miércoles, 20 de marzo de 2013

La guerra del emú

Hoy vamos a hablar de una de las guerras más descabelladas de la historia. Todo empezó cuando, tras la I Guerra Mundial, un sinfín de excombatientes australianos y de veteranos británicos se vieron sin nadie a quien matar y decidieron dedicarse al noble oficio de cultivar la tierra en las inmensas llanuras de Australia occidental. Hasta aquí todo bien, pero en 1.929 la Gran Depresión golpeó al mundo y las cosechas empezaron a caer por falta de inversión. Ante esta coyuntura, el gobierno australiano prometió a los granjeros numerosos subsidios para la mejora de los cultivos, por lo que los terratenientes invirtieron hasta su último dólar con la esperanza de que el gobierno cumpliera su palabra... el problema es que los subsidios nunca llegaron y, además, la superproducción de cereales derivadas de este hecho hizo que su precio cayera en picado, por lo que los años siguientes las siembras fueron cada vez menos generosas.
Emú en libertad
Así llegamos al año 1.932. En esta fecha, los granjeros no podían exprimir sus cosechas ni un ápice más y, por si esto fuera poco, el fenómeno anual de la migración del emú (unas aves parecidas al avestruz autóctonas de Australia) trajo consigo un número nada desdeñable de 20.000 ejemplares que campaban a sus anchas por los campos de cultivo picoteando lo poco que crecía en la tierra.
El problema era grande y los excombatientes no eran muy amigos del pensamiento racional, así que pidieron al ministro de defensa australiano que desplegara ametrralladoras en su territorio para disparar a discreción contra aquellos bichos. Una locura, ¿no? Pues no: el ministro aceptó con la condición de que las ametralladoras fueran manejadas por personal militar y de que deberían ser los propios granjeros los que alimentaran a los soldados desplegados en sus tierras. Así, el 2 de noviembre de 1.932, comenzaba la guerra del emú.

En un lado del campo de batalla, 20.000 pájaros picando el suelo; en el otro, un comandante y dos soldados en prácticas con un par de ametralladoras  Lewis... va a ser una batalla épica.

El día 8 de noviembre, 6 días después del inicio de la ofensiva, el comandante Meredith envía su primer reporte oficial al ministerio de defensa informando de lo evidente: sus hombres no han sufrido bajas, pero sus tácticas están demostrando ser ineficientes. En menos de una semana las Lewis han escupido 2.500 cartuchos y sólo han conseguido abatir un número que oscila entre los 50 y los 300 emús. Las emboscadas también han fracasado, pues en cuanto los pájaros oyen el primer disparo se dispersan corriendo asustados y no presentan un blanco en bloque... Meredith debe estar ciertamente desconcertado.
Ametralladora Lewis

La contienda se prolongó hasta el día 10 de diciembre arrojando un escalofriante recuento de 986 pájaros muertos con los 9.860 cartuchos disparados, es decir, que se necesitaron exactamente 10 cartuchos para derribar cada pájaro. La "guerra del emú" duró un mes y 8 días y en ella fue necesario disparar casi 10.000 balas para dar muerte a un 50% de los animales que habían arrasado las cosechas. Pero esperen, no se retiren todavía, que aún queda un último dato: ante el desastre en el que se había convertido aquella cacería, el ministro de defensa ordenó la retirada reconociendo la victoria de los emús sobre el ejército australiano. Como última pincelada, vamos a despedir el artículo con las palabras que el propio Meredith dijo en un irrisorio intento de justificar su fracaso: "Si tuviésemos una fuerza militar con la capacidad de absorver munición de estas aves, podría enfrentarse a cualquier ejército del Mundo. Afrontan las ametralladoras con la invulnerabilidad de un tanque, son como los Zulus, ni siquiera las balas expansivas pueden pararlas".

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