miércoles, 13 de junio de 2012

Gulag

Tradicionalmente, se aglutina bajo el término gulag a cada uno de los campos de trabajo forzado que conformaban la red soviética durante la primera mitad del siglo XX. Esta nomenclatura, sin ir demasiado desencaminada, no se ajusta a la realidad en el sentido de que la palabra gulag no definía en su origen al propio campo, sino que era el nombre del organismo que se encargaba de gestionar la red de campos como un todo al servicio del estado: la Dirección General de Campos de Trabajo, dependiente de la Cheka, cuyo trabajo consistía en detectar y arrancar de raíz cualquier conato de pensamiento contrarrevolucionario o subversivo.
 

Distribución de los campos
La revolución de 1.917 (ayudada en gran medida por la I Guerra Mundial) consiguió erradicar todo vestigio del zarismo, pero también aprovechó los remanentes imperiales en materia de control de opinión. Así, el Comisariado para el pueblo de la URSS reconvirtió los campos de trabajo de la tundra siberiana en auténticas "picadoras de carne" que  no tenian nada que envidiar a las establecidas posteriormente por los alemanes durante el III Reich.
Los campos de trabajo correctivos (se ve que quedaba feo llamarlos campos de concentración) se extendieron rápidamente abandonando las fronteras de Siberia para extenderse por todo el territorio soviético mientras la Cheka progresaba para convertirse en el OGPU y, finalmente, en el temido NKVD: el comisariado del pueblo para asuntos internos; una especie de Gestapo a la rusa.
Durante todos estos periodos, el gulag fue recibiendo más o menos atención y propagando su telaraña de campos, pero fue bajo la supervisión del NKVD cuando este organismo vivió su época dorada.

En la década de 1.930, la psicosis de la amenaza interna se apoderó del gobierno soviético y le llevó a crear el Comisariado del pueblo para asuntos internos, que tenía vía libre (prácticamente sin restricciones) para arrestar, interrogar, encarcelar o ejecutar a cualquiera que fuera mínimamente sospechoso de querer minar los cimientos del régimen. En consecuencia, la población de los campos de trabajo creció exponencialmente alcanzando si cénit en los años previos a la II Guerra Mundial, cuando el gulag manejaba cifras de detenidos que atestaban sus campos desde Siberia hasta Leningrado.
El cambio en materia de seguridad interna en la política estatal propicia que sean detenidos miles de prisioneros políticos: antiguos aristócratas, obispos, sacerdotes o simples civiles acusados de subversión; nadie está a salvo de las garras del Estado, basta con que un vecino acuse a otro de traición para que este pase el resto de sus días trabajando hasta la muerte en alguno de los campos del gulag.

Barracón de prisioneros
Normalmente, los prisioneros políticos eran hacinados junto a los presos comunes, pero existía toda una organización interna dentro del sistema. Había varios tipos de campos que se denominaban y funcionaban de una manera u otra según el tipo de prisioneros a los que albergaran.
Exisitían, por ejemplo, campos especialmente preparados para albergar niños, minusválidos o madres con bebés. Del mismo modo, había camposque albergaban únicamente a las "familias de traidores a la patria"; es decir, que si un ciudadano soviético era detenido por el NKVD y dejado en manos del gulag, no sólo se le encarcelaba a él, sino también a toda su familia. Para poder llegar a cabo este proceso era necesaria una declaración firmada por el acusado en la que este se declarase culpable... pero las celdas eran frías y los interrogadores tremendamente hábiles con los instrumentos punzantes o eléctricos, así que obtener un pliego de confesión no suponía ningún problema.
 En este crisol de campos había también espacio para las Psijushka, instituciones de encarcelamiento psiquiátriquo forzoso en las que el prisionero era tratado con toda clase de fármacos hasta que su resistencia se rompía y quedaba hecho un guiñapo.
Por último, debemos contar también con los Sharashka, una serie de campos-laboratorio repartidos por todo el país en los que los presos políticos de mayor envergadura intelectual eran obligados a investigar sin descanso, haciendo tantos descubrimientos "anónimos" como fuera posible para mayor gloria del Estado. Este tipo de campos fue fundamental, por ejemplo, en las fases tempranas del programa nuclear soviético, para el que miles de presos políticos fueron destinados a la extracción de uranio y la descontaminación de zonas irradiadas.

Durante el desarrollo de la II Guerra Mundial, el porcentaje de población asignado al gulag bajó espectacularmente. Esto se debe, principalmente, a dos factores: en primer lugar, casi todos los presos capaces de sostener un arma fueron agrupados en forma de batallones especiales y enviados al frente, donde eran colocados en primera línea como carne de cañón; su misión era la de proteger a los verdaderos soldados (bien armados, bien entrenados y amados por la patria), pero la realidas es que cayeron por millares y sólo servían para distraer la atención de la Wehrmacht durante unos minutos antes de que empezase el auténtico combate. En segundo lugar, el proceso de ateización del país se detuvo y los sacerdotes fueron sacados de los campos y destinados a pueblos o batallones como capellanes para tratar de subir la moral nacional dando al pueblo un apoyo sobre el que aferrarse (a parte del omnipresente Estado, por supuesto).

Tras este brusco descenso, el número de prisioneros asignados al gulag sufrió un repunte al finalizar la II Guerra Mundial. La medidas de seguridad se incrementaron una vez más hasta rozar la paranoia  y miles de presos políticos sustituyeron en los campos a las remesas caídas en el frente. A estos se unieron un sinfín de prisioneros de guerra alemanes y varios millares de habitantes de repúblicas satélites acusados de colaboracionismo para completar una ocupación de los campos que rondaba los 2 millones de personas a principios de la década de 1.950.
Miles de personas más dieron su vida trabajando hasta la extenuación en condiciones infrahumanas hasta que, el día 25 de enero de 1.960, el Ministerio del Interior soviético daba carpetazo a la organización del gulag, que dejaba a sus espaldas una cifra aproximada de 3 millones de muertos sin contar a aquellos que murieron en el frente durante la guerra ni a los que sobrevivieron a los campos a costa de secuelas físicas y/o psicológicas que arrastraron durante el resto de sus día.

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