 arcabuceros españoles dirigidos por Fernando de Ávalos, se alzan tras el parapeto de la muralla y empiezan a descargar un auténtico diluvio de muerte sobre los suizos. Estos, espoleados por sus capitanes, cargan a la desesperada sobre las posiciones italo-españolas, pero Colonna había apostado ante los piqueros a una línea de mercenarios alemanes que rechazaron sin demasiado esfuerzo las embestidas suizas.
Media hora después, los despojos del contigente piquero se retiraban en desbandada dejando tras de sí los cadáveres de 3.000 compañeros caídos. ¿El balance para el bando de Colonna? 1 muerto... y no por combate sino por la coz de una mula.
En el sur las cosas no fueron muy distintas: un contingente de caballería francesa consiguió llegar al puente y superar sus defensas, pero Colonna respondió con una maniobra envolvente de su propia caballería que habría acabado con la muerte de los jinetes franceses de nos ser por que su comandante avistó el movimiento italo-español y ordenó tocar a retirada.
La batalla de Bicoca supuso un duro golpe para los intereses franceses en la Lombardía, pero el golpe fue más duro aún para la infantería suiza, que descubrió en aquel campo que su táctica de picas en formación cerrada había quedado obsoleta frente a la abrumadora potencia de fuego de los arcabuces.
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