El síndrome del sabio (o savant) es una patología que
provoca efectos tan diversos como otorgar al individuo que lo padece
unas habilidades extraordinarias para las artes, una facilidad
insultante para el cálculo matemático o una agudización de los sentidos
hasta límites insospechados. Con esta descripción, el savantismo podría
considerarse más como un don divino que como una enfermedad pero si,
además, añadimos que el síndrome del sabio viene acompañado de dolencias
tan severas como el autismo la cosa ya no pinta tan bien, ¿verdad? Hoy vamos a dedicar unas líneas a esos "pobres genios" capaces de obrar
prodigios inimaginables sin siquiera proponerselo y, lo que resulta aún
más triste, sin ser plenamente conscientes de ello en la mayoría de los
casos.
Leslie Lemke |
Empezaremos este viaje contando la historia de uno de los
exponentes más claros del síndrome. Leslie, pues así se llana nuestro
primer protagonista, nació en una clínica de Milwakee el día 31 de enero
de 1.952. Quiso el destino que, nada más nacer, le fuera diagnosticada
una parálisis cerebral y un fuerte glaucoma que obligó a los médicos,
limitados por los avances técnicos de la época, a sacarle los ojos. Por
si esto fuera poca desgracia para Leslie, su madre biológica decidió
desprenderse de él y darlo en adopción en cuanto el equipo médico
informó de su situación. Por suerte, una enfermera llamada May Lemke se
compadeció del crio y lo adoptó cuando este contaba con seis meses de
edad.
A partir de este momento y aunque Leslie tenía por fin una madre, las cosas empezaron a complicarse cada vez más. Pese a los cuidados de May, la evolución de Leslie estaba siendo más lenta de lo esperado en un principio... mucho más lenta: hasta los 7 años, nuestro protagonista no hizo sonidos ni movimientos de ningún tipo; sobrevivía únicamente gracias a la comida que la señora Lemke empujaba pacientemente por su garganta. Durante los 8 años siguientes el avance no fue mucho más alentador. Leslie empezaba a mostrar síntomas de que percibía algo más allá de su mundo interior, sí, pero no fue capaz de mantenerse en pie hasta los 12 años y no empezó a caminar hasta los 15.
La historia no pintaba demasiado bien... pero hete aquí que una noche, cuando Leslie tenía 16 años, May se despertó sorprendida por los acordes del concierto para piano número 1 de Tchaikovsky. Aquella música venía de su sala de estar... ¿que estaba pasando? Cuando May llegó al salón, la estampa que encontró no pudo ser más sorprendente: Leslie, sentado ante el piano con la mirada vacía perdida en el infinito, reproducía a la perfección la obra clásica que sólo había escuchado una vez por televisión.
A partir de este momento y aunque Leslie tenía por fin una madre, las cosas empezaron a complicarse cada vez más. Pese a los cuidados de May, la evolución de Leslie estaba siendo más lenta de lo esperado en un principio... mucho más lenta: hasta los 7 años, nuestro protagonista no hizo sonidos ni movimientos de ningún tipo; sobrevivía únicamente gracias a la comida que la señora Lemke empujaba pacientemente por su garganta. Durante los 8 años siguientes el avance no fue mucho más alentador. Leslie empezaba a mostrar síntomas de que percibía algo más allá de su mundo interior, sí, pero no fue capaz de mantenerse en pie hasta los 12 años y no empezó a caminar hasta los 15.
La historia no pintaba demasiado bien... pero hete aquí que una noche, cuando Leslie tenía 16 años, May se despertó sorprendida por los acordes del concierto para piano número 1 de Tchaikovsky. Aquella música venía de su sala de estar... ¿que estaba pasando? Cuando May llegó al salón, la estampa que encontró no pudo ser más sorprendente: Leslie, sentado ante el piano con la mirada vacía perdida en el infinito, reproducía a la perfección la obra clásica que sólo había escuchado una vez por televisión.
May Lemke había descubierto por fin una pasíon en su hijo, un síntoma de humanidad que se mostró decidida a explotar enseñando a su hijo vídeos y canciones de todos los estilos, desde la música clásica hasta las vanguardias de la época. Leslie lo absorvía todo como una esponja sedienta de conocimiento y sus avances se produjeron a un ritmo vertiginoso hasta que llegó a dominar un amplísimo abanico de estilos musicales. Pero el piano no ayudó sólo al aprendizaje musical de Leslie, sino que contribuyó de manera decisiva a su desarrollo hasta el punto de que llegó a actuar en shows televisivos e incluso a dar giras a nivel mundial.
Leslie había encontrado por fin una razón para vivir, para luchar y para evolucionar... y vaya si lo hizo. Ante el piano, nuestro protagonista se transformaba por completo, abandonando su mundo interior para comunicarse tocando, riendo o cantando la letra de las canciones que interpretaba. Pero las desgracias nunca vienen solas y Leslie tuvo la desgracia de desarrollar un fuerte alzheimer que se lo llevaría a la tumba el día 6 de noviembre de 1993, cuando contaba tan solo con 41 años de edad.
Vamos a saltar ahora a la historia del hombre que inspiró el personaje de Dustin Hoffman en la película Rain Man. Si lo de Leslie Lemke es alucinante, las habilidades desarrolladas por Kim Peek son, directamente, increíbles.
Kim Peek |
Kim nació el día 11 de noviembre de 1.951 en la ciudad americana de Salt Lake City. No padeció autismo, pero tenía severos daños cerebrales y macrocefalia, lo que dejó al pobre Kim con un cociente intelectual de apenas 73 puntos cuando una persona normal anda en torno a los 100. Además de esto, apenas era capaz de abrocharse la camisa por sí solo y el hecho de tener que atarse los cordones se convertía para él en un reto imposible de superar... pero esto no fue óbice para que su cerebro dañado se desarrollase en otras direcciones. En su etapa de "máximo esplendor", Kim era capaz de leer dos páginas cada ocho segundos utilizando un ojo para la lectura de cada página; es decir, no necesitaba comprender lo que leía sino que sus ojos actuaban como un escáner que, al pasar sobre las páginas, almacenaba en su cerebro la información. Esta curiosa facultad propició que Kim recordase palabra por palabra el 98% de los 12.000 libros que había leído a lo largo de su vida. No necesitaba esforzarse para retener la información y tampoco para exponerla... simplemente, los datos estaban ahí.
El desarrollo social de este savant se vió también reforzado por la explotación de sus habilidades, pues hacía demostraciones públicas en las que enseñaba al mundo que tenía, por poner un ejemplo, un calendario de 10.000 años en la cabeza; de modo que si una persona le decía su fecha de nacimiento él era capaz de contestar qué día de la semana fue, qué hechos reseñables ocurrieron en dicha fecha e incluso qué día de qué año debía jubilarse esa persona. Dicho todo esto, no es de extrañar que Kim fuera también capaz de resolver rápidamente cualquier cálculo matemático que se le propusiera como reto, pero lo que sí resulta increíble es que, además, retenía en su cerebro un mapa perfecto de los Estados Unidos: bastaba preguntarle por una dirección (aunque estuviera en la otra punta del país, aunque él nunca hubiera estado allí) para que relatara cómo llegar al destino exponiendo un nivel de detalle en sus explicaciones que incluía en que calle se debía girar o qué carretera había que seguir.
El cerebro de Peek fue estudiado durante toda su vida por organismos tan internacionalmente reconocidos como la NASA pero, lamentablemente, Kim murió víctima de un infarto de miocardio en un hospital de Salt Lake City antes de que las pruebas pudiesen arrojar resultados concluyentes sobre el origen de sus extraordinarias capacidades.
Este "viaje por los sabios" no trata sólo de historias tristes que terminan mal, sino que también nos habla de superación, esfuerzo y valentía. Como ejemplo de estos tres valores podemos hablar de Stephen Wiltshire, un niño nacido en Londres en 1.974 que ha pasado de no poder comunicarse a ser uno de los artistas más reconocidos a nivel mundial.
Stephen nació aparentemente sano, pero el paso del tiempo fue dejando al descubierto sus carencias. A la edad de 3 años aún no había pronunciado una sola palabra, por lo que sus padres le llevaron al centro médico en el que fue diagnosticado de autismo lo que, desgraciadamente, coincidió con la muerte de su padre en un accidente de tráfico. Su madre se ocupó de su educación durante dos años más pero, cuando Stephen tenía 5 años, se vió finalmente sobrepasada por las circunstancias y envió a su hijo a la escuela Queensmill, una institución especializada en el desarrollo de niños con problemas de autismo.
Stephen Wiltshire |
Allí, al pequeño Stephen se le abrieron las puertas de la que sería su gran pasión: el dibujo. Mediante el trazo adquirió la capacidad de comunicarse con los demás, habilidad que no sería capaz de expresar verbalmente hasta los 9 años. Al año siguiente Stephen dibujó una serie de ilustraciones qeu reflejaban los monumentos más importantes de Londres. Él aún no lo sabía, pero aquella serie sería el inicio de una carrera artística que se prolonga hasta el día de hoy.
Su especialidad consiste en plasmar de memoria y con una fidelidad extrema paisajes urbanos que sólo ha visto una vez durante un periodo de tiempo mínimo. Para muestra, un botón: en 2005 dibujó durante 7 días una panorámica de la ciudad de Tokio sobre un lienzo de 10 metros de largo tras dar un corto paseo en helicóptero sobre la ciudad. Este mismo procedimiento ha sido puesto a prueba en ciudades como Hong Kong, Madrid, Dubai o Roma llegando en este ultimo caso a plasmar sobre su lienzo detalles retenidos durante el vuelo como, por ejemplo, el número exacto de columnas del Panteón de Agripa. A día de hoy, Stephen Wiltshire tiene su propia galería permanente en Londres y ha sido galardonado con la prestigiosa Órden del Imperio Británico por su contribución al arte inglés.
Por último (que no por ello menos importante), vamos a hacer una pequeña visita a la historia de Matt Savage, nacido en Sudbury, Massachusetts, en el año 1.992. Savage padece una forma leve de autismo pero, a difierencia de lo que pasaba con Kim Peek, la inteligencia de este savant es elevadísima. Tanto es así que Matt empezó a caminar a una edad en la que la gran mayoría de los niños casi no se mantienen en pie y aprendió a leer antes de haber cumplido los 18 meses. A los 6 años había aprendido a leer partituras de piano sin que nadie le enseñara y alos 7 años había ingresado en el Conservatorio New England de Boston tras haber descubierto la magia del jazz. Desde entonces Matt se ha dedicado a componer e interpretar su música ante mandatarios y celebridades de todo el mundo.
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