Francia, año 1341. El duque Juan III de Bretaña muere sin dejar descendencia y los posibles herederos se abalanzan sobre el trono vacante como fieras hambrientas. El aspirante con, a priori, mayores derechos es Juan de Monfort, medio hermano del difunto duque... pero esto es la Guerra de los Cien Años, y nada resulta tan sencillo en este marco.
Bretaña francesa |
Juan de Monfort recaba el apoyo de Eduardo III, rey de Inglaterra; pero se alzan voces que claman en su contra precisamente por considerarlos aliado de los ingleses. En esta tesitura, Carlos de Blois se alza por encima del resto de aspirantes y se posiciona como clara alternativa, con el apoyo directo de Felipe VI de Francia, al gobierno encabezado por de Monfort.
Señores, siéntense y disfruten, la Guerra de Sucesión Bretona ha comenzado.
El conflicto se prolongó durante 23 largos años, anegando de sangre los campos de la Bretaña Francesa y dando una nueva dimensión a la Guerra de los Cien Años, que en esta región se convirtió de repente en una guerra civil en la que los hermanos se mataban entre sí y en la que un pueblo podía ser borrado de la faz de la tierra por sus propios vecinos.
En medio de toda esta debacle, nos encontramos con dos ciudades enfrentadas que distaban pocos kilómetros entre sí: la guarnición proinglesa de Ploermel y el pueblo profrancés de Josselin. Las fuerzas estaban igualadas y los comandantes de ambas guarniciones no querían enfrentarse en batalla campal por el inmenso coste de vidas y materiales que dicha batalla conllevaría... así que llegaron a un acuerdo.
Robert de Beaumanoir, al mando del contingente francés, y Robert Bemborough, a cargo del inglés, decidieron organizar un combate entre caballeros en el que se enfrentarían sus mejores hombres comandados por ellos mismos.
De este modo, el día 27 de Marzo de 1351, se reunieron en Chêne de Mi-Voie, a medio camino entre Ploermel y Josselin, 60 soldados dispuestos a dar la vida por su causa.
Combate de los Treinta |
En el bando británico, Bemborough comandaba una fuerza mixta de 6 hombres de armas y 23 jinetes mientras que, en el bando contrario, Beaumanoir se presentó en el campo de batalla con 29 aguerridos infantes a sus espaldas.
Las reglas estaban claras: sólo se podrían utilizar espadas, hachas, lanzas y dagas de misericordia, lo que excluía las muertes a distancia causadas por arcos y ballestas. En cuanto a la condición de victoria, bueno, no podía ser más simple... el último hombre en pie gana.
El combate empezó y las primeras bajas no tardaron en hacer acto de presencia. Los hombres luchaban con valor hasta que morían o quedaban incapacitados para la lucha y la peculiar batalla amenazaba con alargarse más de lo esperado. Finalmente, los hombres de Beaumanoir consiguieron llegar hasta el comandante inglés y lo mataron, por lo que el resto de la guarnición proinglesa se rindió inmediatamente.
El balance final fue de 9 muertos y 21 prisoneros en el bando de Bemborough, a los que habría que sumar los 4 muertos y 26 heridos del bando francés.
A los comandantes de ambos bandos y a los soldados que lucharon junto a ellos se les consideró adalides del ideal de honor caballeresco... pero el resultado del combate se declaró empate técnico y la Guerra de Sucesión Bretona se prolongó durante 13 largos años más hasta que, en 1364, terminaría con la sangrienta Batalla de Auray.
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