Hoy vamos a dedicar unas líneas a una historia reciente, una historia que involucró a 1.181 rehenes y que acabó con la muerte de más de 300 de ellos: la masacre de la escuela número 1 de Beslán.
Situación de Beslán en Rusia |
Nuestra historia comienza el día 1 de septiembre de 2.004 a las nueve de la mañana. Es el primer día de las clases de otoño y los niños están revolucionados por la perspectiva del nuevo curso; los padres han vuelto a casa o se han ido a trabajar tras dejar a sus hijos a cargo de los diligentes profesores que esperan pacientemente a que empiecen las clases... pero las clases nunca empezarían.
A las nueve y media, el colegio es asaltado por 30 individuos cubiertos con pasamontañas. Llegan en camiones militares y van armados hasta los dientes; pronto, sus fusiles de asalto empiezan a tabletear lanzando una auténtica lluvia de plomo contra los pocos policías que han conseguido llegar hasta la zona. Minutos después, las puertas se cierran dejando al otro lado los cadáveres de cinco policías.
Los hombres se cuelgan los kalashnikov del hombro dejando al descubierto los cinturones explosivos que les rodean la cintura y se giran hacia los 1.181 rehenes que han quedado atrapados en el colegio. La mayoría son niños, pero también hay algunas enfermeras y, por supuesto, los profesores de la escuela, entre los que se cuentan 20 hombres adultos que miran aterrados alrededor mientras intentan tranquilizar a los alumnos de entre 7 y 18 años. Los terroristas apartan al grupo de 20 hombres del resto de rehenes y les dan boleto metiéndoles una bala en la nuca para después lanzar sus cuerpos al patio dejando bien claro su mensaje: no queremos héroes.
Mientras tanto, en el exterior de la escuela se está formando un cordón que aglutina a lo más granado de las fuerzas especiales rusas: miembros del ejército, spetsnaz, el equipo antiterrorista alfa y la policía de operaciones especiales.
El foco de la prensa mundial está fijado en aquel colegio de Osetia del Norte y las fuerzas especiales rusas no pueden permitirse ni un sólo fallo, ya que su reputación está bastante mermada después de las medidas que adoptaron durante la crisis de los rehenes en el Teatro de Moscú (dos años antes), en la que habían optado por introducir un gas paralizante por los conductos de ventilacion antes de entrar y clavar a los secuestradores a sus asientos a base de machete. El problema es que la dosis de gas fue demasiado alta y se llevaron por delante a 129 rehenes.
Spetsnaz en Beslán |
Leonid Roshal, un pediatra pedido expresamente por los secuestradores, actúa como negociador y las noticias empiezan a llegar al mando del operativo especial: los terroristas exigen la retirada de las tropas rusas de Chechenia y la independencia oficial del país.
Roshal también informa a los mandos de que todos los rehenes han sido llevados al gimnasio y rodeados de explosivos. Si a las fuerzas especiales se les ocurre hacer cualquier movimiento, los terroristas se inmolarán llevándose consigo la vida
de 1.181 niños.
El día 2 de septiembre, las negociaciones entre Roshal y los secuestradores fracasan definitivamente. Los secuestradores rechazan la entrada en la escuela de comida, agua o medicamentos para los rehenes y las condiciones en el interior del atestado gimnasio empiezan a ser insufribles.
En la tarde de aquel mismo día, la intervención de Ruslán Aushev, ex presidente ingusetio, consigue que los secuestradores liberen a 11 enfermeras y a 15 niños como muestra de buena voluntad. El gimnasio sigue lleno pero, al menos, la labor de los negociadores empieza a dar sus frutos.
Al día siguiente, las negociaciones tocan techo cuando los secuestradores permiten la entrada en la escuela de un equipo médico con orden de retirar los cadáveres que se pudren en el patio. Son las 13:04 y se acaba de desatar el infierno.
Cuando el cuadro médico se aproximaba, uno de los secuestradores detonó por error una de las cargas explosivas que cubrían el perímetro del gimnasio. El estallido no causó ninguna víctima mortal, pero los alrededores del colegio se habían convertido en un hervidero de padres preocupados y (esto es Rusia, no lo olvidemos) armados hasta los dientes que empezaron a disparar como locos en cuanto oyeron la explosión. Al oír los disparos, los terroristas pensaron que la entrada del equipo médico no era más que una maniobra de distracción y que, en realidad, estaban sufriendo un asalto por parte de las fuerzas especiales, así que empezaron a disparar contra los médicos y a ejecutar rehenes.
Los equipos de operaciones especiales no podían creer lo que estaban viendo. Un grupo de padres armados con rifles de caza y pistolas habían desatado una batalla campal en un colegio tomado por terroristas chechenos... ahora sí que había que intervenir. Había que hacerlo rápido y a cualquier precio.
El asalto se produjo por tierra (con tropas de asalto y un tanque) y por aire (con dos helicópteros de combate). La labor del grupo antiterrorista alfa fue digna de reseña.
En cuanto empezaron los disparos, los rehenes se lanzaron a una huída en desbandada que desbordó las previsiones de los secuestradores. Estos, al verse superados, empezaron a descargar plomo sobre los rehenes que intentaban huír, causando una cifra escalofriante de bajas en el interior del gimnasio mientras que las tropas de asalto rusas abrían agujeros en las paredes para permitir la salida de los secuestrados.
Agujeros de huída en Beslán |
Inmediatamente después de ver los boquetes, los rehenes se lanzaron en masa hacia ellos bajo la lluvia de plomo de los secuestradores. Fue en este momento cuando los miembros del grupo alfa mostraron de que pasta estaban hechos: sin dejar de disparar en ningún momento, interpusieron sus cuerpos entre los terroristas y los agujeros por los que huían los niños. Varios soldados murieron de esta manera pero, cuando uno caía acribillado, otro ocupaba su lugar retomando sus labores de protección.
Los secuestradores hicieron explotar las cargas y el gimnasio saltó por los aires dejando en su lugar un montón de escombros y humo, pero las fuerzas especiales no cejaron en su empeño y, dos horas después del inicio de la ofensiva, comunicaron que la crisis había sido controlada.
Sin embargo, los primeros recuentos dejaron al descubierto un dato nada tranquilizador: faltaban tres secuestradores.
El grupo de asalto se dividió y empezó a registrar el colegio palmo a palmo. Los tres terroristas chechenos que habían conseguido salir del gimnasio fueron encontrados en un sótano, parapetados tras un grupo de rehenes que habían sido arrastrados hasta allí. Podían haber salido con vida de aquella. Incluso podían haber tenido la oportunidad de ir a juicio e ingresar en prisión... pero cometieron un error que les costó la vida: mataron a los niños que usaban como escudo delante de los spetsnaz.
Se dice que el grupo se cebó bastante con aquellos tres desgraciados, pero no hay pruebas que secunden esta hipótesis y el horno no estaba para bollos que hablasen de los derechos humanos, así que... caso cerrado.
El secuestro de Beslán se saldó con 334 muertos y 783 heridos, la mayoría menores de edad. El presidente Vladimir Putin declaró el 6 y 7 de septiembre como días de luto nacional y, como colofón, 135.000 personas tomaron la Plaza Roja en la tarde del día 7 para manifestarse en contra del terrorismo.
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