miércoles, 27 de junio de 2012

El Holodomor

A principios del siglo XX aconteció en la Unión Soviética un periodo que se llevó la vida de varios millones de personas en apenas dos años: el Holodomor, la gran hambruna de Ucrania. Hoy vamos a tratar de desentrañar el por qué y el cómo de estos tristes hechos.

Propaganda colectivista
En el mes de diciembre de 1.929, las altas esferas del Partido Comunista deciden dar un giro de 180 grados a la política económica de la Unión Soviética. Hasta ese momento, el campesinado había supuesto la base de la economía , pero los jerifaltes del partido, con Stalin a la cabeza, consideran que la industrialización debe llegar a su territorio de manera masiva apoyándose en los campesinos, cuya producción debe convertirse en un bien colectivo del Estado sirviendo como sustento a aquella "industrialización relámpago".
Por aquel entonces, el 82% de la población soviética pertenecía al campesinado, pero pocos de ellos tenían tierras propias. La mayoría trabajaba como jornaleros a sueldo de los kulaks, los terratenientes, por lo que acogieron con entusiasmo las nuevas medidas colectivizadoras y se unieron en apoyo de la política de Moscú. Los kulaks, por su parte, no vieron con buenos ojos la rebelión de sus jornaleros, así que se alzaron contra la decisión del partido y empezaron a sacrificar ganado y cosechas: si ellos no podían obtener beneficios, el partido tampoco lo haría.
El enfrentamiento era inevitable y el Partido Comunista no se andaba con paños calientes en aquella época, de modo que los jerarcas de Moscú enviaron al Ejército Rojo a sofocar la rebelión de los kulaks. Los soldados, mejor entrenados y armados, entraron en los territorios occidentales de la Unión Soviética como un cuchillo caliente en mantequilla. La sublevación fue neutralizada con brutalidad, los kulaks fueron ejecutados y, ya que estaban, los líderes militares destacados en la zona aprovecharon la ocasión para "hacer una limpieza" consistente en la detención y deportación de casi medio millón de personas, que acabaron sus días bajo la atenta vigilancia del Gulag, trabajando hasta la extenuación en los campos siberianos.

Finalmente, los métodos de colectivización se imponen y el oeste de la Unión Soviética empieza a enviar su cuota a Moscú. En este punto confluyen los dos principales factores que desembocaron en el Holodomor: en primer lugar, la dirección del partido sube las cuotas, por lo que para el campesinado cada vez es más difícil satisfacer las exigencias de Moscú. En segundo lugar, una serie de malas cosechas provocan que el cupo fijado para 1.932 sea totalmente inasumible; lo que hace creer a Stalin que elementos extranjeros han tomado el poder en Ucrania para minar el modelo de colectivización.
En base a esta suposición, el líder comunista envía a Ucrania dos comisiones especiales encargadas de requisar la cuota correspondiente al Estado y, ya de paso, de provocar una hambruna artificial que le quite a los enemigos del régimen las ganas de minar las medidas colectivizadoras. Así empieza la peor hambruna de la historia de Ucrania.

Cadáveres en las calles de Járkov
A partir de este momento es cuando Ucrania, cuya capacidad de producción agraria era capaz de alimentar a dos veces la población del país, empieza a morir de hambre. Las cifras relativas a los peores momentos del Holodomor hablas de 25.000 muertos cada día.
Los cadáveres quedan tirados en medio de la calle por la simple razón de que los vivos no tienen fuerzas para recogerlos. A todo esto, el Ejército Rojo y la policía política campan a sus anchas requisando hasta el último grano de trigo mientras para los habitantes de aquel rincón de la Unión Soviética el cuero de las botas se convierte en un manjar capaz de mantenerlo a uno con vida durante un día más.
Pronto aparecen los primeros casos de canibalismo. Cuando el hambre comprime el estómago y hasta las ratas han huído o han sido devoradas, los ucranianos se ven en la difícil tesitura de comerse a sus muertos para sobrevivir. Los cadáveres, que antaño yacían en las calles, son ahora cocinados como alimento para las familias... pero la hambruna no parece tener fin y el gobierno central no cede un ápice, así que no tarda en manifestarse el lado más oscuro del ser humano: las cacerías de hombres.
Las víctimas eran normalmente niños, por tratarse del eslabón más débil en la cadena del hambre. Si algún infante se separaba demasiado de su familia o se internaba en los bosques, lo normal era que su familia no volviera a verle, pues el chiquillo acababa sus días en la olla de algún forajido.

Algunos de los archivos soviéticos referentes al Holodomor han sido ya desclasificados pero, aún así, es casi imposible establecer una cifra certera de víctimas. Los funcionarios de los soviets rurales tenían prohibido establecer el hambre como causa de la muerte de los ciudadanos, por lo que una inmensa cantidad de fallecimientos fueron atribuídos a las epidemias de tifus que asolaron la Unión Soviética occidental en medio de las condiciones de insalubridad provocadas por la hambruna.
Por otra parte, las deportaciones masivas también tienen mucho que ver en que las estimaciones asignen al Holodomor cifras que oscilan entre 1,5 y 10 millones de muertos; si bien las aproximaciones más realistas hablan de entre 3 y 3,5 millones de fallecimientos por hambre sólo en Ucrania, a los que habría que sumar el millón y medio muerto en Kazajistán y los cientos de miles que cayeron en el resto de la Unión Soviética occidental para llegar a una cifra de entre 5 y 6 millones de víctimas en tan sólo dos años.

miércoles, 20 de junio de 2012

Calagurris y las Guerras Sertorianas

Quinto Sertorio nació en la Italia del siglo II a.C. en el seno de una familia acomodada que gozaba de todas las ventajas ofrecidas por su estatus en una República Romana que se hallaba en plena expansión. Pronto empieza a destacar por su depurada oratoria y por las dotes militares que demuestra contra la tribu germánica de los cimbrios en las batallas de Arausio y Vercelae, lo que le vale un puesto de tribuno militar en Hispania, donde ganaría la máxima condecoración militar de Roma por su eficiencia al reprimir el motín de Cástulo.
Al poco tiempo, abandona Hispania para ser nombrado cuestor en la Galia Cisalpina, donde permanece hasta el estallido de la Primera Guerra Civil de la República Romana, en la que toma partido por el bando de Cayo Mario poniendo sus tropas al servicio del antiguo cónsul y entrando en Roma al frente de una de las cuatro legiones que tomaron la ciudad. La carrera de Sertorio cotiza al alza: su cercanía a Cayo Mario y a Lucio Cornelio Cina le valen un puesto de pretor en la Hispania Citerior, a la que se desplaza en el año 83 a.C. Todo va sobre ruedas... pero el movimiento de Mario no le hace ninguna gracia a Sila (comandante supremo de los ejércitos romanos), que reune 6 legiones y marcha sobre la ciudad. Lucio Cornelio Sila toma Roma en el año 82 a.C. Del mismo modo, Lucio Valerio Flaco es nombrado gobernador de la Citerior y Sertorio es declarado enemigo de Roma.

Cneo Pompeyo Magno
Lejos de entregarse pacíficamente, Sertorio empieza a recabar apoyos entre las tribus de la zona y a plantar cara a las guarniciones romanas enviadas para detenerle. Viendo venir la que está a punto de liarse en la Citerior, Roma envía al procónsul Quinto Cecilio Metelo con la misión de sofocar la rebelión antes de que esta germine... pero Metelo es incapaz de hacer frente a las tribus locales, aglutinadas en torno a la figura de Sertorio, y el antiguo pretor conquista prácticamente toda la Citerior con sus guerreros nativos.
La rebelión hispana empieza a covertirse en una auténtica molestia para Roma, que ve como un renegado tiene en jaque a todas las legiones destacadas en la península; así que el gobierno de la República decide enviar a Cneo Pompeyo en ayuda de Metelo.
Pompeyo llega a Hispania en el año 77 a.C. y conquista casi inmediatamente la costa catalana. Las cosas empiezan a ponerse feas para Quinto Sertorio, que aprovecha el parón invernal de las operaciones para reabastecer a su ejército y fabricar nuevas armas.

Durante la campaña del año 76 a.C. Sertorio intenta cortar las vías de comunicación entre Pompeyo (en la Citerior) y Metelo (en la Bética). En un primer momento, las tropas leales a Sertorio lo consiguen pero, debido en gran parte a la ineptitud de su lugarteniente, Metelo consigue derrotar a los Sertorianos en Itálica y reunir sus tropas con las de Pompeyo en la recién conquistada Valentia, lo que relega a Sertorio a un atrincheramiento forzoso en Sagunto.
En estas estamos cuando llega el invierno del año 75 a.C. salvando sobre la campana al antiguo pretor, que está acogotado a tiro de piedra de las tropas romanas.

Sertorio se retira hacia el interior devastando los campos en una estrategia de "tierra quemada". Sus esfuerzos empiezan a surgir efecto y aquellas batallasen las que él mismo se encarga de mandar a las tropas son resueltas con éxito... pero sus lugartenientes siguen siendo militarmente inútiles y Sertorio no puede estar en todos los frentes a la vez, por lo que el territorio de influencia sertoriana se va reduciendo cada vez más.
A estas alturas, los romanos ya se habían dado cuenta de que Calagurris constituía la base del abastecimiento sertoriano y de que, si conseguían cortar la comunicación de Sertorio con esta ciudad, su propia táctica de "tierra quemada" le mataría de hambre, así que pusieron la plaza bajo asedio en la campaña del 74 a.C.
Pompeyo establece un cerco en torno a Calagurris, pero Sertorio consigue llegar hasta él y, acompañado de 3.000 soldados, consigue levantar el asedio y obligar a los romanos a retirarse, con lo que consigue prolongar la guerra hasta que el invierno del año 73 a.C le da un nuevo respiro... al menos hasta que Pompeyo aprovecha la pausa invernal para poner de nuevo bajo asedio a Calagurris.

Quinto Cecilio Metelo Pío
Refugiado en la ciudad de Osca, Quinto Sertorio es traicionado y asesinado por sus propios partidarios en los albores del año 72 a.C. La desesperación cunde entre los sertorianos, que huyen en todas direcciones y se entregan al perdón de Roma; pero Calagurris no se entrega, Calagurris resiste.
Fiel a la memoria de su caudillo más allá de la muerte, la ciudad resiste abandonada por sus aliados y rodeada de estandartes romanos.

Durante todo el año 72 a.C., los calagurritanos se esforzaron por resistir tanto tiempo como fuera necesario... pero el hambre no sabe de bandos y pronto el peligro de la muerte por inanición empezó a sobrevolar la ciudad. Este segundo asedio había pillado por sorpresa a los hispanos, quienes ya se creían salvados por Sertorio y, en consecuencia, no habían acumulado víveres suficientes.
Cuando la situación se vuelve insostenible y los más débiles empiezan a morir de hambre, los calagurritanos se ven forzados a tomar una decisión horrible: la plaza debe resistir hasta la última gota de sangre y, por lo tanto, las mujeres, los niños y los ancianos deben ser sacrificados para servir como sustento a los guerreros, que comerán su carne y resistirán hasta el final.
Dicho y hecho. Los "débiles" son sacrificados y su carne no sólo es devorada por los guerreros hispanos, sino que el remanente es salado para poder mantener a los defensores de la ciudad durante casi un año hasta que, finalmente, la inanición se impuso y los romanos entraron en la plaza encontrando tan sólo calles vacías y montones de cadáveres desnutridos aún aferrados a sus espadas.

miércoles, 13 de junio de 2012

Gulag

Tradicionalmente, se aglutina bajo el término gulag a cada uno de los campos de trabajo forzado que conformaban la red soviética durante la primera mitad del siglo XX. Esta nomenclatura, sin ir demasiado desencaminada, no se ajusta a la realidad en el sentido de que la palabra gulag no definía en su origen al propio campo, sino que era el nombre del organismo que se encargaba de gestionar la red de campos como un todo al servicio del estado: la Dirección General de Campos de Trabajo, dependiente de la Cheka, cuyo trabajo consistía en detectar y arrancar de raíz cualquier conato de pensamiento contrarrevolucionario o subversivo.
 

Distribución de los campos
La revolución de 1.917 (ayudada en gran medida por la I Guerra Mundial) consiguió erradicar todo vestigio del zarismo, pero también aprovechó los remanentes imperiales en materia de control de opinión. Así, el Comisariado para el pueblo de la URSS reconvirtió los campos de trabajo de la tundra siberiana en auténticas "picadoras de carne" que  no tenian nada que envidiar a las establecidas posteriormente por los alemanes durante el III Reich.
Los campos de trabajo correctivos (se ve que quedaba feo llamarlos campos de concentración) se extendieron rápidamente abandonando las fronteras de Siberia para extenderse por todo el territorio soviético mientras la Cheka progresaba para convertirse en el OGPU y, finalmente, en el temido NKVD: el comisariado del pueblo para asuntos internos; una especie de Gestapo a la rusa.
Durante todos estos periodos, el gulag fue recibiendo más o menos atención y propagando su telaraña de campos, pero fue bajo la supervisión del NKVD cuando este organismo vivió su época dorada.

En la década de 1.930, la psicosis de la amenaza interna se apoderó del gobierno soviético y le llevó a crear el Comisariado del pueblo para asuntos internos, que tenía vía libre (prácticamente sin restricciones) para arrestar, interrogar, encarcelar o ejecutar a cualquiera que fuera mínimamente sospechoso de querer minar los cimientos del régimen. En consecuencia, la población de los campos de trabajo creció exponencialmente alcanzando si cénit en los años previos a la II Guerra Mundial, cuando el gulag manejaba cifras de detenidos que atestaban sus campos desde Siberia hasta Leningrado.
El cambio en materia de seguridad interna en la política estatal propicia que sean detenidos miles de prisioneros políticos: antiguos aristócratas, obispos, sacerdotes o simples civiles acusados de subversión; nadie está a salvo de las garras del Estado, basta con que un vecino acuse a otro de traición para que este pase el resto de sus días trabajando hasta la muerte en alguno de los campos del gulag.

Barracón de prisioneros
Normalmente, los prisioneros políticos eran hacinados junto a los presos comunes, pero existía toda una organización interna dentro del sistema. Había varios tipos de campos que se denominaban y funcionaban de una manera u otra según el tipo de prisioneros a los que albergaran.
Exisitían, por ejemplo, campos especialmente preparados para albergar niños, minusválidos o madres con bebés. Del mismo modo, había camposque albergaban únicamente a las "familias de traidores a la patria"; es decir, que si un ciudadano soviético era detenido por el NKVD y dejado en manos del gulag, no sólo se le encarcelaba a él, sino también a toda su familia. Para poder llegar a cabo este proceso era necesaria una declaración firmada por el acusado en la que este se declarase culpable... pero las celdas eran frías y los interrogadores tremendamente hábiles con los instrumentos punzantes o eléctricos, así que obtener un pliego de confesión no suponía ningún problema.
 En este crisol de campos había también espacio para las Psijushka, instituciones de encarcelamiento psiquiátriquo forzoso en las que el prisionero era tratado con toda clase de fármacos hasta que su resistencia se rompía y quedaba hecho un guiñapo.
Por último, debemos contar también con los Sharashka, una serie de campos-laboratorio repartidos por todo el país en los que los presos políticos de mayor envergadura intelectual eran obligados a investigar sin descanso, haciendo tantos descubrimientos "anónimos" como fuera posible para mayor gloria del Estado. Este tipo de campos fue fundamental, por ejemplo, en las fases tempranas del programa nuclear soviético, para el que miles de presos políticos fueron destinados a la extracción de uranio y la descontaminación de zonas irradiadas.

Durante el desarrollo de la II Guerra Mundial, el porcentaje de población asignado al gulag bajó espectacularmente. Esto se debe, principalmente, a dos factores: en primer lugar, casi todos los presos capaces de sostener un arma fueron agrupados en forma de batallones especiales y enviados al frente, donde eran colocados en primera línea como carne de cañón; su misión era la de proteger a los verdaderos soldados (bien armados, bien entrenados y amados por la patria), pero la realidas es que cayeron por millares y sólo servían para distraer la atención de la Wehrmacht durante unos minutos antes de que empezase el auténtico combate. En segundo lugar, el proceso de ateización del país se detuvo y los sacerdotes fueron sacados de los campos y destinados a pueblos o batallones como capellanes para tratar de subir la moral nacional dando al pueblo un apoyo sobre el que aferrarse (a parte del omnipresente Estado, por supuesto).

Tras este brusco descenso, el número de prisioneros asignados al gulag sufrió un repunte al finalizar la II Guerra Mundial. La medidas de seguridad se incrementaron una vez más hasta rozar la paranoia  y miles de presos políticos sustituyeron en los campos a las remesas caídas en el frente. A estos se unieron un sinfín de prisioneros de guerra alemanes y varios millares de habitantes de repúblicas satélites acusados de colaboracionismo para completar una ocupación de los campos que rondaba los 2 millones de personas a principios de la década de 1.950.
Miles de personas más dieron su vida trabajando hasta la extenuación en condiciones infrahumanas hasta que, el día 25 de enero de 1.960, el Ministerio del Interior soviético daba carpetazo a la organización del gulag, que dejaba a sus espaldas una cifra aproximada de 3 millones de muertos sin contar a aquellos que murieron en el frente durante la guerra ni a los que sobrevivieron a los campos a costa de secuelas físicas y/o psicológicas que arrastraron durante el resto de sus día.

jueves, 7 de junio de 2012

La Guerra de las Comunidades

En el mes de octubre de 1.517 llegaba a Asturias uno de los reyes más detestados (al menos en sus inicios) de la historia de España. 
Carlos Habsburgo, pues ese era su nombre, se había autoproclamado rey de los territorios españoles aprovechando el despelote administrativo en que se había convertido la península tras la muerte de Isabel la Católica. De esta manera, el nieto de los Reyes Católicos pasó a ser conocido como Carlos I... aunque España le importara, por decirlo de manera suave, un pimiento.

Carlos I
El joven Carlos llega a Asturias sin saber hablar ni una palabra de castellano y rodeado por una pomposa corte de flamencos que le siguen a todas partes. Las clases pudientes empiezan a ver peligrar sus posiciones de privilegio, que el nuevo rey va cediendo poco a poco a sus favorecidos flamencos.
Carlos, que contaba con tan sólo 17 años, empieza a ganarse enemistades en territorio español pero, de momento, nadie se alza.

Avancemos un año. Ya en 1.518, Carlos se da cuenta de que Maximiliano I, abuelo del chico y emperador del Sacro Imperio, está en las últimas. Sus consejeros flamencos empiezan a minarle la moral: ¿por qué conformarse con el trono de aquel terruño llamado Castilla cuando podía ser emperador? Carlos, que era extranjero pero no tonto, empieza a ambicionar el trono del Sacro Imperio y toma posiciones para ser el siguiente emperador.
España, como casi siempre, estaba en crisis y no veía con buenos ojos la querencia de su monarca hacia el trono europeo. El problema es que el trono del Sacro Imperio era electivo y no se ganaba sólo con promesas y buenas palabras: los principes electores deben ser debidamente sobornados y, también como casi siempre, el dinero empieza a salir a espuertas de las arcas castellanas para
pagar los caprichos reales.
Finalmente,  el 12 de enero de 1.519, Maximiliano I muere y el trono imperial queda vacante. Carlos I se proclama emperador en una pantomima electoral celebrada tras la muerte de su abuelo.

El concejo de Toledo, viendo el percal, alza la voz contra el rey y protesta durante todo aquel año de 1.519 y el siguiente, pero Carlos lleva un tiempo tomando posiciones y no va a permitir que un grupo de castellanos le agüen la fiesta, así que convoca Cortes en Santiago de Compostela.
Esta llamada a Cortes debería servir para que el flamenco explicara a los representantes del pueblo de dónde iba a salir la financiación necesaria para su coronación... y vaya si lo hizo: Carlos se planta ante las Cortes para decir que va a viajar a Alemania a tomar posesión de su cargo a la cabeza del Sacro Imperio y que el viaje y los costos de la coronación iban a correr a cargo del pueblo castellano.
Las Cortes le dan la espalda al rey se niegan a autorizar su viaje a Alemania. A Carlos esto le da bastante igual, de modo que desconvoca las Cortes y vuelve a convocarlas en La Coruña, donde obtiene el apoyo necesario y se embarca rumbo al corazón del Sacro Imperio dejando a cargo del gobierno de Castilla a Adriano de Utrecht.

Toledo
El primero en reaccionar fue el pueblo de Toledo, que ni siquiera permitió a sus procuradores acudir a las Cortes y expulsó al corregidor real del Alcázar tomando el poder por las armas.
La rebelión se extendió como la pólvora por la meseta castellana, que se alzó en armas ejecutando a sus representantes en las Cortes celebradas en La Coruña. Ciudades como Segovia, Ávila, Burgos, León o Zamora clamaban por la rebelión y empezaban a gestar la idea de destronar a Carlos I.
De Toledo salió también una propuesta de unión con las grandes ciudades castellanas en base a un manifiesto en el que destacaban puntos como el de reservar los cargos públicos (incluída la regencia) y los beneficios eclesiásticos a los castellanos o prohibir la salida de dinero del reino. La semilla de la revolución está sembrada y Castilla cierra filas en torno a Juan de Padilla, regidor sublevado de Toledo.

A partir de este momento, todas las ciudades castellanas empiezan a sufrir represalias y alzarse en una guerra abierta contra los abusos de la corona. El primer episodio se produce cuando Rodrigo Ronquillo, alcalde de Segovia, recibe orden de investigar el asesinato del que fue procurador segoviano en las Cortes de La Coruña.; todo habría ido como la seda de no ser porque Ronquillo tuvo la "genial" idea de aprovechar la situación para amedrentar al pueblo... pero la cosa no estaba para bromas, así que los segovianos se unen en torno a la figura de Juan Bravo y se amotinan.
Ronquillo, viendo la que se le viene encima, pide refuerzos a la corona mientras que el pueblo de Segovia, por su parte, relama la ayuda de las ciudades sublevadas. Adriano de Utrech sabe que el ejército comunero está camino de Segovia con Padilla a la cabeza y que, si consille llegar allí antes que los refuerzos reales, la ciudad caerá sin remisión, así que ordena enviar a Segovia la reserva de artillería acuartelada en Medina del Campo.
Cuando los soldados del rey van a hacerse cargo de las piezas de artillería, los medinenses se rebelan... la jornada acaba con Castilla entera alzada en armas y con Medina del Campo ardiendo de punta a punta. Los comuneros ya se levantan por toda la meseta enarbolando el estandarte de Juana la Loca, madre de Carlos I y, según el parecer de los ejércitos comuneros, auténtica reina por derecho propio.

Los ejércitos comuneros son convocados entonces a Tordesillas para una Junta en la que los líderes del movimiento deberán entrevistarse con Juana y, ya que están de camino a esta Junta, los sublevados de Toledo aprovechan su paso por Medina del Campo para hacerse con las piezas de artillería que habían sido destinadas en un principio a sofocar la rebelión segoviana.
Una vez en Tordesillas, con 14 ciudades representadas en la Junta, los comuneros declaran inválido el gobierno de regencia dejado por Carlos I y se autoproclaman como gobernadores de Castilla hasta que sea posible hacer valer los derechos al trono de Juana.
Los problemas surgen cuando algunos de los sublevados aprovechan la situación en que está sumida la meseta para emprender acciones revolucionarias de carácter antiseñorial: la amenaza no alcanza ya únicamente al rey sino también, y de manera mucho más directa, a la nobleza. Viendo esto, los nobles cierran filas en torno a Adriano de Utrech y suman sus propios hombres al ejército real.

Juana I
Juana, completamente consciente del percal, se niega a dar su apoyo abiertamente al movimiento comunero y a plasmar su firma en cualquier documento oficial, lo que a su vez provoca que la ciudad de Burgos se amilane y decida retirar su apoyo a la Junta de Tordesillas.
Los dos bandos pasan todo el año de 1.520 recaudando fondos, aprovisionándose y reclutando soldados para su causa. La situación se mantiene más o menos estable hasta que, a finales de año, las tropas comuneras se ponen torpemente en marcha dejando franco el camino hacia Tordesillas. El ejército real, comandado por hombres curtidos en el campo de la estrategia militar, aprovecha el pasillo dejado por las tropas rebeldes y toma la ciudad dejando a los comuneros sin acceso a Juana y, por lo tanto, sin una figura real en la que centrar sus pretensiones.
Aún así, los sublevados superan el golpe y se reorganizan en Valladolid para empezar el año de 1.521 siguiendo dos vías de acción: por un lado hostigan las tierras palentinas para tratar de ganar adeptos a su causa mientras por otro ponen cerco a la ciudad de Burgos, que a estas alturas ya se encuentra de nuevo bajo control real.
La respuesta realista no se hace esperar: Carlos I emite desde Alemania un edicto en el que condena a muerte a todos los comuneros destacados y acusa de traición a todos aquellos que les apoyen. La sentencia está sellada y firmada... y Burgos lo sabe. Esto, unido al hecho de que las tropas comuneras llegan tarde al sitio, hace que la vía burgalesa desemboque en un fracaso estrepitoso.
Aún así, los comuneros no se desaniman y un ejército castellano con Padilla a la cabeza toma Torrelobatón, una plaza fuerte cercana a Valladolid que estaba bajo dominio real, lo que enciende los ánimos de los comuneros y les impulsa a seguir luchando pese al fracaso sufrido en Burgos.

Los meses van pasando y las tropas comuneras acantonadas en Torrelobatón van impacientándose y presionando a Padilla para que efectúe algún movimiento en contra del bando realista. Padilla es reacio a abandonar el recién conquistado bastión, pero finalmente cede a las presiones de sus capitanes y ordena al ejército que se ponga en marcha en la madrugada del 23 de abril de 1.521 hacia Toro, donde deberán aprovisionarse y reclutar más hombres de armas.
La idea, en principio, era buena... pero una vez más la inexperiencia en materia militar de los dirigentes comuneros hace mella: Adriano de Utrech llevaba tiempo reuniendo un gran ejército en las inmediaciones de Tordesillas en espera de que los comuneros cometieran otro error estratégico. Cuando el regente se entera de la salida de la hueste acuartelada en Torrelobatón, pone en marcha a su ejército y corta el paso a la columna comunera en la plaza de Villalar.

Ejecución comunera en Villalar
Los realistas contaban con unos 3.600 soldados mientras que los comuneros sólo tenían un millar, de modo que Padilla ordenó a sus hombres instalar las piezas de artillería en las calles de la ciudad para que las estrecheces frenaran al enemigo y atenuaran el enorme desequilibrio numérico... pero la superioridad táctica y técnica de los realistas se impuso y Villalar se convirtió en el escenario de una masacre más que de una batalla.
Al anochecer, la villa se había convertido en un pueblo fantasma habitado por los cadáveres de centenares de comuneros y habitantes de Villalar. 6.000 prisioneros habían sido capturados por el ejército realista; entre ellos los tres principales líderes del alzamiento comunero: Padilla, Bravo y Maldonado, que fueron decapitados 3 días después en un cadalso instalado en la plaza mayor de la ciudad.

La derrota de Villalar hace mella en el ánimo de los sublevados y las ciudades alzadas en arma empiezan a reintegrarse una a una bajo el poder de la corona. Tan sólo Madrid y, sobre todo, Toledo, continuaron con la revuelta.
Cuando llegaron a Toledo las noticias de la derrota comunera en Villalar y de la muerte de los tres líderes rebeldes, María Pacheco, viuda de Padilla, se hizo con el poder y se instaló en el Alcázar como máxima representante de la autoridad comunera. Adriano de Utrech estaba decidido a sofocar de una vez por todas la rebelión de los castellanos... pero, justo entonces, los franceses entraron en Navarra a sangre y fuego obligando al ejército real a concentrar sus esfuerzos en el norte, lo que permitió a María Pacheco negociar cómodamente la rendición pacífica de Toledo. La ciudad  pionera del alzamiento depuso las armas a finales de octubre de 1.521, tras dos años de luchas constantes.