En estas fechas en las que todo gira en torno al acontecimiento deportivo por excelencia, vamos a hablar de un hecho ocurrido, precisamente, en unos Juegos Olímpicos. El atentado al que vamos a dedicar la entrada de esta semana puso de manifiesto la endeble seguridad que rodeaba la villa olímpica durante los juegos celebrados en Múnich en 1.972.
En la noche del 4 de septiembre, los atletas de la delegación israelí volvían a la villa olímpica tras una salida nocturna por la ciudad. Algunas horas más tarde, concretamente a las 4:40 de la madrugada, otros ocho atletas saltaban el muro que rodeaba la villa con ayuda de algunos deportistas estadounidenses que creían que, como ellos, volvían a la residencia tras una larga noche de fiesta en los bares de Múnich. Lo que los americanos no sabían es que esos ocho atletas eran, en realidad, terroristas del grupo palestino Septiembre Negro y que sus bolsas de deporte estaban llenas de pistolas y granadas de mano.
Alojamiento israelí en Múnich |
Este jaleo termina con la muerte de Romano y de Weinberg, pero permite la salvación de otros 17 atletas que pudieron escapar u ocultarse a tiempo. Finalmente, los palestinos se atrincheran tomando como rehenes a nueva atletas de la delegación israelí mientras exigen la liberación y traslado seguro a Egipto de 236 palestinos encarcelados.
La pretensiones de Septiembre Negro son claras, pero la respuesta del gobierno israelí también lo es: no habrá negociación bajo ningún concepto.
Tras cinco horas de secuestro y con la mediación de la policía alemana en colaboración con la delegación egipcia, los terroristas acceden a abandonar la villa y liberar a los rehenes bajo la condición de que se les garantice un transporte seguro hasta El Cairo.
A las 22:10 de aquel 5 de septiembre, dos helicópteros alemanes trasladan a los terroristas y a los rehenes hasta una base aérea cercana a Fürstenfeldbruck, a unos 25 kilómetros al oeste de Múnich. Un Boeing 727 de Lufthansa estaba esperando a los palestinos en el aeródromo para trasladarles a El Cairo, pero el dispositivo montado por la policía alemana era una auténtica chapuza y toda aquella historia acabó como el rosario de la aurora.
Las autoridades alemanas hacen creer a los secuestradores que los helicópteros van a aterrizar en un aeropuerto internacional cercano a Múnich pero, en lugar de eso, les llevan a una base aérea de mala muerte. Los de Septiembre Negro, que no son tontos, se huelen la tostada, pero como hay un Boeing esperando en pista, aceptan el tongo y bajan de los helicópteros en torno a las once de la noche.
Dos terroristas llegan hasta la base del Boeing y se dan la vuelta para indicar al resto que avancen con los rehenes. Cuando consiguen subir la escalerilla del avión, los palestinos se dan cuenta de que este está vacío y salen corriendo de vuelta a los helicópteros pero, a medio camino, el aeródromo se ilumina con bengalas y focos al tiempo que las autoridades alemanas dan orden de abrir fuego. Empieza la ensalada de tiros.
Placa conmemorativa |
Con todos esto factores en la balanza, no es de extrañar que sólo fueran abatidos dos terroristas en la primera andanada; el resto consiguieron llegar a los helicópteros y, tras atar a los rehenes en el interior de uno de ellos, empezaron a disparar sobre la policía.
El tiroteo se prolongó durante una hora y, en medio de la confusión, uno de los terroristas saltó del primer helicóptero arrojando una granada de mano en su interior, lo que provocó la explosión del aparato y la muerte de 4 atletas israelíes y de uno de los pilotos. El resto de los rehenes fueron ametrallados en medio de la confusión mientras que dos miembros de Septiembre Negro fueron abatidos por la policía y otros tres fueron capturados con vida.
Al final de la noche el balance era de 17 muertos por herida de bala y explosiones.
Los Juegos Olímpicos de Múnich sólo fueron suspendidos durante un día. Las autoridades alemanas decidieron celebrar un memorial en el estadio al que asistieron 80.000 espectadores y 3.000 atletas pero en el discurso pronunciado durante el acto no se hicieron referencias explícitas al secuestro, sino que se habló constantemente de la fuerza del espíritu olímpico, lo que provocó cierto malestar en algunas delegaciones.
Tras el atentado, los atletas israelíes que quedaban en Alemania abandonaron Múnich envueltos en fuertes medidas de seguridad y seguidos, dos días después, por la delegación egipcia, que decidió volver a su país por miedo a posibles represalias.
Los alemanes, por su parte, aprendieron la lección y crearon una nueva unidad antiterrorista de élite para impedir que volviera a ocurrir algo similar.
A nivel internacional, el atentado de Múnich provocó un revuelo de mil demonios. La primera ministra de Israel, Golda Meir, exigió que el resto de naciones condenara públicamente los hechos y, a partir de este momento, se dedicó a dar caza a los responsables de Septiembre Negro.
El Mossad recibió orden de asesinar a todos aquellos sospechosos de pertenecer a la organización allá donde estuvieran .
El día 9 de septiembre, la fuerza aérea israelí bombardeaba las bases de la Organización para la Liberación de Palestina en Siria y Líbano dando inicio a una espiral de violencia que no se detendría hasta el asesinato con coche bomba de Ali Hasan Salame, el último miembro vivo de Septiembre Negro conocido por el gobierno de Meir. Este asesinato tenía lugar el 22 de enero de 1979 y daba carpetazo a más de seis años de caza... pero sembraba el odio entre los palestinos dejando la puerta abierta a la declaración de la Primera Intifada, si bien no puede considerarse como causa directa de esta.
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