martes, 13 de marzo de 2012

De "pueblos Potemkin"

Hoy vamos a tratar un episodio cuyo origen se difumina, como en tantos otros, en las brumas de la leyenda. Cuenta el mito que, en el año 1.787, la zarina Catalina II decidió visitar la zona de Crimea, que había sido arrebatada a los turcos y se encontraba bajo dominio zarista desde hacía 4 años.

Grigori Potemkin
El mariscal Grigori Alexandrovich Potemkin, protegido de la zarina, está preocupado por la llegada a Crimea de Catalina II. A la zarina se le ha vendido que los 4 años de ocupación rusa han traído a la península prosperidad y bienestar... pero la cosa no es exactamente así.
Lo cierto es que Crimea se hunde más en la miseria con cada día que pasa y los habitantes de esta región no le tienen demasiado aprecio al régimen zarista; pero Potemkin le ha prometido a la zarina un paseo por la Crimea próspera... y eso es exactamente lo que tendrá. Cuando Catalina II llega a la península, el mariscal lo tiene todo preparado para que así sea.
El paseo discurre agradablemente mientras Potemkin le muestra a la zarina varias aldeas de nueva construcción. Todas tienen un aspecto idílico que hace pensar en riqueza y bienestar. La única restricción impuesta por el mariscal es que las aldeas deben ser contempladas de lejos, desde la cumbre de una colina, pues la zarina no debe mezclarse con el vulgo.
Catalina II regresa a San Petersburgo contenta e impresionada por la labor que está llevando a cabo su gobernador en la nueva provincia del Imperio. Lo que no sabe es que ha estado en Crimea... pero sin ver Crimea.

Durante la estancia de la zarina en Crimea, el mariscal Potemkin ha orquestado una genial maniobra a gran escala para que la zarina viera tan sólo una aldea cuando creía estar visitando varias. Potemkin ordenó construir un pequeño pueblo cuyos edificios estaban huecos y lo situó en un valle; cuando Catalina II se cansaba de observar la población mientras el mariscal le relataba las excelencias de aquella aldea recientemente construída, la comitiva continuaba su periplo a través de las montañas dejando atrás el pueblecito de cuento. Este momento era aprovechado por un auténtico ejército de operarios para desmontar el armazón de los edificios y trasladar el pueblo entero hasta el siguiente valle, donde la zarina se detenía y Potemkin repetía su pantomima cambiando únicamente el nombre de la aldea.

Obviamente, esta maniobra no pasó inadvertida a los grandes falsarios propagandísticos mantenidos por regímenes totalitarios de todas las épocas y de todos los signos.
A día de hoy, existen varios "pueblos Potemkin" distribuídos a lo largo del mundo, como las áreas de reasentamiento chinas en el Tíbet, que son construídas para que los observadores extranjeros se lleven la grata impresión de que los tibetanos viven apaciblemente en zonas especialmente construídas para ellos. No obstante, el mayor ejemplo de "pueblo Potemkin" actual lo encontramos en Corea del Norte.

Gijeongdong
En el centro de la franja desmilitarizada se alza orgulloso el pueblo de Gijeongdong, el único núcleo de población norcoreano visible desde Corea del Sur y, por extensión, desde fuera de las fronteras del régimen... el problema es que no se trata exactamente de un núcleo de población, sino más bien de un conglomerado de edificios de hormigón huecos por dentro.
El pueblo de Gijeongdong está presidido por una enorme bandera norcoreana de 270 kilogramos que ondea sobre un mástil de 160 metros de altura. Fue construído en la década de 1.950 con la intención de promover la deserción surcoreana hacia Corea del Norte. De esta labor se encargaban unos enormes altavoces que, hasta 2.004, emitían propaganda pro-comunista durante todo el día y unos mecanismos que encendían o apagaban las luces de determinadas "viviendas" a determinadas horas. El engaño era completado con un ejército de figurantes que fingían la actividad urbana del pueblo.

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