miércoles, 23 de mayo de 2012

La balsa de la Medusa

Hoy vamos a hablar del hecho histórico que inspiró a Théodore Géricault para pintar uno de los cuadros más famosos del romanticismo francés: La balsa de la Medusa.

Nuestra historia comienza en junio de 1.816, cuando un convoy francés parte de Rochefort con destino a Senegal. El grupo está formado por el Argus, el Écho y la Méduse, una fragata a cuyo mando está el Vizconde Hugues Duroy de Chaumereys, nombrado a dedo tras pasar casi 20 años sin navegar.
La travesía debe transcurrir sin incidentes, pues su objetivo es aceptar la rendición británica en la colonia y su devolución a Francia dentro de los términos aceptados en la Paz de París, pero pronto veremos que no fue precisamente un crucero de placer.
Aprovechando el buen tiempo y en el ansia de Chaumereys por cumplir la misión, la Méduse se adelanta a las otras naves... pero se desvía 100 kilímetros de su rumbo y encalla en un banco de arena. El accidente se produce el día 2 de julio cerca de las costas de la actual Mauritania.
La balsa de la Medusa (Théodore Géricault)
Durante tres días, el capitán y la tripulación se esfuerzan por liberar el barco embarrancado; pero no lo consiguen y deciden que la mejor manera de salvar la vida pasa por encaramarse a los botes salvavidas y hacerse a la mar para tratar de recorrer los 60 kilómetros que separan a la Méduse de la costa mauritana... el problema es que la tripulación de la fragata asciende a 400 personas y los botes sólo tienen espacio para unas 250. Los casi 150 hombres restantes construyeron apresuradamente una balsa y se lanzaron al agua, donde debían ser remolcados por los botes salvavidas. Pero no lo fueron.
Tras una cortísima travesía, las amarras que unían la balsa parcialmente hundida a los botes se soltaron (o alguien ordenó soltarlas) y más de un centenar de hombres quedaron a la deriva sobre un trozo de madera flotante con vías de agua por todos lados.

Los náufragos de la Méduse se ven impotentes, mirando como se disuelve la estela dejada por los botes salvavidas y sabiendo que su suerte está echada, pues sólo disponen de un paquete de galletas, dos bidones de agua y un par de barriles de vino.
La balsa es ingobernable y las provisiones se agotan el primer día. El riesgo de hundimiento está constantemente presente tensando los ánimos hasta el punto de que pronto empiezan a estallar peleas que terminan con hombres apuñalados o tirados por la borda.
Los barriles de vino cayeron al mar en medio de las trifulcas y el agua que quedaba en los bidones era a todas luces insuficiente para mantener con vida a todos los ocupantes de la balsa, asi que pronto comenzaron a producirse suicidios y asesinatos que culminaban con un banquete en el que los marineros echaban mano del único alimento existente a bordo: la carne de sus compañeros muertos. Dejaban los huesos limpios antes de tirarlos al mar y bebían la sangre en un intento de mantenerse con vida hasta que llegara ayuda.

Trece días después del naufragio, el Argus llega a la posición de la balsa y se encuentra con que, de los 150 hombres que habían quedado a la deriva, sólo 15 permanecen encaramados a la balsa. Están en el umbral de la muerte, sin comida y sin una gota de agua, pero el rescate llega justo a tiempo y la vida de los 15 supervivientes de la Méduse es arrancada del mar.

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