martes, 16 de agosto de 2011

Megido, la primera batalla documentada

En el siglo XV a.C. se produjo en Egipto la primera gran batalla documentada de la historia. La fecha más aceptada para el desarrollo de este combate es el 9 de mayo del año 1457 a.C. pero, como siempre cuando se habla de épocas tan  lejanas, los autores difieren entre sí mostrando un abanico de fechas que van desde el año 1482 a.C. al 1479 a.C. aparte de la ya mencionada, que tomaremos como válida para esta entrada.

Reina Hatshepsut
En ese año 1457 a.C., el periodo de regencia de al reina Hatshepsut termina y su sucesor, Tutmosis III, asceinde al trono de los faraones. Aprovechando la supuesta debilidad de este nuevo faraón y el momento de confisión provocado por la sucesión, los cananeos se alzan en una rebelión a la que se unen los reinos de Mitani y Kadesh y la ciudad libre de Megido, de capital importancia estratégica por suponer la puerta de entrada a las rutas comerciales que venían desde Mesopotamia.
El rey de Kadesh asume el mando de la revuelta y se alza en armas contra el faraón, quien responde reuniendo un ejército de 10.000 hombres que, tras una marcha de 22 días por el Camino de Horus, se posiciona en la ciudad de Yehem.

Desde este punto, había tres posibles caminos para llegar hasta Megido. Dos de ellas atravesaban sendos valles descubiertos en los que podía ver al enemigo aproximándose pero, en lugar de estas dos, Tutmosis III elige la ruta más rápida pero más peligrosa, que atraviesa un desfiladero proclive a las emboscadas y desemboca en la ciudad de Aruna.
Los rebeldes, pensando que el faraón tomaría una de las rutas fáciles, dejan el desfiladero sin vigilancia. Esto permite a las tropas egipcias llegar por sorpresa a Aruna y aplastar a la pequeña guarnición rebelde que ha quedado a su cargo sin apenas sufrir bajas.
Esa misma noche Tutmosis despliega a sus soldados en formación cóncava, comanda en persona el centro de la columna y vigilando que sus flancos aumenten paulatinamente la presión sobre los extremos de la armada rebelde. Esta maniobra consigue poner en retirada a las tropas de la coalición rebelde, que huyen en desbandada hacia los muros de Megido.

Tutmosis III
El problema se presentó cuando los soldados egipcios se afanaron tanto en saquear el campamento enemigo que no se dieron cuenta de que el rey de Kadesh seguido de sus tropas se refugiaba entre los muros de la ciudad y cerraba las puertas a cal y canto. La avaricia de la infantería egipcia había hecho que Tutmosis perdiera la oportunidad de sofocar la rebelión cananea con una única y fulgurante victoria.
En su lugar, fueron necesarios siete largos meses de asedio para que la ciudad rebelde se rindiera. Tras la caída de Megido, los cronistas de la época documentaron en Karnak la cuantía del botín conseguido de la siguiente forma:

"340 prisioneros vivos y 83 manos. 2.041 yeguas, 191 potros, 6 sementales. Un carro trabajado en oro, su vara de oro, de este vil enemigo; un hermoso carro trabajado en oro del príncipe de Megido, 892 carros de su miserable ejército; en total, 924 carros. Una hermosa armadura de bronce perteneciente al príncipe de Megido, 200 armaduras de su vil ejército, 502 arcos, 7 varas de madera del enemigo, trabajadas en plata. Además 1.929 cabezas de ganado grandes, 2.000 de ganado pequeño, 20.500 ovejas"

Además de los bienes materiales reflejados en esta lista, Tutmosis III tomó bajo su protección a los hijos de los principales cabecillas rebeldes y ordenó que fueran educados bajo la ley egipcia. Años después, los hijos de aquellos que se habían alzado en armas contra Egipto volvieron a sus lugares de origen y gobernaron con el consentimiento del faraón, dando así inicio a la pacificación de Siria y Canaán.

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