miércoles, 29 de agosto de 2012

Enrique VIII y su particular visión del "divorcio"

El día 28 de junio de 1.491 nacía en el Palacio de Placentia (Londres) el tercer hijo de Enrique VII, al que su padre impondría su propio nombre. Este niño no estaba destinado a reinar, pues tenía por delante en la línea sucesoria a un hermano llamado Arturo pero, como todo hijo de buena familia, fue educado en las artes y las ciencias por los mejores tutores de Inglaterra.

Enrique VIII
Su padre, Enrique VII, estaba empeñado en establecer una alianza por sangre con la, por aquel entonces, poderosa España (a pesar de que aún no era España conmo tal), así que pactó con los Reyes Católicos que su hijo Arturo debería casarse con la princesa de Aragón en unas nupcias destinadas a hermanar ambas casas. Así, en el año 1.501, el pequeño Enrique asistió a los fastuosos festejos celebrados en honor del casamiento de su hermano Arturo, de 15 años, con Catalina de Aragón, de 16.
Los dos adolescentes eran felices con su nuevo estatus social o, al menos, así lo aparentaban. Sea como fuere, Arturo, que siempre había sido un muchacho bastante endeble, pilló una infección por la que murió dejando a su hermano Enrique como heredero al trono y a Catalina "compuesta y sin novio". El problema que causó esto no fue la muerte del chico en sí misma, sino las implicaciones que esta tenía para la alianza anglo-española recientemente fundada, por lo que los monarcas de ambos países solicitaron al Vaticano una bula que permitiese a Catalina casarse con su cuñado Enrique. 
Por aquel entonces, tanto Inglaterra como la emergente España eran naciones a las que había que tener en cuenta, por lo que el Papa perdió el culo para otorgar la dispensa lo más rápido posible, maniobra que culminó con Catalina prometida de nuevo al príncipe heredero de Inglaterra.
Parecía que las aguas habían vuelto a su cauce, pero Enrique VII era un hombre de carácter cambiante y, en 1.505, pilló una rabieta obligando al heredero a anunciar públicamente que el compromiso había sido pactado sin su consentimiento. Esto supuso un duro golpe (otro más) a las relaciones entre ambos países... pero todo quedaría arreglado en 1.509.

En aquel año Enrique VII moría dejando paso a su hijo, que se convirtió en legítimo rey de Inglaterra bajo el nombre de Enrique VIII. El nuevo monarca debió pensar nada más ascender al trono: "el viejo se ha ido para siempre, así que a partir de ahora voy a hacer lo que me dé la gana", porque la primera decisión que tomó tras la muerte de su padre fue la de desposar a Catalina de Aragón (sí, aquella a la que el antiguo rey le había obligado a repudiar) y ordenar su coronación conjunta convirtiéndola en reina de Inglaterra. Esta decisión, como era de esperar, no cayó demasiado bien entre las clases altas, pero Enrique solucionó el inconveniente acortando un par de cuellos por la vía del hacha en la Torre de Londres, lo que acalló rápidamente cualquier conato de rebeldía.

Catalina de Aragón
A partir de este momento, la vida amorosa de Enrique VIII se convierte en un culebrón. El rey estaba obsesionado con engendrar un heredero, pues su coronación había sido la primera pacífica en mucho tiempo y quería prolongar en el tiempo la preponderancia de los Tudor, pero Dios (o Catalina, vaya usted a saber) no estaba muy por la labor: la de Aragón engendró 6 retoños, de los cuales 5 nacieron muertos o murieron al poco de nacer. La restante fue una niña llamada María Tudor que, con el tiempo, se casaría con Felipe II de España. Tras 24 años de matrimonio y viendo que las cosas no tenían pinta de ir a mejor, Enrique VIII decidió que había llegado la hora de repudiar a Catalina y buscar el ansiado heredero en "valles más fértiles", así que escribió una misiva al Papa Clemente VI solicitándole la nulidad matrimonial bajo la excusa de que Catalina no podía concebir hijos varones. Clemente, que estaba ya curtido en estas lides, no concedió la nulidad.
Ante este revés, Enrique montó en cólera y promulgó una serie de leyes que provocaron un cisma separando a Inglaterra de la tutela católica, fundando la iglesia anglicana y, ya de paso, coronando al propio Enrique como Jefe Supremo de la misma. Una vez hecho esto y como él era su propio Papa, el rey se divorció de Catalina y contrajo matrimonio con Ana Bolena, una de las damas de compañía de la española.
Con Ana Bolena, el resultado fue más o menos el mismo, con la diferencia de que el número de muertos fue dos de tres. La niña superviviente sería coronada años después como reina de Inglaterra bajo el nombre de Isabel I. A todo esto, Enrique empezaba a estar ya hasta las narices de esperar al heredero y no deseaba meterse una vez más en los cenagales jurídicos que había sorteado para conseguir su primer divorcio, de modo que ordenó arrestar a la Bolena bajo acusaciones de adulterio y ordenó su muerte por decapitación para casarse inmediatamente con Jane Seymour quien,  curiosamente, era una de las damas de compañía de Ana Bolena.
Al contrario de lo que pasó con los dos anteriores, este matrimonio sí que dio fruto en la figura del príncipe Eduardo, que sobrevivió a su padre y llegó a regir el destino de Inglaterra hasta morir de tuberculosis en 1.553, cuando contaba con tan sólo 15 años. Tras el nacimiento de su primer hijo varón (vivo) Enrique estaba henchido de orgullo... pero las cosas no siempre salen como uno las planea y Jane murió 12 días después como consecuencia de las complicaciones surgidas durante el parto.

¿He dicho que Eduardo era el primer hijo varón del rey? Bueno, al menos eso era lo que pensaban sus coetáneos, pues Enrique era bastante golfo y había tenido ya sus escarceos con Elizabeth Blount, dama de honor de Catalina, que le dió un varón (aunque este era bastardo y no podía heredar el trono) además de con María Bolena, su cuñada por parte de su segunda esposa y con algunas otras mujeres de vida... licenciosa.

Catherine Parr
Dejando de lado las escapadas extramatrimoniales, estamos en el año 1.537 y Enrique lleva ya tres esposas a sus espaldas. El rey había quedado muy tocado por la muerte de Jane Seymour, pero no era de recibo que un soberano europeo del calibre de Enrique permaneciera soltero durante mucho tiempo, así que en 1.540 volvió a contraer matrimonio con Ana de Cleves, si bien este duró sólo seis meses y, tras comprobarse que el matrimonio no había sido consumado, el monarca obtuvo la nulidad para poder casarse con Catherine Howard, prima de Ana Bolena y que corrió la misma suerte que su antecesora: al no dejar descendencia, fue acusada de adulterio y decapitada en la Torre de Londres un año después de las nupcias.
Ya en 1.543, Enrique se casó con su sexta y última esposa: Catherine Parr. Para Catherine, este era ya su tercer matrimonio, de modo que ya estaba "resabiada" y, pese a no tener descendencia con el rey, sobreviió hasta después de su muerte para casarse en cuartas nupcias con Thomas Seymour, hermano de la difunta Jane y tío del futuro rey de Inglaterra.

El 28 de enero de 1547, Enrique VIII moría en el palacio de Whitehall (Londres) como consecuencia de... bueno, no se sabe muy bien si de la sífilis, si de pura obesidad o si de un accidente de caza que había tenido 11 años antes. El caso es que fue enterrado en el castillo de Windsor junto a su tercera esposa, Jane Seymour, la única a la que había apreciado de verdad.

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