viernes, 27 de mayo de 2011

Jenízaros, los de la Sublime Puerta

A día de hoy, sabemos que los jenízaros constituyeron la tropa de élite del Imperio Otomano, llegando a formar la guardia pretoriana del mismísimo sultán pero... ¿qué llevó a un gfrupo de muchachos cristianos a convertirse en fieros soldados del Islám? Vamos a intentar descubrirlo.

Jenízaros
En un principio, el ejército de la Sublime Puerta (como era conocido el gobierno del Imperio Otomano) estaba formado principalmente por guerreros libres que dependían de jefes tribales. Esto suponía dos problemas básicos: en primer lugar, estos soldados no aceptaban casi nunca un destino de infantería debido al riesgo que conllevaba y, en segundo lugar, el carácter de los clanes era veleidoso y sus lealtades no estuvieron del todo claras en ningún momento.
Esta circunstancia se unió al hecho de que las mazmorras imperiales estaban repletas de prisioneros cristianos jóvenes y fuertes, curtidos por una vida de continuos combates y que renegaban de la esclavitud a la que sin duda serían destinados. Entonces, ¿por qué no utilizar a esos infieles? ¿por qué no darles la opción de escapar de la esclavitud a cambio de servir en el ejército del Islám? En respuesta a estas preguntas, Orhan I (segundo sultán del Imperio Otomano) fundó el cuerpo de jenízaros.

La tropa permanente de los jenízaros siguió nutriéndose de esclavos y prisioneros de guerra hasta que, en el año 1380, Selim I decidió profesionalizar su única unidad de infantería verdaderamente fiable. El sultán instauró en los territorios que le rendían tributo (principalmente en Grecia y los Balcanes) el devshirmeh, un impuesto mediante el que los gobernantes de dichos territorios se comprometían a entregar un determinado número de niños para que sirvieran en el ejército turco.

Orhan I
Los infantes cristianos eran reclutados en edades que oscilaban entre los 7 y los 14 años, pero no se convertirían en jenízaros de pleno derecho hasta que cumplían los 24 o 25 años. Durante el tiempo que duraba su entrenamiento, los muchachos eran recluídos en escuelas militares llamadas Acemi Oğlanı, en las que se le enseñaban tácticas de combate cuerpo a cuerpo y manejo de todo el abanico armamentístico de la época.
Pero no todo eran duros ejercicios físicos en las Acemi Oğlanı. Aparte de las cosas que los futuros soldados iban a necesitar para llevar a cabo su profesión, se les enseñaban otras como literatura, idiomas o cálculo, además de diversos juegos y deportes destinados a favorecer la camaradería y la cohesión entre el futuro escuadrón de jenízaros.
Los chicos que estudiaban en estas escuelas militares estaban obligados a aprender de memoria el Corán y, pese a que no estaban obligados a ello, la mayoría terminaba convirtiéndose al Islam antes de que llegara el momento que todos esperaban con fervor, el día en el que dejaban de ser niños para convertirse en jenízaros.

Sólo los que hubieran demostrado mayores aptitudes durante el largo periodo de entrenamiento alcanzaban este estatus y, desde ese mismo momento, consagraban su vida al cumplimiento del deber. La única familia de un jenízaro era el resto de su pelotón y su único padre era el sultán del Imperio Otomano.

Derviche turco
Desde sus inicios, la orden de los jenízaros tomó como guías espirituales a los derviches, una orden religiosa suní formada por mendigos ascéticos que renegaba de los bienes materiales. Esta asociación consiguió poner al cuerpo de jenízaros en una posición en la que no importaban el oro, la plata y los ropajes caros; sino, única y exclusivamente, la gloria dada a la Sublime Puerta... pero todo esto cambió a partir del siglo XVI.

A lo largo de tres siglos (XVI, XVII y XVIII), los jenízaros empezaron a tomar una importancia desmesurada en el ejército del Imperio Otomano y el cuerpo comenzó a corromperse. El dinero corría en ríos procedentes de los saqueos, el tráfico de infuencias se había convertido en un hecho cotidiano y la disciplina de las nuevas generaciones iba en clara decadencia pero, en contrapunto a esto, los jenízaros habían adquirido gracias a sus resonadas victorias, una influencia política que rivalizaba con la del propio sultán.
Los jenízaros empezaron a intrigar contra el gobierno, exigiendo concesiones y priviliegios bajo la amenaza constante del golpe de estado, alcanzando su punto álgido en 1648, año en el que consiguieron que se aboliera el sistema de devshirmeh para que sólo los jenízaros ya reclutados pudieran transmitir sus empleos y privilegios a sus hijos.

Mahmut II
Continuaron siendo terriblemente eficaces en combate pero, ya en el siglo XIX, el sultán Mahmut II se hartó de las extorsiones sufridas a manos de su tropa de élite y hurdió un plan para disolver el cuerpo de jenízaros. En el año 1826, el Imperio Otomano empezó a entrenar por orden de Mahmut II a una nueva tropa de élite formada por combatientes turcos. Como era de esperar, a los jenízaros no les hizo ninguna gracia la constitución de un cuerpo que podía amenazar su estatus político, por lo que, tal como habían previsto el sultán y su estado mayor, se sublevaron en las calles de Estambul.
La rebelión derivó en una maniobra de exterminio mediante la que Mamut II asesinó a todos los jenízaros que pudo encontrar, disolviendo oficialmente el cuerpo y exiliando a las provincias más lejanas del imperio a los pocos supervivientes que depusieron las armas.

Esta es la historia de como un puñado de esclavos llegaron a convertirse en una tropa de élite capaz de hacer tambalearse los cimientos de un imperio y de cómo la soberbia y la avaricia de sus hijos desembocó en una matanza que borró de la faz de la tierra todo el trabajo de sus antepasados.

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