Ahora que la Navidad está a la vuelta de la esquina, se hace casi obligatorio dedicar una entrada a un acontecimiento extraordinario en la historia de la humanidad y, sobre todo, en la historia de las guerras: la Tregua de Navidad.
Alemanes y británicos en tierra de nadie |
Ypres, 23 de diciembre de 1.914. La primera guerra mundial acaba de estallar y la belicosidad de los combatientes se encuentra en pleno apogeo.
En un campo de batalla perdido en Bélgica, los soldados británicos y los alemanes intercambian disparos en medio del caos de sangre, sudor y polvo de las trincheras. Las fiestas navideñas casi han llegado... pero la guerra no da descanso a los soldados y el alto mando requiere que la artillería siga descargando muerte sin parar.
Los soldados son disciplinados y cumplen las órdenes sin ni siquiera cuestionarlas, por lo que, durante todo el día, el aire de Ypres se llena con el estampido seco de los fusiles y las explosiones de granadas. Finalmente, llega la noche y un manto de calma se extiende sobre el campo devastado. Ambos bandos se sumen en un letargo que dura hasta la mañana de Nochebuena.
El día 24 la actividad retorna a las trincheras. Los combatientes, que son hombres antes que soldados, dedican la mañana de aquel día a decorar las trincheras con motivos navideños hasta que, una vez finalizada la tarea, el campo de batalla es invadido por un espeso silencio. Nadie tiene ganas de combatir ese día.
De repente, la quietud reinante se ve rota por un sonido que atraviesa la bruma de una trichera a otra: los soldados alemanes están cantando Stille Nacht (Noche de Paz). Los británicos responden al "fuego enemigo" con villancicos en inglés, lo que deriva en una guerra de canciones que toca a su fin cuando los primeros soldados de ambos bandos empiezan a abandonar la seguridad de sus trincheras.
Cruz conmemorativa (Ypres) |
Combatientes de ambos bandos se encuentran en tierra de nadie para rezar juntos el famoso Salmo 23 (el señor es mi pastor, nada me falta...) . Una vez finalizado este ritual, los soldados que aún permanecían reticentes en sus propias trincheras empiezan a desoir las órdenes de sus superiores y se abalanzan hacia el campo de batalla, donde se abrazan con los hombres a los que un día antes habían luchado a brazo partido e inician con ellos un intercambio de regalos consistentes en lo que tenían en ese momento: alcohol y cigarrillos.
Los soldados de un bando lloran a los caídos del otro y todos se presentan sus respetos ante la mirada atónita de los comandantes. Hay testimonios que incluso hablan acerca de un partido de fútbol improvisado entre combatientes de ambos bandos que acabó con un resultado de 3-2 favorable a Alemania.
Después de esta tregua impuesta por los propios soldados, las hostilidades se reanudaron... pero la guerra en aquellas trincheras nunca volvió a tener el mismo sabor. Los combatientes disparaban al aire, la artillería desvió a propósito sus miras y los soldados que se veían obligados a cargar evitaban encontrarse en tierra de nadie con la infantería del otro bando.
Si la vida fuera así...
ResponderEliminarCerbero