martes, 21 de febrero de 2012

El "cabo bohemio": Hitler antes del III Reich (1 de 2)

El día 20 de abril de 1.889 nacía en la pequeña población de Braunau am Inn, cerca de Salzburgo, uno de los mayores monstruos que ha tenido la desgracia de conocer la humanidad. Esta historia trata sobre el advenimiento de la bestia; sobre cómo aquel niño de clase media fundó un imperio y lo transformó en una máquina de matar.
En esta entrada no vamos a tratar el papel de Hitler en la II Guerra Mundial (eso queda para otro momento), sino el crecimiento, aprendizaje e influencias que le llevaron a convertirse en lo que fue. Es un trabajo farragoso que implica el ejercicio de tratar de olvidar quién fue Adolf Hitler, pero debemos intentarlo. Vamos allá.

Hitler de niño
Hitler nació, como ya hemos dicho, en el seno de una familia de clase media. Su padre trabajaba como agente de aduanas del Imperio Austrohúngaro mientras su madre hacía el papel de ama de casa y esposa (en terceras nupcias). Alois, pues así se llamaba su padre, era un hijo ilegítimo que no fue reconocido por su padre biológico hasta que tuvo 39 años de edad. Su apellido "de bastardo" era Schicklgruber, por lo que no es de extrañar que, más adelante, circularan panfletos jocosos entre los aliados que llevaban impresa en grandes letras la frase "Heil, Schicklgruber".
Según palabras del propio Hitler, ya desde pequeño tuvo que soportar las constantes palizas de su padre: su madre se encerraba en una habitación a llorar y, mientras tanto, su padre le azotaba con un palo. Esta relación basada en la violencia contribuyó de manera definitiva a endurecer el carácter del joven Adolf, que empezó a ver a su padre como símbolo de una autoridad que se imponía por la fuerza y a su madre como un ser débil y despreciable.
El tiempo fue pasando entre palizas y mudanzas, obligadas por el trabajo de Alois. La familia Hitler recaló finalmente en Linz y las calificaciones de Adolf empezaron a caer en picado. Su padre quería que se labrara un futuro como funcionario del Imperio, pero a él no le interesaba la estabilidad de aquel puesto. Él quería ser pintor, y así se lo dijo a su padre... que, en respuesta, le propinó otra de sus famosas palizas.

Alois Hitler muere el día 3 de enero de 1.903. Adolf cuenta con 13 años de edad y se mantiene en las escuela gracias al único acicate que le proporcionan las lecturas pangermánicas de Leopold Poetsch, su profesor de historia.
La familia se traslada a un pequeño apartamento en los suburbios de Linz y empieza a malvivir. Adolf Hitler cae enfermo de gravedad cuando está a punto de cumplir 16 años y se ve obligado a abandonar sus estudios hasta que, un año después, los retoma en una escuela estatal de la ciudad de Steyr, por donde pasa sin pena ni gloria pero con una gran calificación en en la asignatura de dibujo, lo que le reafirma en su idea de dedicarse al arte.

Alois Hitler
El día 21 de diciembre de 1.907, Klara Hitler (su madre) muere víctima de un cáncer de mama y Adolf se traslada a Viena con la esperanza de poder entrar en la Academia de Bellas Artes, pero lo intenta en dos ocasiones y fracasa en ambas.
Con 18 años, sin recursos y en medio de la capital del Imperio, Hitler sobrevive barriendo nieve y descargando maletas en la estación de tren, pero pronto se le acaban los recursos y su falta de liquidez provoca que sea expulsado de su apartamento, lo que le lleva a vivir en albergues y frecuentar los comedores sociales.
Durante esta época, Adolf Hitler empieza a pintar cuadros y postales cuya venta le ayuda a remontar la situación y le permite alcanzar un nivel de vida aceptable. Para el año 1.910, Hitler ya vivía exclusivamente de sus pinturas y para el 1.913 su economía le permitió trasladarse a Múnich, la perla del Imperio Alemán, al que siempre quiso ir desde que escuchase las leyendas pangermánicas de su profesor.

Hitler se encontraba en Múnich cuando el asesinato de los archiduques de Austria por parte de un nacionalista serbio desata la I Guerra Mundial. Estamos a día 28 de julio de 1.914, Adolf tiene 25 años y no tarda ni una semana en enrolarse como voluntario en el ejército alemán.
Tras recibir tres meses de entrenamiento, Hitler fue destinado al frente occidental, donde sirvió como mensajero y fue condecorado con la Cruz de Hierro de 2ª Clase. Siguió con su labor hasta que, en octubre de 1.916 fue herido en una pierna y se vio obligado a retirarse del frente hasta el mes de marzo del año siguiente, cuando volvió con ánimos renovados para conseguir el rango de cabo y una Cruz de Hierro de 1ª Clase, condecoración raramente otorgada a soldados de tan baja categoría.
El 13 de octubre de 1918, un ataque de gas venenoso británico le retiraría del frente para siempre. Adolf quedó temporalmente ciego y fue internado en un hospital de campaña en el que recibiría la noticia del fin de la guerra y, con él, de la caída de los imperios.
Su mundo se viene abajo. Todas las leyendas del soldado alemán, invencible en las historias pangermánicas de su antiguo profesor, se derrumban ante sus ojos. No es posible. Los alemanes no pueden haber perdido. Alguien debe haberlos traicionado.
La teoría de "la puñalada por la espalda", promulgada por la derecha conservadora, le viene como anillo al dedo. La culpa no había sido de los soldados alemanes, sino que debía recaer en los comunistas, marxistas y judíos que habían traicionado desde la sombra al glorioso ejército germánico.

Hitler (derecha) - I Guerra Mundial
Hitler vuelve a Múnich para reintegrarse a su batallón, pero la recién proclamada República de Weimar es un despelote administrativo y la región de Baviera ha sido declarada soviética. El ejército alemán no reconquistaría la provincia hasta la primavera del año siguiente: 1.919. Hitler es ya por aquel entonces un feroz antisemita que aborrece las teorías marxistas y comunistas y está decidido a entrar en política, por lo que sus superiores le ofrecen un puesto en el Departamento político de asuntos de prensa del Ejército, donde Adolf se convierte en espía a tiempo completo, dedicándose a investigar a los grupos socialistas o liberales que hubieran podido quedar como residuo en la región de Baviera.
La república de Weimar se desmorona como un castillo de naipes, sostenida sólo por el implacable afán del antiguo canciller Friedrich Ebert, que capea como puede el temporal provocado por el humillante Tratado de Versalles.
En este contexto, Hitler recibe la misión de investigar un minúsculo partido político que, por su nombre, puede albergar elementos socialistas: el Deutsche Arbeiterpartei (Partido Obrero Alemán). El DAP.

Adolf Hitler asiste como oyente a uno de los mítines del DAP y escucha extasiado las ideas nacionalistas que proponen aquellos revolucionarios. Uno de los ponentes propone la anexión de Baviera a Austria, pero Hitler no está de acuerdo con la idea y pronuncia un discurso improvisado (aunque numerosas veces rumiado en sus noches de trinchera) que atrae la atención de miembros consagrados del partido. Adolf Hitler se afilia al DAP a la edad de 30 años bajo el patronazgo de figuras como Ernst Röhm o Dietrich Eckart, auténticas "vacas sagradas" del Deutsche Arbeiterpartei.
Su febril oratoria le gana un rápido ascenso en el escalafón del partido. Pronto, sus mítines se convierten en fiestas multitudinarias en las que el nacionalismo alemán empieza a mezclarse peligrosamente con las ideas antisemitas que Hitler había tomado de la "puñalada por la espalda", de las teorías de Chamberlain y de los textos de Gobineau.

Chamberlain
Durante toda su vida, Adolf Hitler había sido un ávido lector. Devoraba libros a una velocidad endiablada y se empapaba de los ideales racistas que desprendían sus autores.
Para Gobineau, todos los individuos de raza blanca (especialmente los de Alemania, Francia y Gran Bretaña) proceden de una misma sangre aria contaminada en mayor o menor medida por lo que él consideraba como "razas inferiores": la negra y la amarilla. Esta era, a grandes rasgos, la teoría que defendía en su "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas", que Hitler tenía como clarísima referencia.
Houston Steward Chamberlain, yerno de Richard Wagner, iba un poco más allá. Tomando como base la teoría de Gobineau, añadía a esta su creencia de que los judíos mantenían una feroz endogamia con el fin de conservar su pureza de sangre y, por este medio, dominar a todas las demás razas. Según Chamberlain, lo perverso de esta forma de actuar era que, al mismo tiempo, los judíos utilizaban a sus varones para contaminar la pureza del resto de las razas.
Estas eran las ideas que se intercalaban con la grandeza nacional y la traición a la patria en los discursos de Hitler. El día 24 de febrero de 1.920, más de 6.000 personas escucharon y jalearon estas teorías en un populoso discurso pronunciado bajo la cruz gamada, recién elegida como símbolo del partido por el propio Hitler.

Para la primavera del año 1.920 el DAP ya era, indiscutiblemente, propiedad de Adolf Hitler. Los militantes estaban completamente rendidos ante el furibundo discurso de aquel hombre que lanzaba improperios desde su estrado ante la mirada atenta de miles de personas que no se perdían ni uno sólo de sus gestos. De este modo, el nombre del partido cambió a National Sozialistische Deutsche Arbeiterpartei o, lo que es lo mismo, Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán: el NSDAP.
Los mítines cada vez eran más multitudinarios y, del mismo modo, lo eran las voces que se alzaban contra el ideario radical que el partido estaba asumiendo como propio. Para solucionar este pequeño inconveniente, Hitler reunió en octubre de 1.921 a un numeroso grupo de veteranos de guerra alemanes afiliados al NSDAP y afines a su nueva filosofía.
Mítin del NSDAP
En aquella reunión, Adolf puso bajo al escuadrón bajo el mando de Emil Maurice y le encomendó la tarea de mantener el orden en sus mítines. Acababan de quedar conformadas las SA, la sección de asalto del NSDAP.
En un principio, las SA se encargaron de que ningún elemento subversivo interviniera en los discursos de Hitler. La premisa era fácil: si alguien rompía el orden, ellos le rompían los dientes... pero las SA no estaban formadas por guardaespaldas profesionales, sino por soldados alejados de la guerra por la desmilitarización del Tratado de Versalles. Pronto, las secciones de asalto empezaron a extralimitarse y a atacar a los "enemigos del partido" o, lo que es lo mismo, a pegar palizas a marxistas y judíos.
La situación se mantuvo así, con Hitler ya oficialmente a la cabeza del partido tras la renuncia de Drexler (el anterior presidente) y recabando cada vez más apoyos. Las clases altas de Baviera empezaban a interesarse por los ideales nacionalistas del NSDAP, lo que se tradujo en un crecimiento exponencial de los ingresos del partido durante los siguientes dos años.

En enero de 1.923, la república decidió interrumpir los pagos de compensación establecidos en Versalles. Como respuesta, Francia ocupó la región industrial del Ruhr, lo que supuso un durísimo golpe para la maltrecha economía alemana.
La desmovilización de tropas y el desarme aceptado en la firma del Tratado habían dejado los territorios germanos totalmente indefensos ante cualquier amenaza, por lo que el 26 de septiembre, Alemania se vio obligada a reanudar los pagos. Esta pantomima era de todo punto inaceptable para Hitler y sus seguidores. Si la fuerza había funcionado en tantas otras ocasiones, ¿por qué no iba a hacerlo en esta? Había llegado la hora de tomar el poder.

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