Hoy llevaremos a cabo un pequeño ejercicio mental: pongámonos en la piel de un guerrero inglés del siglo IX.
Reconstrucción de un drakkar |
Un gran ejército vikingo se aproxima a nuestra ciudad, York, mientras formamos frente a las murallas en un último intento por defenderla del saqueo y la muerte. La cota de malla nos hace rozaduras, la espada pesa cada vez más en nuestra mano y el sudor corre a mares bajo nuestro casco, acumulándose en el nasal y enturbiándonos la visión al tiempo que en nuestra cabeza resuena la súplica escrita en el frontal de la iglesia de la ciudad: A furare normannorum libera nos Domine (De la furia de los hombres del norte líbranos, Señor).
Las primeras lanzas asoman ya tras la cresta de una colina, justo frente a nosotros, y los vikingos empiezan a formar su muro de escudos con el olor del humo procedente de su último saqueo aún flotando en el aire. Arrogantes como sólo pueden serlo los hombres del norte, comienzan a provocarnos para que rompamos filas y abandonemos la formación pero, a pesar de que el ruido que hacen al golpear sus enormes espadas contra los escudos de madera es ensordecedor, nos mantenemos firmes en nuestro sitio con la seguridad de que Dios está con nosotros.
De repente, vemos como se abre paso hacia la primera línea de su formación un grupo minúsculo de hombres semidesnudos, cubiertos sólo con pieles bastas y que se convulsionan al ritmo de una música que sólo ellos parecen oír. Forman junto a sus compañeros en el muro de escudos e, incluso desde esta distancia, podemos ver cómo ese gesto incomoda al resto de los vikingos... les pone nerviosos.
Batalla vikinga |
Los hombres de las pieles se mecen inquietos, lanzando de vez en cuando horribles carcajadas histéricas al aire mientras muerden los bordes de sus escudos hasta que sus dientes se parten y una espuma sanguinolenta inunda sus labios. Sin previo aviso, uno de ellos arroja sus armas al suelo y, con un alarido, se abalanza contra uno de sus compañeros acorazados, al que desgarra la garganta con las manos desnudas. Esta única muerte activa un mecanismo oculto en la mente del resto de hombres desnudos, que se lanzan a la batalla con una furia animal brillando en sus ojos, perdiendo las armas y los escudos en su ansia por llegar a nuestra posición mientras sus andrajosas pieles flamean en el aire tras su estela.
A medida que vemos acercarse a esas bestias con forma humana y, justo detrás de ellos, un muro de escudos impenetrable del que sobresalen lanzas y espadas, la confianza que teníamos en un principio nos abandona y un río helado de sudor frío baja por nuestra espalda al constatar que los guerreros contra los que nos enfrentamos son el castigo de Dios a nuestros pecados.
Estos eran los berserker, los guerreros vikingos que conformaban la élite del ejército y que, en un número nunca superior a doce individuos, constituían la guardia personal de los reyes del norte. Guerreros que se lanzaban al agua desde los drakkar en cuanto avistaban la costa, poseidos por una furia asesina incontenible.
Zonas de influencia vikinga |
La leyenda nos cuenta que se trataba de elegidos poseídos por un dios guerrero que les impelía a combatir hasta el último aliento.
La historia nos dice que, en realidad, eran epilépticos que alteraban aún más sus facultades mediante el consumo de hongos alucinógenos y plantas como el beleño, que facilitaba su irrupción en el combate dominados por una ira cegadora que los convertía en seres prácticamente inmunes al dolor.
Sea como fuere, estos hombres asolaron a sangre y fuego las costas de media Europa durante 300 años contribuyendo en gran medida a darle al continente la forma y el carácter que tiene hoy en día.
me ha servido de mucha ayuda. Gracias
ResponderEliminar¡Gracias a tí por leerlo!
Eliminarrealmente muy bueno los articulos q leo aca :)
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarWao!! me encanta la mitología nórdica y al leer el blog he encontrado una gran satisfacción, muchas gracias.
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