En este mismo blog ya hablamos en su día acerca de Becerrillo, un alano español utilizado por los castellanos durante la conquista de América; pero este no fue ni mucho menos el único perro que participó en la epopeya americana. Hoy vamos a dedicar unas líneas a la lebrela de Términos, obstinada superviviente en medio de la nada.
Corría el año 1.517 cuando la flota expedicionaria de Hernández de Córdoba atracó en la mexicana Isla de Términos (actualmente Isla del Carmen). No se sabe muy bien si por las prisas o por puro descuido, una lebrela quedó abandonada en medio de aquel paraje cuando la flota levó anclas y se hizo de nuevo a la mar.
A partir de este momento, la historia de dicha perra queda en suspenso hasta que, dos años después, un barco de la expedición de Hernán Cortés se separa del resto de la flota en medio de una tormenta.
Quiso el destino que el oleaje llevase a aquel barco hasta la Isla de Términos, donde embarrancó quedando varado. Los marineros ya se estaban preparando para pasarlas canutas durante el tiempo que durase su estancia en aquel trozo de tierra perdido en medio del mar... pero no fue así.
Cuando el barco toco tierra y sus tripulantes bajaron a la isla, una perra (de raza lebrel, para más señas) salió de la nada para recibir a los marineros de Cortés con un escándalo de mil demonios. La lebrela había sobrevivido durante dos largos años en la isla a base de cazar conejos y liebres para su propio sustento pero, en el momento en el que vio a los conquistadores, se acordó de aquellos que la habían llevado hasta Términos y empezó a cazar para alimentar a los náufragos.
Por si sobrevivir por sus propios medios no fuera hazaña suficiente, cuentan las crónicas de Cortés que la lebrela estaba gorda y lustrosa, lo que hace pensar que no pasó penalidades en ningún momento de aquellos dos años perdidos.
Cuando, unos días después, la flota del extremeño llegó a la isla temiendo por sus compañeros perdidos, encontraron que las jarcias del barco embarrancado estaban festoneadas de pieles de conejo y liebre, todas ellas trofeos de caza conseguidos por la lebrela de Términos en aquellos días.
A partir de este momento, la historia de dicha perra queda en suspenso hasta que, dos años después, un barco de la expedición de Hernán Cortés se separa del resto de la flota en medio de una tormenta.
Lebrel |
Cuando el barco toco tierra y sus tripulantes bajaron a la isla, una perra (de raza lebrel, para más señas) salió de la nada para recibir a los marineros de Cortés con un escándalo de mil demonios. La lebrela había sobrevivido durante dos largos años en la isla a base de cazar conejos y liebres para su propio sustento pero, en el momento en el que vio a los conquistadores, se acordó de aquellos que la habían llevado hasta Términos y empezó a cazar para alimentar a los náufragos.
Por si sobrevivir por sus propios medios no fuera hazaña suficiente, cuentan las crónicas de Cortés que la lebrela estaba gorda y lustrosa, lo que hace pensar que no pasó penalidades en ningún momento de aquellos dos años perdidos.
Cuando, unos días después, la flota del extremeño llegó a la isla temiendo por sus compañeros perdidos, encontraron que las jarcias del barco embarrancado estaban festoneadas de pieles de conejo y liebre, todas ellas trofeos de caza conseguidos por la lebrela de Términos en aquellos días.
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