viernes, 28 de octubre de 2011

El sitio de Malta (2 de 2)

Hoy continuamos con la historia que empezamos este mismo martes. Vamos allá:

Centenares de voluntarios empiezan a llegar a Malta superando el bloqueo turco o sucumbiendo bajo sus cañonazos. El virrey de Sicilia no puede hacer caso omiso durante más tiempo a las peticiones de los hospitalarios y fleta una compañía de 600 hombres que llegan a la isla para unirse a la resistencia de San Ángel.
El día 15 de julio, Mustafá ordena el ataque contra la península de Senglea, incurriendo en su segundo gran error. Con el Gran Puerto bloqueado por los hospitalarios y Pialí Bajá herido, Mustafá Pasha decide hacerse cargo de la flota y ordena el paso de 100 pequeñas naves desde Marsamxett hacia la ensenada contigua al fuerte de San Miguel a través de las cimas del monte Sciberras. Al mismo tiempo, el comandante turco ordena sendos ataques por tierra contra ambos fuertes... pero el terreno y la pericia de los defensores acaban pronto con la ofensiva.

La Valette
En primer lugar, los asaltantes terrestres se encuentran con el Borgo, un barrio de casas abigarradas que les impide el paso franco hacia el fuerte de San Ángel. En este arrabal, la muerte campa a sus anchas tras cada esquina y los turcos se encuentran con una emboscada tras otra hasta que se ven obligados a retirarse.
Mientras tanto, las naves que habían fondeado en la ensenada parten hacia San Miguel, pero en su ansia por hacerse con el fuerte se ponen a tiro de las baterías de San Ángel, que dan buena cuenta de ellas reduciéndolas a astillas.
Por último, los defensores cruzan de un fuerte a otro a través de un puente flotante y se unen a la resistencia allí donde son más necesarios. De este modo, los caballeros hospitalarios consiguen repeler por enésima vez a los otomanos en todos los frentes.

La resistencia se mantenía. Allí donde había un caballero hospitalario, la moral se mantenía estable y las armas se empuñaban con tesón... pero el Gran Turco no se iba a rendir tan fácilmente.

El 7 de agosto, Mustafá traslada las líneas de asedio del monte Sciberras a la península de Senglea y somete ambos fuertes a un feroz bombardeo al tiempo que las tropas turcas avanzan hacia el Borgo.
El combate es encarnizado. Los hombres caen heridos o muertos por doquier sólo para ser retirados en parihuelas del campo de batalla y dejar su logar a otro soldado. La Valette combate en primera línea, hombro con hombro con sus hospitalarios. Los turcos forman una marea aullante que está empezando a sobrepasar las defensas maltesas en demasiados puntos. Todo está perdido, pero el hospital debe resistir hasta el último hombre.

San Ángel y el Borgo
De repente, el frente otomano se desmorona. Los soldados turcos se baten en una retirada desorganizada que es jaleada por los cristianos desde las murallas.¿Qué está pasando? ¿por qué se retiran?
La desbandada turca se debe al tercero de los grandes errores de su comandancia. En su ansia por tomar San Elmo, los turcos han dejado atrás la antigüa capital (Mdina) y, con ella, un pequeño destacamento de caballería a las órdenes del capitán Vincenzo Anastagi.
Viendo los fuertes casi rendidos, Anastagi decide jugárselo todo a una carta y ataca el desprotegido hospital de campo turco, arrasando las tiendas repletas de heridos y moribundos. La ofensiva coge a Pasha tan desprevenido que piensa que se trata de un ataque a gran escala y ordena el repliegue inmediato de sus tropas hacia la retaguardia.

Malta resiste un día más.

En el último gran asalto turco sobre las fortalezas, iniciado el día 19 de agosto, Pasha ordenó retomar el bombardeo y envió todo lo que tenía contra el Borgo y San Miguel. En la tarde del 21 de agosto, la horda otomana consigue por fin abrir una brecha en las murallas del Borgo.
La ciudad corre un serio riesgo de caer... pero es en momentos como estos cuando lo héroes reclaman su lugar en la historia. La Valette, espada en mano y seguido de un contingente de hospitalarios, se abalanza sobre la brecha y empieza a repartir muerte entre las filas turcas hasta que estas emprenden la retirada.

Retirada turca de Malta
Aún hubo tiempo para un par de asaltos más por parte de Mustafa Pasha, pero los fuertes de San Miguel y San Ángel, con ayuda de la caballería de Mdina y de los refuerzos que llegaban sin descanso a Malta, resistieron hasta que, el día 12 de septiembre, los turcos pusieron pies en polvorosa y huyeron a bordo de su flota.

La cifra de muertos varía enormemente según la fuente que consultemos, pero los números oscilan entre los 25.000 y los 35.000 turcos muertos, en su mayoría jenízaros y sipahi.
Por el lado maltés, la población de la isla, así como el censo de la orden fueron diezmados en un tercio de su número original.
Los principales fuertes y ciudades de Malta habían quedado reducidos a escombros, pero la resistencia a ultranza de los hospitalarios había conseguido poner freno al avance turco y obligar al sultán a replegarse hacia sus tierras.

martes, 25 de octubre de 2011

El sitio de Malta (1 de 2)

Imaginemos por un momento que los turcos quieren conquistar Malta. Ahora, sumésmole a esto que un puñado de europeos a los que les caen bastante mal los musulmanes se han atrincherado y han hecho de la isla su bastión. Vamos un poco más allá: traslademos esto al siglo XVI, supongamos que los turcos son el Imperio Otomano y que los europeos son caballeros hospitalarios, una orden habituada a zurrarse la badana con los sarracenos... ya la tenemos liada.

Gran Sitio de Malta (mapa)
De un lado, el Imperio Otomano. Una fuerza de 48.000 hombres encabezados por 6.000 jenízaros y 9.000 sipahi. Del otro, las fuerzas cristianas; con un total de 6.100 soldados de los que tan sólo 500 esran caballeros hospitalarios. Además de las fuerzas principales, el Gran Sitio atrajo hasta Malta a aventureros y voluntarios de todos los signos, siendo los 800 soldados italianos y los 400 españoles los más representativos en el bando hospitalario mientras que los corsarios berberiscos lo eran en el otro contingente.
El sultán veía en la conquista de Malta una oportunidad para establecer una base de operaciones desde la que poder saltar a Europa, por lo que reunió para la expedición una flota de 193 naves cargadas hasta los topes de soldados, caballería, cañones y maquinaria de asedio. El Gran Turco está hambriento de victorias y cuenta con una abrumadora fuerza a su favor. Mientras tanto, los caballeros hospitalarios comandados por  Jean Parisot de la Valette no están dispuestos a entregar su sede al Islam. La suerte está echada.

Los turcos llegan a Malta con las primeras luces del 18 de mayo pero no desembarcan inmediatamente, sino que costean la isla hasta llegar al puerto de Marsaxlokk para tener una mejor capacidad de ataque y abastecimiento. Fue en este fondeadero donde los comandantes otomanos cometieron su primer error.
Al igual que pasó previamente con los romanos en Cannae, la comandancia de la hueste musulmana estaba repartida entre dos altos mandos: el visir Lala Mustafa Pasha y el almirante de la flota, Pialí Bajá. El primero era partidario de atacar Mdina, la vieja capital mientras que el segundo abogaba por un asedio sobre el Fuerte de San Elmo que no debería prolongarse en ningún caso más allá de unos pocos días.

Convencidos de que San Elmo caería rápidamente dejando franco el paso hacia el Gran Puerto y, por ende, hacia los fuertes de San Miguel y San Ángel, los turcos aceptan la opinión de Pialí Bajá y montan una batería de 21 cañones que empiezan a bombardear la Valeta desde la ladera del monte Sciberras.

Mustafa Pasha
El día 24 de Mayo, 100 caballeros hospitalarios y 500 soldados voluntarios con orden de resistir hasta el último hombre afrontan el primer combardeo desde las murallas de San Elmo.
Los proyectiles de 130 libras asolan la capital de Malta mientras un sinfín de civiles buscan refugio en la fortaleza para ser evacuados a través del Gran Puerto. Por el camino, 3.000 hombres son reclutados entre la población maltesa y se unen a la defensa del fuerte. No en vano, el virrey de Sicilia ha prometido enviar refuerzos y la orden ni siquiera se plantea una posible traición por parte de un hermano de fé. Los refuerzos tienen que estar al llegar... pero no llegan.
San Elmo queda reducido a escombros en menos de una semana, pero los caballeros no se rinden. El día 8 de junio, tras 15 días defendiendo un puñado de ruinas y rechazando una tras otra las incursiones turcas a través de La Valeta, los hospitalarios mandan un mensaje a su gran maestre: le piden que les deje hacer una salida contra las líneas otomanas y morir con la espada en la mano. La respuesta de Jean Parisot de la Valette no se hace esperar: devuelve al mensajero con orden de decirle a sus soldados que puede relevarlos si les da miedo morir tal como él mismo ha ordenado.

Como era de esperar, la vergüenza hace que los defensores redoblen sus esfuerzos. Todos los días, decenas de heridos son evacuados a través del Gran Puerto hacia los fuertes de San Miguel y San Ángel para ser reemplazados por soldados de refresco con orden de no ceder ni un palmo de terreno. El montón de escombros en el que se ha convertido San Elmo es defendido con denuendo hasta que, a mediadios de junio, un corsario llamado Turgut Reis consigue cortar la comunicación marítima del fuerte asediado con sus homónimos de la otra orilla. San Elmo está solo pero, ante todo, San Elmo debe resistir en espera de los refuerzos prometidos.

Turgut Reis
El día 17 de junio, Turgut es abatido por una descarga afortunada realizada desde elfuerte de San Ángel. El bombardeo continuo sobre San Elmo se prolonga ya durante casi un mes, pero los hospitalarios que quedan en el fuerte aislados del resto de la isla resisten, rebelándose ante la inmensa fuerza de la artillería turca. Día tras día, las salvas se detienen el tiempo justo para que regimientos de jenízaros, sipahi y tropas auxiliares  bien entrenadas carguen contra el montón de escombros sobre el que se alza la bandera del hospital. Día tras día las cargas son rechazadas por un puñado de defensores cuyo número se reduce cada vez más.

San Elmo cae el 23 de junio, tras resistir durante 29 días un asedio que nunca debería haber superado los 2. Los pocos defensores que permanecen en el fuerte, seriamente mermados por el hambre, la sed y las heridas, son pasados a cuchillo por los invasores. La toma de San Elmo se completa, pero deja tras de sí un balance de 6.000 soldados turcos (en su mayoría jenízaros) muertos entre los escombros de la capital maltesa.
La flota otomana atraca por fin en Marsamxett, a resguardo de los cañonazos de San Ángel y la maquinaria de asedio del Gran Turco gira sus miras hacia el Gran Puerto y los dos fuertes restantes.
San Elmo ha caído, sí, pero el tesón de los hospitalarios se ha convertido en un símbolo para toda Europa y, además, quedan dos bolsas de resistencia que le han de dar aún mucha guerra a la hueste del sultán.

Seguiremos con la historia del Gran Sitio de Malta este mismo viernes.

jueves, 20 de octubre de 2011

La batalla de los tres emperadores

Austerlitz, 2 de diciembre de 1805. A un lado del campo, Napoleón y sus tropas imperiales; al otro lado, Alejandro I (zar de Rusia) y Francisco I (emperador de Austria y del Sacro Imperio) oponen sus soldados a los franceses. La batalla está servida.

Considerada como uno de los ejemplos de estrategia militar más brillantes de la historia, la batalla de Austerlitz no se disputó tanto sobre el propio terreno como en los posicionamientos y estrategias de los días previos. Desde el 1 de diciembre, Napoleón había estado fraguando en su cabeza las distintas variantes hasta dar con la estrategia óptima.

Napoleón Bonaparte
Con 73.000 hombres y 150 piezas de artillería por parte del bando francés más los 85.000 soldados y 290 cañones del bando austro-ruso, el frente de batalla se extendía a lo largo de varios kilómetros y atravesaba dos colinas que Bonaparte consideró como la clave de la victoria. Conscientemente, debilitó su flanco derecho y dió muestras de deliberadas de debilidad haciendo creer a la coalición rival que buscaba la posibilidad de una rendición honrosa. Alejandro I mordió el anzuelo y despobló el centro de su formación para nutrir de hombres a las columnas que debían pulverizar el costado francés.
En la mañana del 2 de diciembre, la niebla hizo acto de presencia aliándose con los imperiales de Napoleón, que avanzaron en número de 17.000, saliendo del flanco izquierdo y rodeando la meseta de Pratzen para golpear desde atrás el lado derecho del frente austro-ruso. La batalla fue rápida y brutal. A las 9:30 de la mañana, la meseta estaba en manos francesas y los aliados tenían a los soldados imperiales hostigando su retaguardia mientras el grueso de la hueste napoleónica avanzaba por el centro.

Las tropas de Alejandro I avanzaron haciendo caso omiso a la opinión del emperador austriaco, más proclive a la negociación y más consciente de que, con los soldados franceses en la retaguardia, el ejército de la coalición se dirigía hacia una trampa sin salida.
Un combate feroz se entabló entre las columnas centrales al tiempo que el flanco izquierdo, formado en su mayoría por rusos, se lanzaba a la carga sobre el debilitado costado derecho de Napoleón. Los imperiales resistieron el primer envite, pero estaban en clara inferioridad y no podrían aguantar la posición demasiado tiempo... es en este momento cuando se produce uno de los hechos que convierten a Austerlitz en una joya de la estrategia.

Louis Davout
Durante la fase de preparativos, Bonaparte había ordenado al tercer cuerpo de ejército de Davout (en camino hacia Viena con 7.000 soldados) que se diera la vuelta y pusiera rumbo a  Austerlitz. Los hombres del tercer cuerpo marcharon recorriendo 110 kilómetros en apenas 48 horas para aparecer tras la cresta de una de las colinas y cargar contra la columna aliada que se abalanzaba desprevenida sobre el débil flanco derecho. Podéis imaginar el resultado.

A las 5 de la tarde de aquel 2 de diciembre de 1805, la batalla había acabado. Alejandro I había puesto pies en polvorosa y Francisco I negociaba su rendición mientras sobre el campo de batalla yacían los cadáveres de 2.500 franceses, 20.000 rusos y 5.000 austriacos.

martes, 18 de octubre de 2011

La puerta de Ishtar

Hoy nos vamos a desplazar en el tiempo y en el espacio hasta la fabulosa Babilonia del siglo VI a.C. para rendir merecido homenaje a uno de los monumentos más bellos jamás construídos.

Imaginemos por un momento que somos viajeros, turistas que pisan por primera vez aquel faro de civilización en medio de un mundo azotado por la violencia. El año nuevo está próximo y la ciudad rebosa de gente que peregrina hacia el templo de Marduk cargada de ofrendas para el dios y sus sacerdotes.
Las callejuelas zigzagueantes que transcurren entre las casas mantienen un uniforme color ocre hasta que nos incorporamos a la riada humana que discurre por la Avenida de la Procesión. De pronto, ante nuestros ojos se alza la Puerta de Ishtar.

Puerta de Ishtar (maqueta)
Brillando como una joya bajo la luz del mediodía, sus columnas azules se alzan a 14 metros de altura mientras entre ellas se crea un arco inmenso que permite el paso de hombres y carruajes a través de las murallas interiores. Desde los 10 metros de anchura de la puerta, leones, toros, dragones y otros animales mitológicos resaltados en dorado observan impasibles el paso de una marea de fieles que nunca se interrumpe, que siempre fluye rodeada de algarabía bajo la puerta consagrada a la diosa babilónica del amor y de la guerra.

Tras la puerta, se alza aún más imponente una fortaleza integrada en la muralla interior e igualmente construída con los mismos ladrillos vidriados de lapislázuli. Entreverados entre el azul predominante, otros ladrillos de colores rojizos y dorados dibujan las siluetas estáticas de decenas de bestias que permiten del mismo modo el paso a través del tunel excavado en el conjunto.

Después de pasar por la Puerta de Ishtar, la Avenida de la Procesión desemboca en la gran explanada de la ciudadela interior, en la que se encuentran una gran cantidad de templos dedicados a todo el panteón babilónico. Uno de ellos destaca sobre todos los demás: el Etemenanki.

Etemenanki
Consagrado a Marduk, patrón de Babilonia y cabeza visible de todo el panteón mesopotámico, el Etemenanki era un zigurat de 7 pisos y una altura total de 91 metros que contaba con un templo en su cumbre. Este colosal monumento era visible desde toda la ciudad y constituía el centro del los festejos del año nuevo, marcando con sus columnas doradas el camino a aquellos fieles que quisieran acudir a honrar a Marduk.

No sin cierta nostalgia, abandonamos este pequeño viaje con la cabeza alzada hacia el más alto de los templos babilónicos, rodeados de peregrinos y con la brillante Puerta de Ishtar a nuestras espaldas. Es el momento de volver a la realidad... pero no de olvidar lo que hemos visto.

viernes, 14 de octubre de 2011

Bayoneta

Cuando la pólvora está mojada, la munición escasea o el enemigo está tan cerca que el uso de los mosquetes se hace inviable ha llegado la hora de calar bayonetas, tocar a muerte y lanzarse a la carga. La hora de enzarzarse en un combate a cuchillo con una vorágine de plomo silbando alrededor.

Bayoneta (s.XVII)
Nacida en el siglo XVII en la región francesa de Bayona, la bayoneta utilizada en Europa entre el siglo XVII y el XIX era una cuchilla larga y triangular que, o bien se calaba en la punta del mosquete, o bien se agarrabana con la mano y se utilizaban a modo de puñal (siendo mucho más común el primero de los usos y reservándose el segundo para ocasiones en las que el calado se hacía imposible).
Si bien los tercios españoles renegaron de su uso y preferían ceñirse al mosquete y la pica, el uso de la bayoneta como media pica fue adoptado con gran maestría entre las tropas francesas, alcanzando su cénit en el ejército imperial de Napoleón, quien llegó a decir de este arma que "Para los valientes, el fusil no es mas que la empuñadura de la bayoneta".

Ante el estupor de sus enemigos, las tropas francesas de Bonaparte basaban parte de sus tácticas en las descargas de mosquete a quemarropa y la posterior carrera desenfrenada, bayoneta en ristre, que sorprendía a los asaltados. De esta manera, los soldados que osaban enfrentarse a los imperiales (sin armadura y más entrenados para el uso de armas de fuego que para la esgrima) se encontraban de repente con el mordisco de un filo en el costado en medio de un infierno de barro y gritos.

Ya en el siglo XX, la bayoneta fue utilizada testimonialmente en la Primera Guerra Mundial y en el frente europeo de la Segunda Guerra Mundial... pero su uso fue mucho más activo en el frente oriental.
Bayoneta prusiana
La década de los 40 constituyó el renacer de la bayoneta como instrumento de combate cuerpo a cuerpo. El arma que tanta gloria había dado a los ejércitos franceses en el pasado había dejado de ser una cuchilla triangular y alargada para convertirse en un machete más bien tosco que se adosaba a la boca de los fusiles, pero seguía asiendo igual de efectiva.
En las islas del pacífico, el terreno se ganaba palmo a palmo y los soldados debían vigilar constantemente para no ser víctimas de una bala perdida... o de una carga a cuchillo. Pese a todo, no fueron pocos los soldados aliados que perecieron a punta de bayoneta en las pequeñas islas estratégicas conquistadas al eje.

Tal fue la importancia de la bayoneta que, a día de hoy, el entrenamiento de las cargas y de su uso como media pica se sigue llevando a cabo en muchos cuerpos militares del mundo. Si bien la posibilidad de que un soldado moderno se enrede en una lucha a cuchilladas con otro es más bien remota, el entrenamiento de este tipo de lucha cuerpo a cuerpo sirve como acicate psicológico para completar la formación del futuro militar.

martes, 11 de octubre de 2011

Tulipomanía, la burbuja de las flores

Viena, año 1593. El flamenco Carolus Clusius acepta un puesto de profesor de botánica en los Países Bajos y abandona su empleo en los Jardines Imperiales, de dónde se lleva una parte de los bulbos de tulipán que su colega Ogier Ghislain de Busbecq había traído a Viena desde Turquía 50 años antes.
Cuando llega a Holanda, Clusius empieza a cultivar los tulipanes en sus propios jardines y se da cuenta de dos cosas: en primer lugar, descubre que el suelo arenoso de los Países Bajos es extremedamanete bueno para el crecimiento de los bulbos. Acto seguido, cuando los primeros tulipanes empiezan a florecer, Clusius descubre sorprendido cómo cada bulbo es distinto del anterior y se enfrasca en el estudio de por qué no existían dos tulipanes cultivados en Holanda exactamente iguales.

Carolus Clusius
A día de hoy se sabe que este fenómeno es producido por un parásito endémico de los Países Bajos, pero en la Holanda del siglo XVII, donde la floricultura era un fenómeno en ciernes y donde la tenencia de flores exóticas era considerada un símbolo de poder, la noticia de los extraños bulbos del profesor Clusius no tardó en propagarse de boca en boca dando como resultado el robo de aquellos primeros tulipanes cultivados en tierras holandesas.

El cultivo y la venta se convirtieron en un negocio de lo más lucrativo. En 1623, se llegaron a pagar 1000 florines (el salario de casi 7 años de un holandés medio) por un sólo bulbo y se conservan incluso registros en los que se consigna el cambio de un tulipán por una lujosa mansión.
La locura por las flores estaba servida y fue en la década de 1630 cuando alcanzó su máximo esplendor. Los bulbos alcanzan precios exorbitados, llegándo a pagarse por uno sólo de ellos el precio récord de 6.000 florines... pero no todo iban a ser ganancias.
Con los beneficios rondando el 500%, llegamos al año de 1636 y una epidemia de peste bubónica arrasa con buena parte de la población de los Países Bajos. La falta de mano de obra asesta un buen golpe al comercio de tulipanes y el gobierno holandés ve en ello una oportunidad irrepetible para poner freno a la especulación reinante con un edicto que prohíbe el tráfico de bulbos a futuro. La jugada no les puede salir peor.

Semper Augustus
Pese a la prohibición gubernamental, las tabernas empiezan a convertirse en sede clandestina del windhandel (negocio del aire), un auténtico mercado sumergido en el que se compran y se venden activos que todavía no han llegado a cultivarse a cambio de florines que aún no han sido cobrados.
La población holandesa se hipoteca a cambio de promesas plasmadas en un papel y las letras de cambio firmadas por los cultivadores empiezan a tener más valor que el propio dinero. Pero al fin y al cabo, se había formado una burbuja que tenía que estallar.

En 1637 se produjo la última gran venta. A partir de ahí, el negocio de los tulipanes se convirtió en un mercado en el que todos querían vender pero nadie quería comprar. Esto no habría supuesto un problema (relativamente) si sólo la nobleza se hubiera comprometido en la especulación floral... pero la posibilidad de empeñarse a futuro dió a los holandeses de a pie la excusa perfecta para entrar en el mercado más lucrativo del momento.
Las letras de cambio se convirtieron en papel mojado. Los cultivadores se encontraban con que su producción se echaba a perder en los almacenes mientras que los compradores que habían pagado sumas enormes a cambio de un bulbo se veían con las manos vacías.
La bancarrota golpea con fuerza a las empresas y los partículares, llevando la economía holandesa a la quiebra en menos de 3 meses.

martes, 4 de octubre de 2011

De cámaras oscuras y linternas mágicas

A finales del siglo XVII, tras una época esplendorosa para la cultura, las cortes europeas asistían asombradas a la evolución de la tecnología como instrumento de ocio. La linterna mágica había llegado a sus vidas.

Cámara oscura
Desde hacía al menos 4 siglos, los europeos del XVII ya conocían la técnica necesaria para ampliar imágenes mediante el uso de la luz gracias a la cámara oscura pero, ¿cómo funcionaba exactamente este artilugio?
En un principio, las cámaras oscuras eran habitaciones en las que sólo entraba luz a través de un pequeño orificio practicado en una de las paredes. Este haz de luz, manejado mediante espejos y lentes de distintos tipos, conseguía proyectar en la pared opuesta de la cámara oscura un reflejo invertido de la imagen que se podía ver a través del orificio.
Con este principio, las cámaras oscuras pronto se hicieron populares y se crearon versiones portátiles que proyectaban la imagen sobre una plancha horizontal, lo que permitía a los pintores y dibujantes desplegar su cámara oscura ante, por ejemplo, un edificio y plasmarlo sobre su lienzo gracias al reflejo.

Teniendo a mano esta tecnología, la evolución de las cámaras oscuras era sólo cuestion de tiempo. La reconversión se produjo hacia dos ramas distintas.

En una de estas ramas, se sustituyó la plancha de dibujo por una placa química que permitía plasmar la imagen proyectada por exposición en lugar de por el propio dibujo a mano alzada. Los tiempos de exposición que se necesitaban eran extremadamente largos y los resultados no eran simpre satisfactorios, pero este sistema sirvió para que Niépce y, posteriormente, Daguerre sentaran las bases de la fotografía moderna.
Linterna mágica
Por otro lado, algunas de las cabezas pensantes de la época se pusieron a discurrir y llegaron a la conclusión de que, si la cámara oscura era capaz de absorver la imagen exterior a través de la luz, también debía haber alguna forma de proyectar una imagen hacia fuera utilizando el mismo principio. De este modo, las primeras linternas mágicas no eran más que cámaras oscuras miniaturizadas y con los procesos invertidos.
En primer lugar, se construía una especie de campana en la que se incrustaba una chimenea. Acto seguido, se perforaba esta campana con un agujero sobre el que se colocaban unos raíles y un juego de lentes. En estos raíles, se colocaban placas de vidrio pintado que se iban moviendo manualmente en función de la imagen que se quisiera ver. Por último, se encendía una vela, se colocaba dentro de la linterna mágica poniendo cuidado en que el humo saliera por la chimenea... y ya está. Con estos sencillos pasos, podríamos estar cómodamente sentados en las primeras salas de proyecciones del mundo.

La lintena mágica, al igual que la cámara oscura, también encontró en la evolución su verdadero potencial. Menos de un siglo después de su invención, el Conde Alessandro di Cagliostro consigue integrar en el proyector una serie de ruedas dentadas que, en función de hacia dónde y cuánto fueran giradas, aumentaban o disminuían el tamaño de la imagen resultante. Con este avance, los profesores de La Sorbona empiezan a ver en la linterna el complemento ideal para sus clases y empiezan a acompañar sus lecciones con diapositivas... pero aún hay un problema: las imágenes son estáticas y se necesita de una mano humana para saltar de una a otra.

Este inconveniente sería solventado a finales del siglo XIX con la siguiente evolución de la linterna mágica: el celebérrimo cinematógrafo de los hermanos Lumière, que consiguió llevar la magia del movimiento a todos los rincones de Europa llegando a convertirse, a día de hoy, en uno de los entretenimientos más populares del mundo.