martes, 27 de marzo de 2012

La batalla de Azincourt

Para la historia de hoy nos desplazaremos a la Francia del siglo XV. Inglaterra y Francia mantenían una guerra casi ininterrumpida desde que las dos potencias se enfrentaran por el control de Normandía en la batalla de Hastings... y de eso hacía ya casi 350 años.

Enrique V
Estamos en 1.413 y el recién coronado Enrique V ordena que sus armeros empiecen a fabricar tantos arcos como sea posible. Al mismo tiempo, en Londres y en Bristol se empiezan a fabricar un gran número de piezas de artillería mientras que, en la costa, todo barco que pasa cerca de Inglaterra es requisado e integrado en la flota real.
En el verano de 1.415, todo está preparado para emprender una ofensiva a gran escala. La flota de guerra inglesa se lanza al Canal de la Mancha desde Southampton, desembarcando dos días después en el estuario del Sena y poniendo rumbo a la ciudad amurallada de Harfleur, primer bastión del poder francés en la alta Normandía.

Desde un principio, Enrique V tiene claro que la campaña no consiste en conquistar territorio enemigo, sino en recuperar las regiones que pertenecen por derecho a la corona de Inglaterra, por lo que ordena tajantemente que no se moleste a la población civil castigando con la muerte delitos tales como la violación, el saqueo o el pillaje.
Para los franceses, lógicamente, el ejército de Enrique no viene a recuperar sus tierras, sino a conquistar unos territorios que fueron arrebatados al enemigo a cambio de miles de vidas. No van a permitir que la hueste inglesa entre tan fácilmente en la ciudad.
El ejército inglés despliega un cerco alrededor de la ciudad y se prepara para un asedio en toda regla. Pronto, los zapadores empiezan a cavar galerías mientras las piezas de artillería descargan una lluvia de proyectiles sobre las murallas, pero la posición estratégica de Harfleur permite a los comandantes franceses ver de dónde les vienen los ataques, por lo que las galerías son inundadas y los servidores de las baterías son abatidos en cada maniobra de recarga.
Aún así, los proyectiles franceses no son los que causan mayores bajas. Harfleur se encuentra en una zona pantanosa, de modo que el hacinamiento prolongado en un campamento militar con las condiciones higiénicas de la época hace aparecer en escena al verdadero verdugo de los ingleses: la disentería.
Durante las cinco semanas que duró el asedio, la enfermedad afectó a más de 2.000 hombres, que tuvieron que ser evacuados a Inglaterra. Cuando el día 23 de septiembre las tropas inglesas consiguieron por fin tomar la ciudad, sus fuerzas se habían visto reducidas a un número de 1.400 hombres de armas y 6.000 arqueros, cuyo número quedaría aún más mermado al descontar a aquellos que se quedaron a defender Harfleur.

De esta manera, Enrique V pone rumbo a Azincourt con 900 hombres de armas y 5.000 arqueros.

Arco largo inglés (reconstrucción)








El primer reto para los ingleses consiste en cruzar el río Somme. Los franceses están mal organizados y peor comandados, pero saban aprovechar las defensas que les proporciona el terreno, de modo que los vados son sembrados con estacas y cadenas mientras que varios contingentes se despliegan en la orilla de los posibles puntos de cruce para frenar la ofensiva inglesa. Viendo esto, Enrique V ordena remontar el curso del Somme hasta que encuentran un vado practicable y pobremente defendido.
El mermado ejército inglés cruza el río con el rey dirigiendo la maniobra y pone en desbandada a la pequeña fuerza de caballería francesa que defiende la otra orilla, sólo para encontrar el enorme rastro de pisadas que el cuerpo principal de la hueste gala ha dejado tras de sí. 
La comida escasea, la disentería sigue haciendo estragos y los franceses le llevan a Enrique V un día de ventaja, por lo que pueden elegir el campo de batalla que quieran para el enfrentamiento final. Este campo de batalla estará en Azincourt, a donde los ingleses llegan, terriblemente mermados, en la noche del 24 de octubre de 1.415.

En la madrugada del día 25, el ejército inglés despliega a sus 6.000 efectivos en formación de batalla. Enfrente, los franceses aguardan con una hueste cuyo número oscila entre los 25.000 y los 40.000 hombres (según la fuente consultada).

Los franceses se despliegan en un bloque cerrado de 6.000 hombres de frente con la artillería en vanguardia y la caballería flanqueando la formación. Los ingleses, por su parte, forman a todos sus hombres de armas en 3 bloques y colocan dos grandes formaciones de arqueros ligeramente adelantados a sus costados.
El alto mando galo considera que su aplastante superioridad numérica debe ser suficiente para quitarle de la cabeza al inglés la idea de plantar cara, por lo que ofrecen a Enrique V unas condiciones de rendición humillantes. El rey inglés responde que renunciará a sus aspiraciones sobre la corona francesa y retirará a sus tropas... pero sólo si Francia le da el control de cinco pueblos en el condado de Ponthieu, la mano de la princesa Catalina (heredera al trono) y 300.000 coronas en concepto de dote.
Evidentemente, las negociaciones fracasan y ambas formaciones avanzan por el campo de batalla adoptando posiciones de combate.

Formaciones de Batalla
Al inicio de la batalla, los arqueros ingleses empezaron a enviar nubes de flechas sobre la formación francesa. El mando galo, viendo la situación, ordenó a su caballería que cargara contra los flancos ingleses para tratar de revertir la situación... pero Enrique V se había adelantado al movimiento francés y había dispuesto que sus arqueros formaran contra el costado de dos bosquecillos que flanqueaban el campo de batalla. Del mismo modo, los arqueros habían dispuesto a su alrededor una empalizada compuesta por afiladas lanzas de madera que apuntaban directamente a la altura del vientre de los caballos, lo que convirtió el envite en un auténtico desastre: los jinetes que no se detuvieron a media carga quedaron empalados en las estacas o rematados en el suelo a punta de daga por los propios arqueros.
Viendo el percal, los hombres de armas que forman el núcleo duro de la vanguardia francesa deciden lanzarse contra el centro del frente inglés con la intención de matar o capturar a Enrique V, lo que podría acabar automáticamente con la batalla.
Cuando los arqueros ingleses detectan la maniobra, empiezan a acribillar a los hombres de armas, que se van introduciendo cada mez más en el embudo a medida que avanzan. Aún así, la abrumadora superioridad numérica se impone y muchos llegan a la distancia de combate cuerpo a cuerpo, donde comienza una batalla encarnizada entre la avanzada francesa y los soldados que protegen a Enrique V.
La batalla se ha convertido así en una serie de combates aislados en medio de un barrizal. Los caballeros franceses, acorazados de pies a cabeza, causan estragos entre las filas inglesas, pero resbalan constantemente en el barro. Los arqueros ingleses, viendo esto y dado que el combate a distancia se ha vuelto prácticamente imposible, dejan sus arcos en el suelo para desenvainar sus espadas y dagas, lanzándose a la carga. Pronto, los soldados franceses son aniquilados o puestos en desbandada mientras que los caballeros son rodeados por hombres de armas y arqueros que, espada en mano, los acosan sin cesar hasta que tiran sus armas y se rinden.

Para entender este comportamiento, es necesario saber que los caballeros franceses eran soldados de profesión. 
A pesar de estar pésimamente comandados, conocían el arte de la guerra y respetaban un rígido código de honor que obligaba a los vencedores a tratar con clemencia a aquellos que se rindieran. Los ingleses, por el contrario, eran hombres de armas reclutados para la ocasión y su código de honor era, digamos, un poco distinto: en cuanto vieron bajar los brazos a los caballeros franceses, se abalanzaron sobre ellos y los pasaron a cuchillo.

Batalla de Azincourt
Al mediodía de aquel 25 de octubre de 1.415, los ingleses habían dado la batalla por finalizada y estaban reuniendo a los prisioneros mientras saqueaban los cadáveres de los caídos... pero los franceses no podían dejar impune aquel escarnio.
Una tropa de 600 jinetes que habáin conseguido huír de la matanza se abalanzó sobre la retaguardia inglesa atacando el campamento de Enrique V y matando a todo el personal civil que se ocupaba de las cocinas, de los caballos y del resto de quehaceres que requiere un campamento de estas características.
Cuando se enteró de esto, el rey de Inglaterra montó en cólera y ordenó ejecutar, en contra de la opinión de su estado mayor, a todos los prisioneros franceses que hubieran sido capturados en aquel día.
La batalla de Azincourt se saldó con un balance de casi 10.000 muertos entre las filas francesas y de tan sólo 1.500 entre las inglesas, lo que refrendó a Enrique V en sus aspiraciones respecto al trono francés y supuso un durísimo golpe para el alto mando militar del país galo.

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