En la primera parte de este mismo artículo dejamos a Adolf Hitler a las puertas de tomar el poder por la fuerza. Hoy continuaremos a partir de ahí.
Acusados del Putsch |
En
la noche del 8 de noviembre de 1.923, Hitler condujo a sus SA hasta la
cervecería Bürgerbräukeller, donde Gustav von Kahr (comandante en jefe
del ejército en Baviera) daba un discurso público. El plan era sencillo:
en primer lugar secuestrarían a Kahr; acto seguido le convencerían para
unirse a su bando y poner a sus tropas a disposición del NSDAP. Por
último, marcharían todos juntos hasta Berlín con el objetivo de derrocar al
gobierno.
Tal como hemos
dicho, el plan era sencillo... pero las cosas no salieron exactamente
como Hitler esperaba. Las secciones de asalto entraron en
Bürgerbräukeller por las malas y proclamaron la revolución. Kahr, viendo
la pasta de la que estaban hechos aquellos ex soldados comprendió que
una negativa sería como una chispa en un polvorín, así que fingió
colaborar con los golpistas hasta que, en un descuido de sus captores,
consiguió escapar, avisar a la policía bávara de lo que se estaba
cociendo y retomar el mando del ejército.
Adolf Hitler montó en
cólera e inició una marcha que debía llevarle hasta el Ministerio de
Guerra bávaro, donde liberaría a los SA capturados y castigaría la
insolencia de Kahr y tomaría el mando. Estaba convencido de que ni la
policía ni el ejército se atreverían a disparar sobre él; al fin y al
cabo, era el adalid del pueblo... ¿o no? Bueno, baste decir que se
equivocó y que aquella marcha terminó en un tiroteo del que Hitler
escapó con tan sólo un hombro dislocado.
Fue capturado dos días después en la casa de un conocido que había tratado de darle cobijo tras la fallida intentona de putsch.
El
año siguiente, 1.924, fue el año en que el pueblo conoció a Hitler. Si
bien el NSDAP tenía escasa representación fuera de Baviera, el juicio se
convirtió en un acontecimiento a escala nacional.
Adolf aprovechó
sus intervenciones desde el estrado de los acusados para dar un mitín
pangermánico que llegaría a todos los rincones del país y que le ganaría
no pocas simpatías entre la masa obrera, golpeada de lleno por las
medidas de Versalles y la debacle económica que el Tratado había traído
consigo.
Hitler reconocía su responsabilidad en el putsch de
Múnich... y no sólo no se arrepentía de ello sino que estaba orgulloso
de haberlo intentado, pues no lo había hecho por él mismo ni por su
partido, sino por el pueblo que aguardaba ansioso la salida de la
molicie y la llegada de una nueva de esplendor para Alemania.
El
día 1 de abril, el antiguo cabo fue condenado a pasar 5 años en la
fortaleza de Landsberg. La constitución alemana de la época preveía
penas de cadena perpetua para estos casos, pero su discurso nacionalista
le había servido para obtener la simpatía del jurado, que fue tibio en
su sentencia.
De esos 5 años, Adolf Hitler cumplió sólo 9 meses.
El 20 de diciembre fue absuelto como parte de una amnistía masiva hacia
prisioneros políticos, pero en esos 9 meses tuvo tiempo de plasmar su
ideología en papel y definir el crado del futuro Reich en su obra más
famosa: Mein Kampf.
Fortaleza de Landsberg |
En Mein Kampf, Adolf Hitler
establece las líneas maestras del pensamiento nacionalsocialista. En
primer lugar, impone la fuerza como elemento movilizador de la sociedad y
aboga por el uso de la misma como motor de expansión de la raza aria a
costa del resto de razas inferiores y cuya pureza de sangre es
claramente de ínfima calidad.
En este grupo entran, especialmente,
los rusos. Aquel país del este, gobernado por judíos y bolcheviques,
debía servir como terreno abonado para la expansión de una Alemania
fuerte y recta. Al glorioso ejército alemán no le debería resultar
demasiado difícil conquistar aquella tierra corrupta por el marxismo y
vengar, de esta manera, la tan cacareada "puñalada por la espalda" que
había llevado el Imperio a la debacle.
Cuando salío de
la cárcel, Hitler se encontró con que el NSDAP y todos sus órganos
propagandísticos habían sido prohibidos. Aún así, el partido se presentó
a las elecciones parlamentarias de aquel mismo mes bajo el nombre de
"Movimiento Nacionalsocialista de Libertad"... con unos resultados nada
alentadores. En los nueve meses que Adolf Hitler había pasado en la
cárcel, el partido había sido descabezado y había perdido casi todos sus
apoyos.
Viendo venir la inminente desaparición del NSDAP y, por
consiguiente, de sus sueños pangermánicos, Hitler se reunió con Heinrich
Held (Primer Ministro de Baviera) y, bajo promesas de buen
comportamiento, obtuvo la "relegalización" del partido.
Los
grandes barones nacionalsocialistas habían sido purgados tras el putsch y
Hitler estaba sólo a la cabeza del partido. El día 27 de febrero de
1.925 dió su primer discurso autorizado después del fallido golpe de
estado. Las promesas de Hitler a Held sobrevolaban la sala e imponían un
marco de cordura al discurso del NSDAP, mucho más comedido en esta
ocasión... pero Adolf Hitler no pudo contenerse y empezó a subir el tono
del mítin volviendo a sus viejas costumbres: insultar a los comunistas y
amenazar de muerte a los judíos.
Esto le valió la reprobación del
gobierno bávaro, que le prohibió dar discursos durante los próximos dos
años; pero no todo fue malo para Hitler. El núcleo duro del NSDAP
estaba encantado. Habían estado al borde de la extinción, pero ahora
habían vuelto con más virulencia que al principio.
Aprovechando
este periodo de ostracismo forzado, Adolf Hitler terminó de escribir
Mein Kampf y se enfrascó en la tarea de reestructurar el partido. La
idea que empezaba a tomar forma en su mente era la de "un Estado dentro
de un Estado", es decir, llevar la complejidad a la jerarquía del NSDAP
para que, en un futuro, las instituciones de la república pudieran ser
sustituídas de manera relativamente sencilla por las del propio partido.
En
este sentido, Hitler tomó varias decisiones de capital importancia que
contribuyeron a la profunda transformación del NSDAP: creó
organizaciones como las Juventudes Hitlerianas o la Liga de Muchachas
Alemanas, extendió la influencia del partido más allá de las fronteras
de Baviera creando "sucursales" en sitios como Austria, Checoslovaquia,
el Sarre o Danzig y, además, subdividió las secciones de asalto en SA y
SS. ¿La diferencia? Las SA juraban lealtad al partido, las SS se la
juraban directamente a Hitler.
Gregor Strasser |
El NSDAP crecía a pasos
agigantados y se expandía a un ritmo endiablado. En una de estas oleadas
expansionistas, Adolf Hitler vió la ocasión para alejar de Múnich a uno
de los barones del partido, Gregor Strasser, que cuestionaba su
liderazgo.
Hitler se reunió con Strasser y le ofreció el liderazgo
de la división del NSDAP afincada en el norte de Alemania. Stasser, que
abogaba por la independencia de los organos del partido y la
descentralización del poder, aceptó encantado y se puso a la tarea con
ayuda de un joven secretario de 28 años llamado Joseph Goebbels. De esta
manera, Hitler tenía en el norte a una marioneta a la que podía dirigir
a su antojo... el problema es que la marioneta le salió respondona.
Strasser
se unió a los marxistas en una campaña electoral conjunta para la
expropiación de los bienes a la nobleza depuesta. Esto, como era de
esperar, no le gustó nada a Adolf Hitler, que organizó una conferencia
en Bamberg y obligó a Strasser a retractarse. Goebbels quedó encandilado
por la figura del que ya empezaba a perfilarse como Führer, así que
abandonó a su anterior jefe y se unió al núcleo duro de Hitler. Strasser
estaba sólo y había sido denostado por sus compañeros de partido. El
centralismo se abría camino hacia la idea del liderazgo único.
Así
llega a Alemania el año 1.929 y, con él, la Gran Depresión. Adolf
Hitler, oportunista donde los haya, aprovecha la tesitura internacional
en su favor y le echa la culpa de la crisis a los marxistas, comunistas y
judíos. Sus discursos vuelven a ser incendiarios y retoman las líneas
argumentales de sus primeros años en el DAP; la teoría de "la puñalada
por la espalda" vuelve a ser un tema de rabiosa actualidad mientras los
ideales de pureza racial de Gobineau y de Chamberlain toman más fuerza
que nunca en el discurso del partido nacionalsocialista.
En las
elecciones de 1.930, el NSDAP obtiene un 18,3% de los sufragios
conviertiéndose en la segunda fuerza política de Alemania.
Paradójicamente, la tercera fuerza más votada fue el Partido Comunista,
por lo que podemos decir que el Reichstag se convirtió en un hervidero
de intrigas políticas y en campo abonado para terribles batallas
dialécticas en las que era totalmente imposible llegar a ningún acuerdo.
El
Mariscal Hindenburg, presidente del país, capea el temporal como
buenamente puede. Hitler quiere el puesto de canciller, pero Hindenburg
apoya a Brüning, que es el canciller vigente y que se sólo se mantiene
en el cargo gracias a los decretos aprobados por el Mariscal.
Así,
Hitler empieza a recabar apoyos entre el ejército y entre las clases
altas de la sociedad, que ven peligrar sus privilegios por los tres
factores que Adolf Hitler une en la amalgama de una conspiración
judeo.comunista: la "puñalada por la espalda", las humillantes
condiciones firmadas en Versalles y la Gran Depresión por la que está
pasando Alemania. Los frutos de su discurso no se hacen esperar y el
NSDAP empieza a recibir dinero en cantidades que hasta entonces no había
ni siquiera soñado. Con estos recursos de su lado, Adolf Hitler se
presenta a las elecciones presidenciales en contra de Hindenburg.
Mariscal Hindenburg |
Hitler
pierde los comicios ante el viejo Mariscal, que le gana por una ventaja
de 16 puntos. Tras las elecciones, las SA son legalmente prohibidas,
pero siguen actuandeo desde la clandestinidad y, además, el NSDAP cuenta
con el apoyo de los jóvenes oficiales del ejército.
La
candidatura a las elecciones presidenciales convierte a Hitler en un
personaje aún más popular de lo que ya lo era. En las parlamentarias
celebradas en julio de ese mismo año, el NSDAP arrolla a sus rivales
consiguiendo un 37,4% de los votos y convirtiéndose así en la primera
fuerza política del Reichstag.
El gobierno es insostenible.
Hindemburg destituye a Brüning y nombra canciller a Franz von Papen,
pero este (al verse incapaz de mantener el equilibrio de poderes)
convoca nuevas elecciones en noviembre. Hindemburg destituye a von Papen
y coloca en su lugar a Schleicher.
Adolf Hitler sigue en sus
trece y presiona constantemente al Mariscal para que le de el puesto de
canciller de Alemania. La situación llegó a ponerse tan tensa que
Schleicher, incapaz de recabar apoyos en una cámara parlamentaria de
mayoría nacionalsocialista, presenta su dimisión. La repercusión lógica
de todo esto se traduce en que el 30 de enero de 1.933 Hitler es
nombrado, por fin, canciller de Alemania, con con Papen (hombre de
confianza del Mariscal) como vicecanciller.
La cosa
pintaba bien para el partido nacionalsocialista, pero con Hindenburg en
el sillón presidencial y von Papen dando guerra desde la
vicecancillería, Hitler se las tenía que ver con dos huesos bien duros
de roer. Aún así, consiguió sacar adelante varias leyes, colocar a
Göring a la cabeza de la policía estatal y convencer a von Papen para la
convocatoria de nuevas elecciones, que debían celebrarse en marzo de
aquel mismo año.
En la campaña electoral de 1.933, Adolf Hitler despliega todo su arsenal de oratoria, artimañas y puñaladas traperas.
Las
arcas del NSDAP están llenas de marcos donados por importantes hombres
de negocios, así que Hitler puede permitirse una campaña faraónica que
recorre todos los rincones del país. Además, el nuevo canciller utiliza
en su favor los recursos del Estado y despliega a sus secciones de
asalto (que ya contaban con 4 millones de miembros) para que boicoteen
por la fuerza los mítines de las formaciones rivales.
Los sondeos
eran favorables al partido nacionalsocialista, pero la balanza terminó
de inclinarse cuando, en la noche del 27 de febrero, un gran incendio se
declaró en el parlamento. Göering detuvo como autor material del crímen
a un comunista holandés llamado Marinus van der Lubbe y le acusó de
haber intentado dar un golpe de estado.
En respuesta, Hitler acusó
a lo comunistas de querer minar la estabilidad del gobierno y promulgó
un decreto ley (aprobado por von Papen y firmado por Hindenburg)
mediante el que se suprimía la libertad de expresión, la libertad de
prensa, el derecho a la privacidad y la libertad de reunión.
Incendio del Reichstag |
Así
llegamos al día 5 de marzo de 1.933. En las elecciones celebradas aquel
día, el NSDAP obtiene un 44% de los votos, lo que mantiene al partido
como primera fuerza política pero sigue sin otorgarle la tan ansiada
mayoría absoluta. Hitler soluciona esto por la vía rápida: en base al
Decreto del incencio del Reichstag, ordena detener a todos los
parlamentarios comunistas.
De esta manera, Adolf Hitler cuenta con los escaños necesarios para introducir modificaciones en la constitución de Weimar.
El 23 de marzo de 1.933,
el parlamento se reune y otorga plenos poderes a Adolf Hitler. La
república de Weimar ha sido disuelta, Hindemburg queda reducido a una
mera figura simbólica (aunque Hitler sigue manteniendo una pantomima de
sumisión hacia el Mariscal) y el Reichstag se convierte en un juguete en
manos del canciller nacionalsocialista que ha de dirigir al III Reich
por la senda recta.
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