Vamos a hablar de una espada que tiene su origen en las tierras orientales de la antigua Turquía. El yagatán es un sable que, gracias a su versatilidad, podía ser usado como arma de corte o de estocada.
Yatagán (s. XVII) |
Evolucionado desde la falcata y su pariente griega, la makhaira, el yagatán se desmarcó como un arma terriblemente eficaz que tenía ciertas peculiaridades con respecto a las espadas de la época: en primer lugar, su hoja era prácticamente recta, pero los hábiles herreros otomanos la dotaron de una sutil curvatura doble que hacía su hoja aún más mortífera. Además de esto, el último tercio del yagatán tenía un contrafilo que lo capacitaba para asestar terribles estocada. En último lugar, la peculiaridad más llamativa de este sable es que carecía de gavilanes pero, en su lugar, unas protuberancias en la parte trasera empuñadura recta hacían las funciones de agarre.
Como ya hemos dicho, este arma ve la luz por primera vez en la edad media turca, a manos de un herrero llamado Osman Bey que le dió a su creación el nombre de su pueblo. Este magnífico sable, popularizado por los jenízaros, tuvo su apogeo en las campañas medievales de los grandes sultanes otomanos, en las que la infantería de élite tomó el yatagán como propio y repartió muerte con su hoja por toda Europa oriental.
El yagatán cayó en desuso, como casi todas las armas de corte, a finales del siglo XIX; pero antes de eso y gracias a su efectividad extendío su diseño por toda Europa del este, Rusia, Oriente Medio e inclusó llegó a influir definitivamente en la elaboración de algunos sables chinos.
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