martes, 28 de junio de 2011

El auténtico Drácula

Todos hemos oído hablar de Drácula pero, ¿conocemos de igual manera a la figura histórica oculta tras el sombrío personaje de Bram Stoker?
Esta es la historia de un hombre controvertido, un hombre al que algunos ven como un monstruo mientras que otros lo elevan a la dignidad de héroe nacional: Vlad Tepes, el empalador.

Vlad Tepes
Nuestra historia nos lleva hasta la Rumanía de mediados del siglo XV, concretamente a finales de 1431. En diciembre de este año nace en Sighisoara el niño que posteriormente se convertiría en Vlad III.
Su padre, Vlad II, había ingresado hace poco tiempo en la orden del dragón, una orden de caballería con base en el Sacro Imperio Romano Germánico, bajo cuya tutela se encontraban los territorios de Valaquia, por lo que Vlad III sería conocido hasta su ascenso al poder como Vlad Draculea, el hijo del dragón.

A modo de curiosidad, diremos que la palabra dracul, tenía dos posibles significados: para los cristianos del Sacro Imperio significa dragón pero para los habitantes de la Valaquia medieval su significado era demonio, por lo que Vlad III era conocido también como el hijo del demonio.

En este contexto histórico, Valaquia se encontraba asediada por los húngaros y los turcos y, puesto que contaba con un ejército infinitamente inferior al del sultán Mehmet II, sobrevivía mediante pactos deshonrosos con los propios turcos.
En virtud a uno de esos pactos, en 1444 Vlad II se ve obligado a entregar a dos de sus hijos como rehenes, por lo que Vlad Draculea y su hermano Radu parten hacia el imperio otomano mientras que Mircea, el primogénito de Vlad II permanece en Valaquia.

Empalamiento
Es en este exilio en el que Vlad Draculea contempla por primera vez uno de los métodos de ejecución utilizados por los turcos: el empalamiento. Este método de ejecución cautiva a Vlad de tal manera que se conviertirá, de modo gradual, en su marca de identidad.

Tras 4 años de cautiverio, los turcos otorgan por fin la libertad a los dos hermanos, por lo que Vlad regresa a su Valaquia natal, pero Radu se ha empapado de las ideas otomanas y prefiere permanecer junto a los turcos.
Cuando Vlad llega a Targoviste (la capital de Valaquia) con apenas 17 años, recibe la noticia de que su padre ha muerto. Ha sido literalmente molido a palos por algunos boyardos, los nobles de la zona, que también han ejecutadoa su hermano Mircea de la forma más terrible que cabe imaginar: lo han enterrado vivo.

Vlad Draculea asume el trono bajo el nombre de Vlad III, pero los príncipes rivales le derriban y lo envían al exilio bajo la tutela de los húngaros hasta que, en 1456, consigue escapar de la vigilancia húngara y retornar a Valaquia recuperando el trono que le pertenece por derecho.
Al retornar de este segundo exilio la sed de venganza de Vlad era irrefrenable. Cuentan las crónicas que no quería ningún descenciente que le sucediera en el trono, y mucho menos un bastardo. Tanto es así que, según la leyenda, se dice que una de sus amantes le dijo que estaba embarazada para intentar complacerle, pero Vlad reaccionó cogiendo su espada y abriendo en canal a la joven para ver si era cierto lo que decía.

Uno de sus métodos de ejecución predilectos consistía en introducir al reo en una sala para que rezara sus últimas oraciones pero, mientras el condenado oraba, el suelo se abría para que cayera sobre una serie de pinchos dispuestos para ensartarle.

Castillo Poenari
Vlad utilizaba métodos expeditivos para acabar con sus enemigos; tal es así que, enterado de que muchos boyardos no le querían en el trono, los convocó con sus familias a una gran fiesta en su castillo para firmar la paz pero, en lugar de esto, ordenó a sus soldados que ejecutaran a todos los nobles, reservando a los más jóvenes para destinarlos a trabajos forzados.
Los boyardos supervivientes fueron llevados a la cumbre de Poenari, donde acarrearon piedras hasta la muerte en la construcción de uno de los mayores castillos del voivoda.

En 1460, un noble rival fue capturado por los soldados de Vlad, quien le obligó a cavar su propia tumba para posteriormente asistir a su propio funeral. Tras esto fue decapitado y enterrado.
Un año más tarde, en el invierno de 1461, Vlad Tepes se negó a pagar tributos al imperio otomano, por lo que estalla la guerra entre Turquía y Valaquia.
Vlad III cuenta con pocos efectivos, escasamente 10.000 hombres, por lo que utiliza técnicas de guerra psicológica. Un buen ejemplo de esto es la carta que envió el 11 de enero de 1462 al rey de Hungría, en la que le comunica que ha empalado a 23.884 prisioneros.

Se dice que creaba auténticos bosques de empalados, frente a los que ordenaba que situaran su mesa para ver cómo agonizaban sus enemigos mientras él cenaba. Cuenta la leyenda que incluso ordenaba que le trajeran cuencos con la sangre de los condenados para mojar el pan.

Bosque de empalados
Viendo esta situación, Mehmet II organizó un gran ejército de 200.000 efectivos y lo lanzó contra Valaquia. Puesto que Vlad Tepes dispone de un ejército mucho menor, efectúa una maniobra ejemplar de guerra de guerrillas evacuando todas las aldeas e imponiendo una política de tierra quemada que incluye envenenar los pozos e infiltrar enfermos de tifus y de peste entre las tropas turcas.
Mehmet comienza a pensar que está luchando contra el diablo, pero aún así se presenta en 1.462 ante las puertas de Targoviste. El panorama que contemplan sus tropas no puede ser más desolador...

La hueste otomana encuentra ante las murallas de Targoviste a más de 20.000 empalados, lo que aterroriza a los turcos, que se retiran sin presentar batalla.

Finalmente, Vlad Tepes fue apresado y pasó muchos años recluido bajo la vigilancia húngara. Según cuentan las crónicas, en los ratos de aburrimiento se entretenía empalando pequeños animales tales como gatos o perros hasta que, en 1473, consigue la libertad y lucha hombro con hombro con los húngaros, sus antiguos enemigos, contra los turcos e incluso llega a recuperar el trono momentáneamente en 1476 para, finalmente, caer en una emboscada otomana en la que muere tras abatir a varios enemigos con su lanza.

Su cabeza es cortada y enviada a Constantinopla para ser exhibida en señal de victoria.

Esta es la historia de un hombre que empaló entre 50.000 y 100.000 personas a lo largo de su vida, pero que, no lo olvidemos, consiguió hacer frente e incluso batir en retirada al poderoso ejército del imperio otomano con sus escasos 10.000 hombres.

viernes, 24 de junio de 2011

El asedio de Castelnuovo

Julio de 1539, fortaleza de Castelnuovo (en la actual Montenegro). La guerra contra los turcos ha llevado a las potencias europeas a aliarse entre sí y a emprender una ofensiva que se encuentra en punto muerto. El reino de España no participa activamente en la contienda pero Andrés de Sarmiento, al mando de sus 3.000 hombres, asalta el enclave estrategico de Castelnuovo y lo conquista para la alianza.

Castelnuovo (en la Montenegro actual)
Como suele suceder en estos casos, la avaricia no tarda en hacer acto de presencia y las potencias empiezan a discutir entre ellas sobre la propiedad de la fortaleza: Fernando de Austria deja de pagar tributos al sultán otomano, los venecianos reclaman el bastión en valor de sus intereses comerciales en el Mediterráneo y Carlos I de España, viendo que el tercio de Nápoles ha obtenido el control de la fortaleza y que la empresa puede empezar a ser lucrativa, se niega a ceder su control.
Finalmente, las relaciones se enquistan y la situación nos presenta a tan sólo 3.000 soldados españoles y una armada de 49 naves que deberán enfrentarse en solitario a todo el poder del imperio otomano.

Una flota comandada por Jeireddín Barbarroja se despliega en la bahía de Castelnuovo y Andrea Doria, el comandante genovés al mando de las 49 naves de la armada, sale huyendo de la zona por miedo a verse sin escapatoria en medio del combate que, sin duda, se avecina.
 La fuerza naval turca está compuesta de 130 galeras y 70 galeotas tripuladas por 20.000 marinos y, mientras estos terminan de cerrar el cerco en torno a la fortaleza, los soldados españoles asisten en silencio desde las almenas al espectáculo de los 30.000 infantes con los que el Ulema de Bosnia está rodeando Castelnuovo.

Jeireddín Barbarroja
La ofensiva comienza con un balance de 50.000 a 3.000 favorable a los turcos pero, pese a que el tercio de Nápoles está cansado y mal alimentado, la infantería otomana no consigue hacer mella en las murallas de Castelnuovo y un gran número de ellos son abatidos sin que los españoles hayan sufrido aún ni una sóla baja.
Barbarroja, viendo el percal, intenta negociar una rendición honrosa para el tercio que defiende el bastión y expone una serie de condiciones que los soldados deberán cumplir a cambio de sus vidas... pero Sarmiento no está de acuerdo y le dice al comandante turco que "vengan cuando quieran".

Ante semejante desaire, Barbarroja ordena sembrar de artillería los alrededores de la fortaleza y bombardear sus murallas hasta que quedaran reducidas a escombros.
La nueva estrategia de los turcos surge efecto y la plaza es derruída casi por completo pero, antes de dar por finalizado el asedio, las tropas otomanas asaltan las ruinas y se encuantran con una desagradable sorpresa: 600 soldados del tercio de Nápoles que han sobrevivido al bombardeo y que se baten con ellos espada en mano obligándoles a retirarse.
En la segunda batida, los turcos atacan con más cautela y, por fin, los 200 españoles que aún quedan en pie deponen las armas y entregan los escombros de la fortaleza a Barbarroja dejando tras de sí un balance de 20.000 soldados otomanos abatidos.

martes, 21 de junio de 2011

Los mamertinos, causantes de la Primera Guerra Púnica

Los mamertinos son un ejército mercenario que ha sido paulatinamente olvidado por la historia pero, en su época, tuvieron una importancia tan significativa que llegaron a desencadenar la que sería conocida como Primera Guerra Púnica. Vamos a tratar de esclarecer quiénes eran estos hombres.

Territorios oscos
Estos mercenarios, descendientes de los oscos, eran originarios de la actual región de Campania (en el sur de Italia), desde dónde fueron contratados por Agatocles (tirano griego de Siracusa) para sus guerras en Sicilia. Cumplieron con creces su cometido pero cuando, en el año 289 a.C., el tirano murió y las hostilidades llegaron a su fin, el ejército de los mamertinos se quedó sin trabajo.
Muchos volvieron a su tierra, pero otra gran parte de la hueste decidió quedarse en Sicilia y se establecieron en Mesina, donde fueron acogidos por sus habitantes en honor a sus pasadas gestas... pero, al igual que pasaba con los almogávares, ya se sabe que los guerreros no pueden quedarse quietos demasiado tiempo.

Una noche, aburridos de la vida civil y traicionando la confianza de sus anfitriones, los mercenarios mataron a la mitad de la población de Mesina y desterraron al resto, repartiendose sus propiedades y a sus mujeres.
Reclamaron la ciudad como propia y, a partir de este momentos, empezaron a utilizar oficialmente el nombre de mamertinos en honor a Mammers, el dios osco de la guerra.

Con uno de los mayores puertos del Mediterráneo en sus manos, los mamertinos empiezan a capturar barcos comerciales y a aventurarse en incursiones por tierra que llevan por toda la isla de Sicilia una ola de saqueos y asesinatos que convierten a los antiguos mercenarios en hombres cada vez más poderosos.
En esta tesitura Hierón II, tirano de Siracusa, empieza a ver amenazada su hegemonía y recluta (alrededor del 270 a.C.) un ejército de hombres libres con la intención de liberar la isla de la plaga que suponen los mamertinos.

Moneda mamertina
En primer lugar, advertido por la experiencia de su predecesor, Hierón envía a sus indisciplinados mercenarios contra los mamertinos, lo que desemboca en una masacre a la que no sobrevive ni uno sólo de los de Siracusa. A continuación, tras haberse librado de la parte inútil de su ejército y haber instruído convenientemente a los propios sicilianos (durante cinco años), el de Siracusa marcha a la cabeza de su ejército de hombres libres al encuentro de los invasores.
Sabiendo que los mamertinos no estaban acostumbrados a combatir en batalla campal, Hierón les asalta por sorpresa en la llanura de Milazzo, donde captura a sus líderes y pone cerco a sus actividades... pero comete un terrible error.

Una sección de la hueste mamertina consigue huír de Milazzo y refugiarse de nuevo en Mesina, obligando a Hierón a avanzar sobre la ciudad poniéndola bajo asedio. Viéndose en una situación tan desesperada, los mamertinos supervivientes piden ayuda a Cartago y la flota cartaginesa, ávida del poder de Roma, atraca en la bahía de Mesina.
Hierón y su tropa se retiran ante la perspectiva de enfrentarse a la potencia norteafricana pero, al mismo tiempo, los mamertinos reniegan del poder cartaginés y piden ayuda a Roma quien, viendo a la flota enemiga atracada tan cerca de sus costas, no puede negarse a proteger a los antiguos mercenarios de Mesina.
En respuesta a esta maniobra, el tirano de Siracusa da rienda suelta a su desaire poniéndose bajo la protección directa de Cartago, lo que en menos de un año desembocaría en la Primera Guerra Púnica.

viernes, 17 de junio de 2011

Si esto es un hombre

Hoy vamos a dedicar unas líneas a uno de los autores más relevantes del siglo XX: Primo Levi.

Primo Levi
Levi nació el 31 de julio de 1919 en el seno de una familia judía afincada en Turín. No vivían en la más absoluta miseria, pero tampoco nadaban en la abundancia, así que Primo fue superando poco a poco sus estudios hasta que, en el año1941 consiguió licenciarse en química en la universidad de Turín. Es a partir de este momento cuando el Levi estudiante se difumina para dar paso a una experiencia desgarradora que culminará en la escritura de una de las obras más importantes en torno al holocausto.

En el año 1943, Europa se encuentra sumida en plena convulsión y Levi decide que ha llegado el momento de luchar por sus ideales. Junto a un grupo de amigos, se traslada a una zona rural para unirse a la resistencia antifascista italiana pero, debido a su inexperiencia en esas lides, es detenido por la milicia de Mussolini el día 13 de diciembre de ese mismo año.
Se identifica como judío y, sin ser enteramente consciente de ello, evita una muerte segura (de haberse declarado partisano habría sido fusilado al instante) pero, a cambio, es entregado a las fuerzas de ocupación alemanas y recluído hasta que, el 21 de Febrero de 1944, es deportado al temible campo de Auschwitz.

Pasó diez meses en el más temible (junto a Mauthausen, Treblinka y Dachau) de los campos de concentración nazis hasta que el ejército soviético le liberó junto al resto de supervivientes el 27 de enero de 1945. Levi fue uno de los 20 supervivientes de su remesa, que constaba de 650 judíos italianos cuando ingrasó en el campo.
La sorpresa de los aliados se produjo cuando pidieron a los supervivientes un informe técnico de la situación humanitaria en el campo de exterminio y constataron que uno de ellos recordaba perfectamente todos y cada uno de los días que había pasado allí.

Niños en Auschwitz
Primo Levi decidió recopilar sus experiencias dentro de Auschwitz en un libro llamado "Si esto es un hombre". Escrito en forma de diario, el libro nos sumerge en la psique destrozada de un prisionero del campo relatándonos el día a día de los cautivos, su vida y su muerte.
Consiguió evitar la primera purga gracias a su licenciatura en químicas, siendo destinado a un subcampo de trabajo desde el que pudo documentar al detalla la labor de los Kapos y su crueldad muchas veces superior a la de los propios guardianes del campo.

"Si esto es un hombre" es un relato de violencia, de enfermedad, de hambre y de frío, de compañeros caídos en el camino siendo culpables, únicamente, de estar en el momento equivocado en el lugar equivocado... pero también es una historia de superación, de compañerismo y, por encima de todo, de supervivencia; un canto a la vida que, os lo aseguro, no dejará indiferente a nadie.

martes, 14 de junio de 2011

Bill Millin, un gaitero en el Día D

Día 6 de junio de 1944, 07:22 minutos de la mañana. Las barcazas británicas llegan a la playa de Sword (Normandía). Los enormes portones metálicos se abren y comienzan a escupir soldados sobre la arena, que no tarda en teñirse de rojo bajo el fuego alemán.
El estruendo de la fusilería, los morteros y las granadas de mano es tan brutal que la vista de los soldados se nubla, su audición se reduce a un pitido monótono y la moral cae en picado mientras las balas vuelan en todas direcciones.

Bill Millin
De repente, empieza a escucharse en medio del infierno en el que se ha convertido la playa un sonido familiar, un silbido que, poco a poco, va formando las notas de "Highland Laddie", una canción tradicional escocesa que recuerda a los soldados británicos por qué están luchando.
De pie en el corazón de Sword, un comandante de 21 años desafía a la artillería alemana armado sólo con su gaita, con la que toca sin parar un sinfín de canciones populares. Los francotiradores de la Wehrmacht asisten asombrados al espectáculo, sin decidirse a disparar sobre aquel muchacho de Glasgow que se mantenía incólume entre la vorágine de muerte que se había desatado a su alrededor. Grave error.

Las notas roncas que salían de la gaita de Bill Millin sirvieron para levantar la moral de las tropas británicas y recordar a los combatientes que no sólo luchaban por expulsar a los alemanes de aquella playa normanda, sino también por sus vidas y las de sus seres queridos.

El propio Millin le quita importancia a su hazaña y, en una entrevista concedida a la BBC en el año 2006, llegó a declarar que "cuando eres joven haces cosas que no soñarías hacer de viejo. Disfruté tocando la gaita y no me di cuenta de que me estaban disparando".
El gaitero del día D murió tras una enfermedad en un hospital de Torbay, al sur de Inglaterra. Contaba con 88 años y con el reconocimiento de todos los soldados que participaron el la toma de la playa de Sword aquel fatídico 6 de junio de 1944.

viernes, 10 de junio de 2011

El ocaso de Atila

A finales de junio del año 451 se produjo cerca de la actual ciudad de Châlons-en-Champagne (al norte de Francia) una de las batallas que marcarían un hito en la historia: la Batalla de los Campos Cataláunicos. 

Atila
Pongámonos en antecedentes: la leyenda de Atila campa a sus anchas por toda Europa, donde el azote de Dios es considerado invencible. El viejo continente se divide y, mientras quie algunas tribus envian emisarios a los hunos ofreciéndoles alianzas y tributos, otras se ponen bajo la protección directa del Imperio Romano de Occidente.
Este comportamiento no le hace demasiada gracia a Atila, quien empieza a saquear el Imperio Romano de Oriente avanzando hacia el corazón de Europa y dejando a su espalda ciudades saqueadas, quemadas hasta los cimientos y pobladas de auténticas legiones de viudas.

Europa trata de resistir, pero el azote de Dios golpea sin piedad desde el este. Las peores pesadillas de los europeos de la época se confirman: Atila se acerca.

En medio de toda debacle, Valentiniano III (emperador de Occidente) ve una oportunidad para destruir de una vez por todas el reino visigodo de Tolosa, en el sur de la Galia; así que franquea el paso a los hunos y se alía con ellos en esta empresa... pero esos no eran los planes de Atila. La hueste se pone en movimiento con la intención de conquistar la Galia por completo y asimilarla como provincia del Imperio Huno.
Cuando las tropas bárbaras llegan al norte de Francia (saqueando e incendiando ciudades como Reims, Metz o Amiens), la amenaza se confirma. Flavio Aecio, general romano destinado en las Galias, se alía con sus antiguos enemigos para formar un ejército confederado de romanos, visigodos, francos y alanos que pone rumbo al norte con la intención de cortar en seco el avance de Atila.

Châlons-en-Champagne
El día 20 de junio del año 451, las tropas de Flavio Aecio llegan a los Campos Cataláunicos y forman en sus posiciones de combate: en el ala izquierda las ágilas romanas, con la hueste visigoda de Teodorico en el ala derecha y, en el centro (Aecio no confiaba demasiado en ellos y quería evitar una posible desbandada), la ruidosa amalgama de guerreros francos y alanos.
Atila no tardó en llegar a la vanguardia de su propio ejército con los hunos en el centro, la caballería ostrogoda a su derecha y la infantería formada por el conjunto de pueblos bárbaros que le habían rendido vasallaje, en el ala izquierda.

Los ejércitos forman uno frente al otro en completo silencio mientras los caballos patean el suelo y bufan inquietos en el aire extrañamente inerte del mediodía. Sin previo aviso, una andanada de flechas surca el cielo desde detrás de la primera línea de los hunos y, antes de que el primero de los proyectiles toque siquiera el suelo, la hueste de Atila se lanza a la carga en un frente compacto.

La batalla se prolonga durante horas. Los hombres caen a centenares y ninguno de los dos contingentes está dispuesto a ceder ni un sólo palmo de terreno... hasta que Atila divisa a Teodorico entre la maraña de  combatientes.
El emperador de los hunos se dirige hacia el rey de los visigodos desgarrando con su espada a todo aquel que se atreviera a interponerse en su camino. Finalmente, el azote de Dios traba combate con Teodorico y le mata... pero no todo sale como Atila lo había previsto.

Campos Cataláunicos
Lo que debería haber desencadenado la desbandada de la horda visigoda se convierte, en realidad, en un acicate que culmina con la coronación de Turismundo (hijo de Teodorico) en el propio campo de batalla, lo que sacude los ánimos de los visigodos y los impulsa hacia el combate con fuerzas renovadas.

A estas alturas de la batalla, las disciplinadas legiones de Flavio Aecio habían hecho una sangría en el desorganizado flanco derecho de la tropa huna, por lo que Atila, viendo que los ostrogodos del flanco derecho están a punto de ceder y ante el peligro de verse atrapado entre Aecio y Turismundo, ordena la retirada.
Ni los romanos ni los visigodos salen en su persecución, por lo que los hunos derrotados se repliegan y huyen hacia Germania dejando tras de sí un campo de batalla sembrado por entre 20.000 y 30.000 cadáveres.

Tan sólo un año después, Atila reuniría de nuevo su hueste y saquearía el norte de Italia... pero, tras la Batalla de los Campos Cataláunicos, su halo de invencibilidad había desaparecido. Flavio Aecio, magister militum del Imperio Romano de Occidente, había conseguido derrotar en batalla campal al mismísimo Azote de Dios.