martes, 30 de abril de 2013

Alejandro contra Darío: La batalla de Issos

El viaje que emprenderemos hoy nos llevará a través de la historia por una de las mayores batallas a las que tuvo que hacer frente Alejando Magno en su incesante búsqueda de la supremacía. Nos situaremos en la Turquía del siglo IV a.C. Alejandro había derrotado ya en el Gránico a los persas, pero aquello no había sido más que una provincia y ahora, Darío veía como aquel advenedizo posaba sus ambiciosos ojos sobre el corazón de su imperio, lo que era de todo punto inadmisible para alguien que, como él, se consideraba un Dios caminando entre hombres. Así las cosas, el rey de los persas reúne una gran leva de soldados y los envía al encuentro de Alejandro respaldados por caballería pesada y ligera. En una maniobra que demuestra el respeto que había empezado a ganarse el macedonio a ojos del persa, Darío no ataca frontalmente a las tropas de Alejandro, sino que da un rodeo y se sitúa a su espalda para cortar sus líneas de suministros y para poder permitirse el lujo de plantear la batalla donde más convenga a sus intereses. Dicho escenario se da en el Golfo de Issos.

Posiciones iniciales
Cuando Alejandro recibe la noticia de que el persa le ha rodeado y espera a su espalda decide dar la vuelta y plantarle cara para liberar sus canales de abastecimiento. El ejército macedonio gira sobre sus talones y se dirige a Issos encontrando allí un frente de batalla formado por 11.000 jinetes, 10.000 hoplitas mercenarios, 10.000 infantes pesados y 69.000 infantes ligeros procedentes de la leva organizada por Darío; en total, 100.000 hombres que les esperan en formación dispuestos a morir bajo las lanzas enemigas. Ante esta abrumadora fuerza, los macedonios despliegan casi 41.000 hombres distribuidos en grupos de 13.000 infantes ligeros, 22.000 soldados de falange y casi 6.000 jinetes entre los que se incluyen los Hetairoi, la temida caballería de élite de Alejandro. Ambas huestes están separadas por el río Pínaro, pero el líder macedonio observa que la disposición de las tropas persas no es todo lo compacta que debería: Alejandro aún no sabe lo que es, pero sabe que hay algo que falla... y explotar los fallos del rival es su especialidad.

Darío abre la partida haciendo el primer movimiento: ordena a sus flancos (formados por caballería) que vadeen el río y permanezcan en la otra orilla esperando el envite de Alejandro. El costado derecho de la formación persa está protegido por destacamentos de caballería ligera que guardan una estrecha franja costera mientras que el derecho aglutina al resto de la caballería ligera y, además, a toda la caballería pesada de Darío. El macedonio acepta el envite y se dispone a atacar, pero un último movimiento de tropas en la formación enemiga le alerta de la celada preparada por los persas; la caballería pesada de Darío abandona poco a poco el flanco izquierdo y se dirige rodeando a la infantería hacia la franja de costa del flanco izquierdo. El rey persa tiene el plan de batalla perfectamente definido: Alejandro morderá el anzuelo y atacará el flanco izquierdo. Para cuando eso suceda, su caballería pesada habrá llegado desde el flanco y cargará contra los macedonios empujándoles hacia el mar mientras la infantería abre una brecha entre el costado de Aleandro y su formación central... el problema es que el macedonio utilizaba habitualmente las maniobras de ruptura y se había dado cuenta inmediatamente de lo que Darío se traía entre manos, de modo que ordena a sus jinetes pesados que cambien de flanco y salgan al encuentro de la caballería persa.
Moviento de ruptura
Esta maniobra permite a los macedonios soportar el empuje persa en su ala izquierda y cargar desde la derecha contra la débil caballería ligera de Darío, que ve desde la retaguardia como su plan de batalla se desmorona. El empuje de los jinetes de Alejandro consigue romper la resistencia persa y ataca desde el flanco la formación de infantería, que se gira para hacer frente al ataque montado dejando su costado expuesto a los infantes macedonios, quienes avanzan vadeando el río y armando una auténtica escabechina mientras Darío se da a la fuga protegido por un puñado de jinetes.

En este momento, la soldadesca persa procedente de una leva forzosa le da la espalda a los soldados de Alejandro y emprende la huida. Las falanges macedonias empiezan a actuar entonces como una picadora de carne: los persas huyen tropezando unos con otros y amontonándose mientras los soldados disciplinados de Alejandro les atraviesan la espalda con sus lanzas. Al final del día, el golfo de Issos contempla los cadáveres de 7.000 macedonios y 20.000 persas que se pudren bajo los pies del Magno mientras este mira al horizonte sabiendo que ha vencido al mayor enemigo que la historia había puesto en su camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario