martes, 10 de mayo de 2011

La bestia de Gévaudan

Hoy nos adentraremos en un episodio que cabalga a medio camino entre la historia y la leyenda, un suceso que conmocionó a la Francia del siglo XVII en la figura de un único animal: la bestia de Gévaudan.


Lozère en la Francia actual
Todo empezó cuando, a finales de Junio de 1764, apareció en las regiones boscosas del actual departamento francés de Lozère el cadáver prácticamente despedazado de una muchacha de unos 14 años. En un principio el ataque se atribuyó a una de las numerosas manadas de lobos que campaban a sus anchas por aquellos montes, pero los ataques de lobos a personas constituyen un fenómeno realmente extraño y, además, cuatro cuerpos más (dos niños, dos niñas y una mujer) fueron encontrados por toda la región durante los tres meses siguientes al primer ataque.
El asunto empezaba a tener una repercusión local, que se vió incrementada cuando varias víctimas más fueron halladas con la cabeza separada del cuerpo o con el torso desgarrado hasta el punto de que la persona había sido literalmente partida en dos, lo que empezó a formar en la mente de las gentes de Gévaudan la imagen de un animal diabólico, de proporciones descomunales y que hacía gala de una violencia inusitada. A pesar de esto, la cosa no hubiera pasado a mayores de no haber sido porque en el invierno de ese mismo año el número de ataques creció en una escalada de violencia que parecía no tener fin y los campesinos de la región empezaron a organizar partidas de caza que rastreaban los bosques palmo a palmo en busca de aquel ser que estaba devorando a sus mujeres e hijos.

Bestia de Gévaudan
En ese invierno de 1764 se produjeron los primeros avistamientos de la bestia. Los testigos que tuvieron la desgracia de toparse con este animal y la suerte de sobrevivir al encuentro con graves heridas o, en el mejor de los escenarios, totalmente indemnes describían a la bestia como un animal de cuatro patas con una enorme alzada, cubierto de un pelaje pardo que revestía su anatomía extremadamente musculosa y cuya uniformidad quedaba rota por unas rayas negruzcas en sus cuartos traseros. El ancho lomo, con una cresta de pelo, terminaba en una cola larga y fuerte por un lado y en una cabeza grande coronada por unas mandíbulas tan largas como anchas de las que asomaban unos enormes dientes, afilados como cuchillos de monte, en el otro.
La superstición de los pobladores de la región contribuyó a que el asunto se descontrolase, de modo que los nobles de la zona empezaron a ofrecer recompensas desorbitadas que atrajeron hasta Gévaudan a un sinfín de aventureros y cazadores de dudosa reputación. Lo único que se consiguió con esto fue que se organizaran batidas en las que perdieron la vida decenas de lobos y que los cazarrecompensas trataran de entorpecer el trabajo de sus compañeros poniendo pistas falsas para hacerse ellos mismos con el suculento botín.

Una vez desatada la locura, algunos de los habitantes de las áreas boscosas aprovecharon el revuelo que se había montado en torno a las cacerías para dar rienda suelta a los más bajos instintos, raptando y violando a mujeres jóvenes para después abandonar sus cadáveres en medio del bosque, desgarrándolos brutalmente en el intento de hacerlos pasar por nuevas víctimas de la bestia.
El descontrol fue tal que los encargados de mantener el orden en la región no fueron capaces de cumplir con su cometido, así que se hizo necesaria la intervención real de Luis XV, quién ordenó que se personara en Gévaudan un destacamento de dragones de caballería para dar caza a aquella bestia. Lo que había empezado como el ataque aislado de un animal salvaje a una campesina de 14 años se había convertido en menos de un año en un problema de carácter nacional y el torrente de rumores y conjeturas era ya incontenible.

Dragón francés
En un momento dado, la población se puso nerviosa ante la incapacidad de lo más florido de la caballería  francesa para dar caza a la bestia y los disturbios no tardaron en hacer acto de presencia. Los vecinos se asesinaban entre ellos a sangre fría bajo el pretexto de que uno u otro practicaban la licantropía y se transformaba en hombre lobo por las noches. Las viejas rencillas resurgieron y las víctimas de la bestia se sucedían una tras otra sirviendo de marco a un sinfín de altercados en los que los campesinos se acusaban entre ellos dándose muerte o volvían sus iras contra las etnias minoritarias como los gitanos, a quienes se acusó abiertamente de haber criado y entrenado a aquel animal.
Los sacerdotes aprovecharon la oportunidad para predicar contra el rey desde sus púlpitos mientras presentaban a la bestia como una manifestación celestial que el mismo Dios había enviado a Gévaudan para purgar la región de maldad y lascivia.
Incluso un noble de la zona estuvo cerca de sucumbir a la ira del pueblo por la única razón de que había estado en África y tenía en los jardines de su palacio un pequeño zoológico particular en el que criaba hienas, leones y tigres.
La locura general se mantuvo durante tres años hasta que, en 1767, la frecuencia de los ataques disminuyó considerablemente cuando un cazador abatió por fin a un enorme lobo cuyo cadáver fue enviado a París para su conservación en el Museo Real de la ciudad, donde llegó en avanzado estado de descomposición. Debido a este problema, sólo se pudo conservar el esqueleto, que estuvo expuesto hasta que un incendio destruyó el edificio con todo su contenido en el año 1830.
Finalmente, los ataques cesaron por completo cuando cuando otro lobo de idénticas dimensiones y del que se decía que podía ser la pareja del anterior, fue abatido en las inmediaciones del cercano departamento de Aveyron.

A día de hoy, aún no existe ni una sola explicación convincente que desvele de una vez por todas el misterio de los ataques que se produjeron en Gévaudan en la segunda mitad del siglo XVIII y que causaron un gran número de bajas (entre 70 y 140 según la fuente que se consulte) en el actual departamento de Lozère, pero el número de conjeturas que se han hecho al respecto es altísimo.
Las teorías van desde el surgimiento de una subespecie de lobo más grande y feroz que el actual, extinta en el siglo XIX hasta la posibilidad de que la bestia que asoló los montes no fuera más que una hiena escapada de algún zoológico privado, como el de aquel noble al que se apuntó en la propia Gévaudan.


Escultura: la muerte de la bestia
En cuanto a la primera conjetura, debemos tener en cuenta que los lobos cazan, generalmente, en manada y que raramente atacan al ser humano, pues evitan el contacto con las personas en la medida de lo posible. Por esta razón, es bastante descabellado pensar que un espécimen aislado de esta supuesta subespecie hubiera podido causar los estragos que se le atribuyen a la bestia.
Por otro lado, la segunda de las teorías es plausible en tanto a que las ilustraciones de la época representaban al animal causante de las muertes con una fisionomía que podría parecerse a la de una hiena parda o rayada, pero la hipótesis hace aguas debido a que estos animales se alimentan principalmente de carroña y, además, a que ninguna de las especies de hiena que se barajan como posibles candidatos alcanza las dimensiones de las que hablan las fuentes de la época (casi dos metros de longitud, desde la base de la cola hasta la punta del hocico, y en torno a 65 kilos de peso).
Por último, la más creíble de las conjeturas habla de un cruce entre un perro de gran tamaño y un lobo como posible causante de las muertes de Gévaudan. En el caso nada extraño de que un mastín o un dogo se hubieran cruzado con los lobos que abundaban en los bosques de la región, no sería nada descabellado pensar que el resultado podría ser un híbrido que alcanzase las proporciones descritas y que, forzado a sobrevivir, encontrase en el hombre a una presa fácil de abatir y más fácil aún de matar.

Cada uno tomará por buena la explicación que considere mejor, pero no debemos olvidar que las crónicas referentes a este episodio deben tenerse en consideración con ciertas reticencias, ya que es más que posible que la mayoría de los testimonios fueran exagerados adrede y que, entre ellos, se insertasen incluso declaraciones falsas con el fin de acrecentar la leyenda de la bestia o de encubrir la incompetencia de los dragones que fueron enviados para darle caza.

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