jueves, 20 de octubre de 2011

La batalla de los tres emperadores

Austerlitz, 2 de diciembre de 1805. A un lado del campo, Napoleón y sus tropas imperiales; al otro lado, Alejandro I (zar de Rusia) y Francisco I (emperador de Austria y del Sacro Imperio) oponen sus soldados a los franceses. La batalla está servida.

Considerada como uno de los ejemplos de estrategia militar más brillantes de la historia, la batalla de Austerlitz no se disputó tanto sobre el propio terreno como en los posicionamientos y estrategias de los días previos. Desde el 1 de diciembre, Napoleón había estado fraguando en su cabeza las distintas variantes hasta dar con la estrategia óptima.

Napoleón Bonaparte
Con 73.000 hombres y 150 piezas de artillería por parte del bando francés más los 85.000 soldados y 290 cañones del bando austro-ruso, el frente de batalla se extendía a lo largo de varios kilómetros y atravesaba dos colinas que Bonaparte consideró como la clave de la victoria. Conscientemente, debilitó su flanco derecho y dió muestras de deliberadas de debilidad haciendo creer a la coalición rival que buscaba la posibilidad de una rendición honrosa. Alejandro I mordió el anzuelo y despobló el centro de su formación para nutrir de hombres a las columnas que debían pulverizar el costado francés.
En la mañana del 2 de diciembre, la niebla hizo acto de presencia aliándose con los imperiales de Napoleón, que avanzaron en número de 17.000, saliendo del flanco izquierdo y rodeando la meseta de Pratzen para golpear desde atrás el lado derecho del frente austro-ruso. La batalla fue rápida y brutal. A las 9:30 de la mañana, la meseta estaba en manos francesas y los aliados tenían a los soldados imperiales hostigando su retaguardia mientras el grueso de la hueste napoleónica avanzaba por el centro.

Las tropas de Alejandro I avanzaron haciendo caso omiso a la opinión del emperador austriaco, más proclive a la negociación y más consciente de que, con los soldados franceses en la retaguardia, el ejército de la coalición se dirigía hacia una trampa sin salida.
Un combate feroz se entabló entre las columnas centrales al tiempo que el flanco izquierdo, formado en su mayoría por rusos, se lanzaba a la carga sobre el debilitado costado derecho de Napoleón. Los imperiales resistieron el primer envite, pero estaban en clara inferioridad y no podrían aguantar la posición demasiado tiempo... es en este momento cuando se produce uno de los hechos que convierten a Austerlitz en una joya de la estrategia.

Louis Davout
Durante la fase de preparativos, Bonaparte había ordenado al tercer cuerpo de ejército de Davout (en camino hacia Viena con 7.000 soldados) que se diera la vuelta y pusiera rumbo a  Austerlitz. Los hombres del tercer cuerpo marcharon recorriendo 110 kilómetros en apenas 48 horas para aparecer tras la cresta de una de las colinas y cargar contra la columna aliada que se abalanzaba desprevenida sobre el débil flanco derecho. Podéis imaginar el resultado.

A las 5 de la tarde de aquel 2 de diciembre de 1805, la batalla había acabado. Alejandro I había puesto pies en polvorosa y Francisco I negociaba su rendición mientras sobre el campo de batalla yacían los cadáveres de 2.500 franceses, 20.000 rusos y 5.000 austriacos.

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