Hoy viajaremos una vez más al conflicto más sangriento de la historia: la Segunda Guerra Mundial. En la antesala de la contienda, cuando los actores principales aún tomaban posiciones sobre el tablero de la vieja Europa, Polonia era un enclave estratégico coronado como escenario del primer acto mediante la firma del pacto Ribbentrop-Mólotov el 23 de agosto de 1.939. En base a este tratado de no agresión la Unión Soviética y el III Reich se repartían en dominio sobre el país, que perdía su autonomía convirtiéndose involuntariamente en espectador de primera fila, lo que no cayó demasiado bien entre los propios polacos, quienes se apresuraron en posicionarse hacia un lado u otro transformando el país en una caza de brujas entre bandos enfrentados.
Firma del pacto Ribbentrop-Mólotov |
Una semana después de la firma del pacto, Alemania mandó al garete lo firmado con la URSS y entró a saco en Polonia utilizando la blitzkrieg para conquistar la mitad del país en un suspiro. Stalin, que tampoco era mucho de estarse quieto, entró desde el este como un elefante en una cacharrería, abriéndose camino hasta que consiguió que la Unión Soviética tuviera frontera terrestre con el Reich.
A partir de ese momento, los servicios secretos del NKVD soviético empiezan a hacer en su parte del pastel una de las cosas que más les gustaban: una purga. Su razonamiento era que, si Alemania había conseguido destripar el país en un mes, los ejércitos de Hitler debían haber recibido ayuda desde dentro. En base a esta suposición, decenas de miles de militares, policías e intelectuales polacos fueron deportados hacia gulags situados a lo largo de toda la frontera occidental de la URSS.
Pese a tomar el nombre de Katyn por el lugar en el que fueron hallados los primeros cadáveres relacionados con este hecho, la masacre se extendió entre el 3 de abril y el 19 de mayo de 1.940 por distintos campos de trabajo de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
La orden de ejecución masiva fue firmada por Stalin el 5 de marzo de ese mismo año y las fuerzas del NKVD comandado por Lavrenti Beria no tardaron en ponerse manos a la obra. Los prisioneros del campo de Kozielsk fueron conducidos en grupo al borde de fosas comunes y ejecutados mediante un tiro en la nuca, tras lo cual sus cadáveres eran apilados en filas de 500 cadáveres para dar paso al siguente grupo. Por su parte, los oficiales administradores del campo de Kalinin (actual Tver) siguieron un proceso mucho más metódico: los prisioneros llegaban en camiones al atardecer y entonces se daba inicio a una jornada de ejecuciones que duraba hasta el amanecer. Uno por uno, los reos descendían del camión y se dirigían a una mesa en la que se revisaban sus papeles para, acto seguido, entrar por propia voluntad en un edificio del que salían por la puerta trasera con una bala alojada en la cabeza. El edificio contaba con ruidosos ventiladores que amortiguaban el sonido de los disparos para que no asustaran al siguiente candidato a fiambre, lo que hacía la matanza mucho más fácil para los verdugos pero, aún así, estos no daban a basto. En la primera noche llegaron a Kalinin 390 prisioneros, por lo que los ejecutores solicitaron que la carga de prisioneros en los días sucesivos no superase los 250 hombres por noche.
Fosa común en Katyn |
En poco más de un mes, cerca de 22.000 polacos fueron ejecutados en las inmediaciones de los distintos campos de trabajo a los que habían sido deportados tras la invasión alemana.
Con el final de las ejecuciones empezaron las especulaciones. Los nazis destaparon el asunto con la intención de usarlo como propaganda contra la URSS mientras, por su parte, los soviéticos negaban la mayor diciendo que todo aquello había sido cosa de los alemanes... los polacos no podían afirmarlo a ciencia cierta, pero creían que había sido un genocidio pactado entre ambos bandos. Sea como fuere, lo cierto es que con la desclasificación de documentos soviéticos llevada a cabo por el gobierno de Boris Yeltsin en 1.990 quedó al descubierto que la ejecución masiva había sido llevada a cabo por hombres del NKVD, pese a lo que aún hoy en día existen grupos comunistas empeñados en negar la evidencia y culpar a los nazis de los acontecido.
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